Opinión: Innovación contra el hambre

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Hoy, en América Latina, según el más reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO), 49 millones de seres humanos, entre ellos niños y niñas, padecen hambre. La población mundial continúa en ascenso. Somos 7.000 millones de habitantes y para el 2050 habremos superado los 9.000 millones de personas. Se requerirá de un 50% a 60% más alimentos disponibles que en la actualidad.

Entonces, por un lado, se requiere más espacio para habitar y alimentos para más bocas, y por otro, hay menos tierra para cultivar. El reto es evidente e impostergable: alimentar al mundo con agricultura sostenible.

En esa meta, lejos de “satanizar” la innovación tecnológica, deberíamos valorar su papel como aliada humanitaria. Esa función es comprobable a lo largo de décadas.

De acuerdo con el Informe sobre el Desarrollo Mundial del año 2008 del Banco Mundial, gracias a los aportes tecnológicos, entre los años 1980 y 2004, el Producto Interno Bruto (PIB) agrícola creció a nivel mundial 2% por año, más que el crecimiento de la población (1,6%).

Hoy, sin la ciencia de los cultivos, específicamente sin control de plagas, la producción agrícola caería entre el 20 y el 40% según la FAO; otros estudios muestran mayor impacto.

En materia de precios, datos avalados por el Fondo Monetario Internacional señalan que el aumento de la productividad agrícola contribuyó al descenso de los precios de los alimentos por décadas, a pesar del aumento en los últimos años.

La despensa

El reto de alimentar a la población mundial con una agricultura sostenible recae en parte en América Latina. Esto exige que los nuevos procedimientos tecnológicos aplicados a la agricultura permitan enfrentar los cambios climáticos, aliviar la dependencia de los combustibles fósiles y, a la vez, disminuir la huella ambiental, así como hacer un uso adecuado del agua y producir alimentos más seguros.

El reto no es nada fácil, y América Latina tiene la oportunidad de aumentar su productividad agrícola y proveer de alimentos al mundo. De acuerdo con investigaciones del Banco Mundial, Latinoamérica y África son las regiones con más potencial (36% y 37%, respectivamente) para la expansión agrícola.

Brasil y Argentina continúan consolidándose como potencias agrícolas mundiales por su fuerte producción de cereales. México, Chile y Perú se destacan por sus exportaciones de frutas y vegetales. Latinoamérica es líder mundial en la producción de café, flores y banano.

Este desempeño se ha logrado por el uso y transferencia de tecnologías, prácticas agrícolas adecuadas, infraestructura disponible y acceso a mercados internacionales entre otros factores.

Aunque otros países de la región, destinan el mayor porcentaje de su producción agrícola al consumo interno o al comercio subregional, y tengan dificultades para exportar, en general, todos hacen esfuerzos para ganar competitividad.

Si bien es cierto, Costa Rica figura en los primeros lugares latinos en educación, índices de innovación, de desarrollo socioeconómico y hasta como la nación más feliz del mundo, a inicios de octubre del 2012, la FAO señaló que, en este país, al igual que Guatemala y Paraguay, hubo un estancamiento o deterioro en las metas de reducción del hambre fijadas en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que persigue reducir a la mitad para 2015 la cantidad de personas que pasan hambre en el mundo (hoy 870 millones).

La Contraloría General de la República cuestionó la capacidad estatal para fortalecer el agro. Las reacciones de los ciudadanos apuntaron la superación del rezago institucional y la necesidad de invertir en investigación como formas de recuperar la época dorada del sector agrícola costarricense.

Sin duda, en Costa Rica como en América Latina, deben trabajar de forma conjunta, organizaciones internacionales, empresas, productores agrícolas y gobierno.

Hay que analizar en forma responsable los avances tecnológicos que ya se aplican en otras regiones, como la biotecnología, la labranza mínima, el manejo integrado de cultivos, los sistemas de riego más eficientes, la nutrición y la protección de los cultivos. La producción sostenible de más y mejores alimentos es un imperativo que involucra a toda la cadena agrícola, a gobiernos y consumidores.