Opinión: La encrucijada del PLN

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Los resultados electorales no son casuales sino causales, se encuentran influenciados por diferentes coyunturas nacionales e internacionales, así como por comportamientos y conductas tanto partidarias como electorales, que han hecho de este un proceso particular. El deseo de cambio se refleja en las urnas y de su correcta lectura e interpretación todos los partidos deberían tomar nota.

Tal como lo advirtió magistralmente el presidente del Tribunal Supremo de Elecciones, en su discurso de convocatoria de la presenta campaña, “todo cambia”. La sociedad costarricense, el electorado y sobre todo la forma de hacer política ha sufrido considerables cambios en los últimos años. ¿Y los partidos políticos?

El vertiginoso avance de la sociedad obliga más que nunca a las agrupaciones políticas a procesos de adaptación ideológica, discursiva y comunicacional que en algunos han llegado a destiempo o todavía no llegan, pasándole una cara factura a muchos de los partidos actuales que, de no hacer cambios urgentes, podrían inclusive llegar a extinguirse.

En el Partido Liberación Nacional (PLN) abundan los reclamos por lo que se hizo y lo que se dejó de hacer en la campaña. Ante la evidente crisis, conviene hacer un alto en el camino, analizar las razones de fondo de su fracaso y dar algunas luces sobre la renovación que necesita.

Envejecido y estancado

Para comenzar, es un partido envejecido y debe entenderse esto más allá que un recurso literario, como un asunto de realidad. El promedio de edad de los miembros del Comité Ejecutivo Nacional es de casi 68 años. Eso es más edad que la que tiene de existir el propio PLN.

Las estructuras son viejas, el grueso de la dirigencia que participa se envejece cada vez más y los espacios para nuevas generaciones son más simbólicos o por compromiso, que reales. Hay un estancamiento en la forma de hacer política, que se refleja en profundas contradicciones en el pensamiento, en lo programático, lo estructural y lo organizativo.

El desconcierto ideológico es tal que, por un lado, se proclama “socialdemocracia”, junto con ese absurdo cuento de “volver a las raíces para lograr el cambio y un mejor futuro”, pero al mismo tiempo se negocia con los sectores más ultrarreaccionarios y conservadores del país. El PLN debe reflexionar para presentarle al país una posición ideológica clara, coherente y que pueda ser comprendida por todos. Más que un “volver al pasado”, se debe un “pensar a futuro”.

En cuanto a lo estructural y organizativo, debe apuntar hacia nuevos espacios demográficos que le permitan ampliar sus bases, que hoy se encuentran disminuidas y localizadas en los estratos con más bajos índices educativos y económicos. Las relaciones del partido con grupos de interés y de presión deben revisarse, así como el discurso que maneja.

Muchos más elementos pueden apuntarse, sin embargo valga hacer una advertencia: la reconstrucción no pasa por lanzarse a los brazos de sus expresidentes, aunque su consejo pueda ser siempre bien recibido. Pasa por fortalecerse como partido en lo institucional, buscando una nueva figura que guíe y sobre todo que promueva la formación de nuevas generaciones de políticos. Una figura que, además de energía y conocimiento, tenga apoyo para reunificar y resolver los problemas de fondo.

Ante la bancarrota económica, moral y política en la que nuevamente un Araya Monge deja a Liberación Nacional, este partido se encuentra ante una encrucijada donde debe elegir entre cambiar en serio o desaparecer.