Opinión: No sigamos más a Singapur (I)

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Son muchos los costarricenses, incluyendo gran cantidad de políticos y funcionarios de gobierno, que han visitado Singapur y han regresado genuinamente impresionados de las enseñanzas que nos ofrece esta pequeña ciudad-nación. Pero aprender no es suficiente para lo que necesita Costa Rica.

Debemos emular. Es decir, entender y aprender lo suficiente como para idear y poner en práctica ese aprendizaje mediante una fórmula costarricense que pueda “replicar”, en los aspectos que sean viables, la experiencia singapurense.

Hasta 1819 (año muy cercano a nuestra independencia), Singapur no era nada. No tenía nada. Sin embargo, al contrastarla con lo que es hoy, su historia nos arroja grandes enseñanzas y quiero compartir solo cuatro de ellas:

En primer lugar, desde que fue redescubierta por Sir Thomas Raffles, el país fue creándose alrededor de una visión de largo plazo. Una visión compartida por gobernadores y habitantes que ha modelado una suerte de ADN nacional. Desde entonces, Raffles vio en esa diminuta isla una posición geográfica con el potencial de transformar el comercio marítimo de la época. Casi 150 años después, en 1961, Lee Kuan Yew, el primer “Primer Ministro” de la isla, no abandonó esa visión al enfrentar la frágil independencia del país.

Con Lee Kuan Yew se inicia la política de diseñar planes maestros de la ciudad de Singapur con una visión de 20 años. Singapur aprendió a planificar cuidadosamente su recurso más escaso: la tierra. ¿Qué hubiera sido de Singapur si este recurso se deja “a la libre” de manera que unos pocos ciudadanos o una transnacional se apoderaran de grandes porciones de su territorio? De seguro no sería lo que es hoy.

Singapur también aprendió a administrarse eficientemente como un país-empresa. Hoy impulsan orgullosamente lo que denominan “Singapur Inc.” con la misión de expandir la economía del país mucho más allá de sus fronteras. Esto parece capitalismo desmedido, pero no lo es. El Gobierno lidera muchos de estos esfuerzos y, en consecuencia, la clase política singapurense atrae y retiene a los mejores talentos profesionales del país.

Sobre esas bases aprendieron a convivir lo público y lo privado de manera simbiótica. No son polos opuestos, sino elementos mutuamente necesarios que configuran una suerte de yin y yang donde la prioridad no es lo uno ni lo otro, sino el bienestar y la visión del país que priva sobre la visión de los políticos de turno, del sector privado, e incluso de los individuos.

La puesta en práctica

¿Cómo podemos poner en práctica todo esto en Costa Rica?

De seguro hay muchos más, pero si trabajáramos en los siguientes cuatro puntos de forma acordada, tesonera y obstinada, como lo hicieron nuestros antepasados, tendremos una Costa Rica muy diferente y próspera en menos de 10 años.

Lo primero que debemos hacer es aprender a pasar de los planes a la acción. De los análisis “notables” y de los foros y discusiones interminables, a la acción transformadora. Eso supone la enorme capacidad de ponernos de acuerdo y de convivir en medio de diferencias sin que se conviertan en anclas para nuestro avance y desarrollo. El punto no es filosófico. Tampoco requiere una legislación, sino nuestra actitud individual que vayamos sumando a la de nuestros familiares, vecinos y compañeros de trabajo hasta que se convierta en una fuerza enorme e imparable, alimentada por un sentido de urgencia por un mayor desarrollo y bienestar común, en lugar del egoísmo y la apatía que hoy nos caracteriza.

En segundo lugar , una declaración nacional de guerra a la corrupción. Ese es el peor enemigo que se cierne en nuestro futuro. Lo peor de todo es que nos hemos acostumbrado tanto a ella que no pocos piensan en que es mejor recibir migajas de “desarrollo” económico a cambio de un enorme impuesto de corrupción oficializado y personificado en políticos que se perpetúan en puestos de poder a la vista y paciencia de todos nosotros. Debemos impulsar una verdadera cruzada nacional contra la corrupción donde quiera que se dé, sea grande o pequeña, aunque parezca atractiva y seductora como esquivar una multa de tránsito.

Singapur también nos enseña en este campo. Con uno de los índices de corrupción más bajos del mundo, ha fortalecido oficialmente la participación de la sociedad civil en la vigilancia de la corrupción tanto pública como privada.

Las mencionadas son solo dos áreas de acción que debemos abordar de inmediato. En la segunda parte de este artículo compartiré otros dos frentes de atención prioritaria.