Editorial: ¿Para qué Japdeva?

No se trata de hacer un listado taxativo de los privilegios que reciben los funcionarios de Japdeva, sino de evidenciar por qué la operación de la institución se tornó deficitaria y ha dejado de ser viable

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“La jornada extraordinaria, sumada a la ordinaria, no podrá exceder de doce horas” (artículo 140 del Código de Trabajo). La jornada extraordinaria “deberá ser remunerada con un cincuenta por ciento más de los salarios” estipulados (artículo 139). Así es en el mundo de los simples mortales.

En Japdeva, sin embargo, las primeras cuatro horas de la jornada extraordinaria son remuneradas con tiempo y medio, y con doble salario cada hora adicional (artículo 34 de la Convención Colectiva).

Cuando esta institución elimina la jornada extraordinaria de un funcionario que ha trabajado horas extra de manera regular durante dos años, debe pagar al trabajador una “indemnización parcial de cesantía”. Así lo establece el artículo 34 bis de la Convención Colectiva.

El abuso es por partida múltiple. En atención a la salud física y mental del trabajador, el Código de Trabajo establece una jornada total máxima de 12 horas, que la Convención Colectiva de Japdeva burla con impunidad y largueza al compensar el exceso duplicando la remuneración.

El tiempo adicional es, por naturaleza, esporádico y temporal. No puede, bajo ninguna circunstancia, convertirse en permanente, como lo es cuando el trabajador labora horas extra de manera continua durante dos años.

La jornada extraordinaria no puede convertirse en práctica habitual, en consideración tanto a la salud del trabajador como a las finanzas institucionales. No puede, tampoco, convertirse en derecho adquirido sujeto a indemnización cuando se elimina. Pero en Japdeva la jornada extraordinaria es todo eso y más.

Este es tan solo un ejemplo de los múltiples abusos de la convención colectiva. Otra cláusula reconoce un “complemento” del 16,66% sobre el salario base a los trabajadores del área operativa por laborar jornadas de ocho horas —como el resto de los mortales— y no de seis, como era antes de agosto del 2008.

Otra más otorga un plus del 30% sobre el salario base a los profesionales calificados, con el objetivo de arraigarlos a la institución, sin perjuicio de que además reciban otros incentivos como dedicación exclusiva, disponibilidad y carrera profesional.

Operación inviable

No se trata de hacer un listado taxativo de los privilegios que reciben los funcionarios de Japdeva, sino de evidenciar por qué la operación de la institución se tornó deficitaria y ha dejado de ser viable.

Como reportamos en esta edición, el rubro de remuneraciones representó un 51% del presupuesto de la Junta el año pasado, pero saltó 18 puntos porcentuales, hasta 69%, en el presupuesto del 2019. Presupuesto, este último, que fue mal elaborado, bajo la falsa premisa de que, con la entrada en operación de la Terminal de Contendores de Moín, Japdeva mantendría el manejo de buena parte de los buques portacontenedores, y que sus ingresos caerían en un 21,7%. La caída real, a marzo del presente año, fue del 79,3%.

Desde el 2008 la institución cuenta con un Plan Maestro elaborado por la firma holandesa Royal Haskoning, que propuso transformar el muelle de Japdeva en una terminal especializada en cargas generales y turismo. Once años después, nada de esto sucedió, pero en el camino la Junta dilapidó una transferencia de ¢15.100 millones incluida en el Presupuesto Nacional del 2010 como apoyo a su programa de reestructuración y para favorecer su competitividad.

Si la operación portuaria es deficitaria e inviable, el manejo de la función de promoción del desarrollo de la Vertiente Atlántica demuestra que Japdeva perdió también el norte y su razón de ser.

En el período 2015-2017, a la Gerencia de Administración de Desarrollo le correspondió apenas un 10% del gasto total ejecutado por Japdeva. Un 94% de ese monto se destinó a gastos corrientes y tan solo 6% a gastos de capital. Las remuneraciones consumieron el 69,39% del total de recursos disponibles para dicha Gerencia; la inversión para el desarrollo representó apenas el 0,6% del gasto total de la entidad portuaria.

En un informe de auditoría publicado esta semana, la Contraloría General de la República reveló las debilidades de la Gerencia de Administración de Desarrollo de Japdeva, a la que asignó una calificación de 0% en rendición de cuentas y seguimiento de los proyectos de impacto para las comunidades de Limón. Inexistencia de criterios de priorización para la asignación de recursos, ausencia de metas e indicadores y de un sistema de información para dar seguimiento y monitoreo a los programas y proyectos de desarrollo, y ausencia de todo nexo entre la distribución de los recursos y el Índice de Desarrollo Social cantonal, son solo algunas de ellas.

Cuesta encontrar la luz entre tanta mala noticia. Si la operación portuaria es deficitaria, los abusos están a la orden del día y la administración desperdició una década de oportunidades para modernizarse; si la inversión en desarrollo socioeconómico es la última de las prioridades y no se siguen las reglas de la ciencia y de la técnica al ejecutarla; si la transparencia brilla por su ausencia, ¿para qué existe Japdeva?