Una agenda común

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El diputado Ottón Solís propuso a los partidos políticos, suscribir una agenda común y un gobierno de unidad nacional a partir del 2018. Su planteamiento no ha tenido respuesta positiva, por lo que parece que está destinado al fracaso.

La propuesta del diputado Solís Fallas aspiraba a garantizar su viabilidad y la ejecución del programa acordado de previo, además de otorgar participación en el gobierno a representantes de aquellas agrupaciones que lo suscribieran.

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Es en este último punto, precisamente, donde radica la dificultad, pues pareciera que sobre el tema de la agenda común todas las fuerzas políticas estarían de acuerdo, pero no así con un reparto de puestos en el poder ejecutivo y las instituciones descentralizadas.

Y es que obligar al presidente de la República electo en el 2018 a ceder parte de su poder y nombrar como ministros y presidentes ejecutivos a personas de otras tiendas partidarias, es trasladar al gobierno los problemas y las dificultades del multipartidismo convertirlo en una verdadera “torre de Babel”.

Un equipo así constituido tendría el inconveniente de que la lealtad de los funcionarios así nombrados sería con el partido que los designa y no con el presidente.

Por otro lado, la distribución de puestos, toparía con el problema de definir cuáles ministerios o instituciones le corresponderían a cada partido, ya que no todas esas entidades tienen igual importancia.

Se ocupa un liderazgo conciliador para lograr acuerdos y construir mayorías. Tal fue el caso de la aprobación de las leyes complementarias del TLC que ocuparon de mayoría calificada.

Es conveniente que don Ottón, consciente de que “la política es el arte de lo posible”, no desmaye en su loable esfuerzo y continúe promoviendo su propuesta de lograr consensuar una agenda común al 2018.

Un acuerdo o compromiso previo sobre algunos temas trascendentales para el desarrollo y bienestar del país, que conformen una agenda o programa común, sería, sin duda alguna, una buena señal de madurez política que podría contribuir a recuperar la confianza de los costarricenses en su clase dirigente.

Nota: El autor es exembajador.