¡Y dale con el ROP (parte I)

Cuando tengamos algunos miles de ciudadanos, que no tienen para vivir en su otoño, el Estado podría verse obligado a atenderlos

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Por enésima vez, algunos políticos y una parte de la población son presa de la ilusión de repartir el ROP, que parece ser el salvador de flujos de caja agotados, y flujos de votos deprimidos.

El argumento básico es simple: esa plata es mía, y yo debiera poder hacer con ella lo que quiera. Ya veré que hago en mi vejez. Desde luego, la tesis parece tener sentido.

Ahora, igual nos podríamos cuestionar con la plata que nos rebajan del seguro social: también es nuestra, y una parte debe estar en bonos. De hecho, algunos tenemos años de “sufrir” el rebajo y prácticamente nunca la hemos visto. Debiera existir la posibilidad de exigir que dejen de hacerme el rebajo, yo veré qué hago si me enfermo.

¡Es una bendición que no nos hayan escuchado! Ante la posibilidad de que me pueda enfermar, y por supuesto que hay una probabilidad de que ello ocurra, mi bienestar está protegido, porque esa plata que me rebajaron servirá para esa eventualidad. Si no me rebajaran esa plata, es casi seguro que no habría logrado acumular la suficiente por mi cuenta para poderme pagar mi atención, o tal vez no tendría nada del todo. El Estado veló por nosotros.

Tentar al destino

Ese es el mismo razonamiento atrás del ROP. Está pensado para mi bienestar cuando esté viejo. Si no me lo rebajaran, existe la posibilidad de que para ese momento yo no hubiese ahorrado lo suficiente, o peor aún, tal vez no podría tener nada para mis últimos años, ya sea porque lo gasté o no me fue bien en los negocios en que metí la plata.

¿Por qué no dejar que las personas tienten al destino? Se les podría devolver el ROP, y que Dios los acompañe. Pero la realidad es que cuando tengamos algunos miles de ciudadanos, que no tienen para vivir en su otoño, el Estado podría verse obligado a atenderlos. Para ello se ocuparán impuestos, sacrificio para los contribuyentes de ese momento.

Puede ser que para entonces no se puedan imponer impuestos, o éstos solo alcancen para una pensión muy simbólica, mucho menor que la que les habría generado el ROP. Sí, el mismo ROP que se comieron algunos años atrás…