Aunque parezca obvio, ejercer el liderazgo en tiempos de crisis requiere habilidades que no necesariamente son similares a las que se necesitan para hacerlo durante periodos de estabilidad.
Durante los periodos de crisis, es cuando realmente se ponen a prueba no solo las cualidades del líder sino las de todo el equipo u organización.
Frente a catástrofes naturales, el liderazgo es un arma vital no solo para gestionar el riesgo y las amenazas anticipando en la medida que el desastre lo permita, sino también para inspirar y alinear a todos los entes involucrados en la atención de la emergencia, así como para lograr el cambio en la población que permita minimizar los impactos del fenómeno.
Es así como en tiempos de crisis, el líder se pregunta qué hay que hacer y qué le conviene a la organización. Lleva a cabo planes de acción, se hace responsable de sus decisiones y de la comunicación, se centra en las oportunidades y no en los problemas y se corresponsabiliza para lograr la motivación y el sentimiento de grupo por parte de todos los integrantes de la organización.
Es decir, ante la situación de emergencia, establece la dirección estratégica, transmite su visión ante la eventualidad. Además, se asegura del compromiso y alineamiento de todas las áreas, equipos de trabajo o entidades bajo su cargo para seguir con determinación esa estrategia. El paso siguiente es la ejecución de las tácticas, planes o acciones que amerite la situación.
También debe mantener un comportamiento que sea ejemplo para todo el resto del equipo, organización o audiencia a la que dirige.
En situaciones críticas, destacarán aquellos líderes que algunos teóricos llaman “transformacionales”, capaces de “echarse al hombro” a su equipo, que logran el compromiso de cada uno de los miembros, y obtienen resultados tangibles; es el líder que reta y motiva a su equipo para superar la prueba que sugiere la crisis por enfrentar.