Crean salsas picantes en Capellades y, tras la pausa por el COVID-19, retoman las ventas y la producción de más opciones ‘con sabor a México’

“Vamos con más ganas”, dice la fundadura del emprendimiento

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

María Fernanda Masís vive más allá de Pacayas, entre los volcanes Irazú y Turrialba, en Capellades de Alvarado.

Ella y su esposo Miguel Ángel Torres son los creadores de Xoloitzcuintle Salsa Mexicana, un emprendimiento que tienen desde 2017 y que ya venía conquistando clientes con salsas artesanales, sin preservantes y distintos niveles de picante (tolerantes desde los niños).

Tras la pausa de la emergencia por el COVID-19, y la reapertura de restaurantes y otros negocios que eran sus clientes, María Fernanda y Miguel están volviendo a contactar clientes y a explorar nuevos mercados.

“Más que el picante vendemos el sabor a México”, dice María Fernanda. “El producto nos ha dado buenos resultados y estamos seguros que nos van a dar más”.

Ella es hija de agricultores de la zona. Él es mexicano, y tiene tres hijos en su país, que al mes de conocerla se vino para Costa Rica.

La familia de María Fernanda y Miguel se completó con dos hijos de ambos.

Se conocieron en 2010 cuando ella viajó con su grupo El Labrador, de Capellades, a un festival de baile folclórico en el Distrito Federal. Ella estaba terminando de estudiar en el colegio técnico de Pacayas una especialidad en turismo rural.

Durante varias semanas se enviaban cartas, pues en Capellades el servicio de Internet no era bueno para usar siquiera el correo electrónico y las redes sociales apenas estaban atrapando usuarios en las zonas urbanas de Costa Rica.

Al mes Miguel ya estaba trabajando con el papá de María Fernanda en la finca, sin conocer mucho de agricultura.

En México, él trabajaba en empresas de producción de eventos.

Después de un tiempo en el cual Miguel trabajó como peón, el papá de María Fernanda les dio un terreno como herencia y ambos compraron otra aparte con ahorros que tenía, completando 10.000 metros.

A finales del 2016 y principios del 2017 empezaron a cultivar apio, remolacha, culantro y varios tipos chiles, de los que se usan en México para las salsas picantes.

Los cultivos incluían chile dulce y jalapeño.

Iniciaron desde cero, buscando en YouTube, preguntando y realizando múltiples intentos, muchos fallidos.

Uno de los retos era adaptar los chiles al clima. El otro, dar el punto con las recetas, que les enviaba la mamá de Miguel.

El desafío clave: que fuera aceptado por los consumidores costarricenses.

En 2018 dieron a probar a los familiares y amistades. Les gustó.

Entonces Miguel y María Fernanda empezaron a producir para la venta.

Primero buscaron la marca. Le pusieron Lotería. Ellos pensaban que las salsas, como ese juego de mesa, está presente en la vida familiar.

Las dudas les llevaron a buscar otras opciones. A Miguel le gustaban los xoloitzcuintles, unos perros que formaban parte de la cultura azteca.

Lo soñó y lo investigó después.

Encontró que es una raza prehispánica, igual que las salsas.

A mediados de 2018 se decidieron por Xoloitzcuintle Salsa Mexicana y vendieron a domicilio en los lugares más cercanos.

También participaron en una feria municipal de emprendedores y agricultores creada por la Municipalidad de Alvarado.

Con la seguridad que le daban las ventas, fueron tocando negocios: una panadería llamada y una otra carnicería de la zona.

Iban las ferias del Catie y a otra organizada en la Basílica en conjunto con el Colegio Universitario de Cartago.

Se acercaron al Instituto Mixto de Ayuda Social (IMAS). “No teníamos muchos conocimientos sobre apoyo a pymes”, dijo María Fernanda.

Ahí encontraron que el IMAS tiene un programa de avales para financiamiento. Les dieron información de varias opciones.

Entre las alternativas estaba Fundecooperación para el Desarrollo Sostenible, que apoya con varios programas a emprendimientos.

Uno de esos programas se llama Crédito a la Medida, que brinda financiamiento según las necesidades de la actividad productiva y de la persona emprendedora, desde 500.000 hasta 75 millones, así como impulsa el cumplimiento de estándares ambientales y sociales.

La entidad ha brindando crédito a más de 802 emprendimientos en forma directa y a través de otras entidades, por casi ¢9.103 millones, especialmente a microempresas (81%).

Kattia Rojas, coordinadora de mercadeo de Fundecooperación, detalló que se brindan pagos diferenciados según actividad productiva, periodos de gracia, capacitación virtual y asesoría tećnica y financiera. Para lo que queda del 2020 tienen disponibles ¢2.000 millones.

María Fernanda y Miguel se decidieron por Fundecooperación por el apoyo y las capacitaciones.

El aval del IMAS les sirviò para no buscar fiadores ni garantìas prendarias o hipotecarias.

“Ahorita estamos en un programa de finca modelo para el cambio climático”, cuenta María Fernanda.

Es una iniciativa que se realiza junto con Naciones Unidas para cuidar áreas de bosque dentro de las fincas (en su caso 3.000 metros cuadrados) y desarrollar abonos orgánicos.

La idea es adaptar la finca convencional a una de producción orgánica.

Con los recursos recibidos pagaron el diseño de la marca, materia prima y equipo, así como continuaron la adaptación de las salsas, con miras a obtener los permisos de salud.

Durante el año anterior Miguel y María Fernanda continuaron adaptando las salsas, especialmente generando varios tipos con distintos niveles de picante, conservando la esencia de la salsa mexicana, y para el gusto de los ticos,

Además, mantienen las ventas a baja escala, pues primero necesitan generar más materia prima y suficiente producto, aunque ya tienen hasta propuestas para exportar.

Si algo han tenido claro ambos, es que deben ir paso a paso.

En enero y febrero pasados estaban tocando las puertas de restaurantes y otros comercios para vender las salsas.

Pero el cierre de los negocios por la emergencia detuvo el impulso. Las ventas bajaron a un 10% de lo que colocaban antes del COVID-19.

En esas semanas se apoyaron en ventas a vecinos, por redes sociales y a domicilio en lugares cercanos, no muy lejos aún por las medidas de confinamiento.

Una tía les iba a ayudar en las ventas, pero fue operada en estos meses del apéndice.

También lograron vender productos de la finca (cultivan cebollín, suquin, remolacha y culantro) con el apoyo de otros agricultores vecinos que se mantuvieron yendo a las ferias.

María Fernanda cuenta que aprovecharon el tiempo para generar inventario, retomar pendientes en la finca (reacomodar una bodega, hacer un camino, sembrar algunos árboles), hacer pruebas de otras salsas, investigar y realizar cursos en línea (costos, administración, mercadeo, redes sociales).

“En lugar de afectarnos, vamos con más ganas”, sostiene ella.

Ya están definiendo metas de ventas y a cuáles clientes ofrecer el producto, así como adelantando los contactos.

“Tenemos dos salsas más pensadas”, dice.

Actualmente ofrecen tres saladas (salsa roja, verde, campechana: las tres en dos niveles de picante), dos agridulces (salsa habanero con mango y de chipotle piña) y otra de aceite de oliva con chile de árbol, ajo y ajonjolí.

Para ella, este tipo de crisis enseña que se debe ser más perseverante y muy paciente.