Desde los 10 años cosía vestidos para sus muñecas y ahora lidera un emprendimiento textil en La Carpio

Recientemente, Entre Costuras empezó a vender sus cosmetiqueras en las farmacias Fischel

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Desde pequeñita, Marisol Quezada López veía a su mamá Ana Dominga hacerle los uniformes para ir a la escuela y quedaba impresionada con las destrezas de su progenitora.

Cuando cumplió 10 años, doña Ana le permitió manipular las tijeras y otras herramientas de costura y fue así que Marisol empezó a hacerle vestidos y camisas a sus muñecas.

Conforme iba experimentando más, ya se hacía ropa para ella misma, aunque al principio, una que otra la “echaba a perder”.

Como su familia vivía en un entorno de pobreza (cerca del Volcán Cosigüina, en Nicaragua) y eran cinco hijos, Marisol no ingresó a la secundaria, pues prefirió que sus hermanos continuaran con sus estudios.

A pesar de esta situación, sus deseos de estudiar no mermaron, más bien se incrementaron y buscó alternativas para superarse.

En 1993, cuando tenía 19 años, ella les propuso a sus papás que la dejaran asistir a los cursos de costura que abrió la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos de Nicaragua (UNAG).

“Me dijeron: eso es cosa tuya, hija. Como vivíamos en el campo, yo vendía las gallinas y animalitos para pagar los estudios”, contó.

Marisol viajaba todos los días a recibir las lecciones.

“Un día le tuve que decir a la profe: profe, yo le voy a pagar todo junto. Espéreme que vaya a vender las gallinas a la ciudad para pagarle”, recordó.

Gracias a la capacitación recibida, aprendió a hacer enaguas, camisas, blusas, pantalones y otra indumentaria.

Marisol recuerda que ella y dos compañeras llegaron a ser reconocidas como las mejores estudiantes.

Su buen desempeño le permitió convertirse en maestra de costura de dichos cursos, de manera que ahora enseñaba a otras mujeres a coser.

Además, recibía encargos de algunas personas para que les confeccionara ropa y ella diseñaba y elaboraba la vestimenta de sus padres.

El nacimiento de Entre Costuras

En el 2001, Marisol emigró a Costa Rica. No obstante, no encontró trabajo como costurera y trabajó mucho tiempo como empleada doméstica para diferentes familias.

Luego de separarse del padre de su hijo, se sintió “un poco” deprimida.

Decidida a superar esa etapa, matriculó a su hijo en clases de música en el Sistema Integral de Formación Artística para la Inclusión Social (Sifáis), situado en La Carpio.

Hace cuatro años, al interactuar con diferentes personas en el Sifáis se dio cuenta de que había mucha gente interesada en aprender costura.

Con sus conocimientos y experiencia previa como profesora en este campo, les sugirió a los encargados ofrecerse como voluntaria para dar cursos de costura.

Le dieron la aprobación y empezó con un grupo de 10 alumnos.

En el 2016, surgió la idea de crear un emprendimiento formado especialmente por mujeres que quisieran coser diferentes textiles, creados a partir de vinil reutilizado.

Este material es entregado por una empresa que elabora vinil, de aquellas piezas que les sobran de los productos que hacen, el cual es nuevo y está en buen estado.

Otra empresa de tapicería también les brinda material.

El empresario Bernardo Dachner les donó 21 máquinas y así empezó el proyecto Entre Costuras.

El colectivo está conformado por siete mujeres, incluida Marisol, y un hombre.

Dentro de los 17 bienes que elaboran se encuentran cosmetiqueras, bolsos, carteras, monederos, maletines, estuches para lápices, maletín para computadora y estuche para pasaporte, entre otros.

Actualmente, algunos de sus productos se pueden encontrar en Súper Salón, en la tienda Casa Tica en el Aeropuerto Juan Santamaría y recientemente en las farmacias Fischel.

Marisol comentó que siempre están buscando innovar y tienen muchos planes de crear nuevos productos.