Estos jóvenes fundaron una destacada startup de biotecnología que ya toca puertas para comercializar su producto, alianzas y socios que impulsen su prometedor negocio

Llevan ya tres años y en setiembre pasado finalizaron la etapa de generación de la primera molécula

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La industria de la biotecnología tiene tanto potencial que es difícil de visualizar su alcance, su impacto y su horizonte.

Lo que sabemos es que es un sector en crecimiento, en el que se incuban nuevas iniciativas de negocios, la innovación del futuro, y un gran cambio que se expande desde ya a diferentes áreas.

Myrka Rojas, Diana Méndez y Luis Barboza son unos jóvenes que quieren ser protagonistas y se han venido forjando un camino con su emprendimiento Hemoalgae y no dudan en buscar formas para ir más lejos de lo que ya han llegado.

“Estamos en la fase de tocar puertas”, dice Myrka, CEO de Hemoalgae.

¿Qué es lo que hacen?

La producción de fertilizantes y pigmentos, por ejemplo, o de medicinas y tratamientos para combatir enfermedades, como la trombosis, se basa en moléculas.

Pero su generación es costosa, difícil de escalar (de hacerlo en el volumen que se requiere) y complicada.

En no pocos casos se obtienen de plantas que están en peligro de extinción o de bacterias y levadura con altos costos.

Hay una forma para generar esas moléculas con menor costo, con mejores posibilidades de hacerlo escalable y sin tener que recurrir a esas plantas: extraerlas de las microalgas, como esa capa verde que se produce en las peceras.

A través de técnicas propias de laboratorio y de la biotecnología se pueden obtener esas moléculas.

El proyecto de Hemologae es generar un anticoagulante llamado hirudina, presente en las sanguijuelas, para comercializarlo por ahora como reactivo para laboratorios o centros de investigación en salud.

La idea es que luego se pueda comercializar en forma masiva como fármaco y en otras industrias donde se utiliza la hirudina como las de alimentos y cosméticos.

La idea surgió cuando Myrka, Diana y Luis visualizaron el potencial de esta idea.

Llevaban varios años investigando en el Instituto Tecnológico de Costa Rica, en Cartago, e identificaron este enfoque de negocios basado en ingeniería genética.

A finales de 2016 participaron en una competencia -al estilo de las hackathons- conocida como SynBioThon, organizada por la Escuela de Biotecnología del TEC.

La ganaron.

Con eso ingresaron a la incubadora TEC Emprende Lab e iniciaron el proceso para estructurar el negocio.

En el año 2017 recibieron $100.000 para viajar y participar en la incubadora Biotech & Synthetic Byologic (Rebelbio).

También estuvieron cuatro meses en la Universidad de Almería, España.

En febrero del 2018 participaron en una capacitación en el Silicon Valley, California, como parte de los cuatro ganadores del Premio Cuestamoras a la Innovación, otorgado en el Innovation Fest.

En el Silicon Valley se incuba una importante cantidad de emprendimientos en biotecnología con miras a desarrollar la siguiente revolución en innovación.

Actualmente continúan en el laboratorio de emprendimientos de la Escuela de Biotecnología, especializado en proyectos en el área.

Llevan ya tres años y en setiembre pasado finalizaron la etapa de generación de la primera molécula, cuya propiedad intelectual ya están en proceso de registro.

“Estamos acercándonos a las empresas interesadas en una alianza para desarrollar la otras moléculas”, dice Myrka.

Por ahora, de los tres, ella es la única que está a tiempo completo con el proyecto. Luis está concluyendo una maestría en el mismo TEC y Diana trabaja en el Inciensa.

Aparte de la comercialización y búsqueda de alianzas, los tres jóvenes socios están enfocados en impulsar el proyecto con socios costarricenses o de Centroamérica que inyecten capital a este prometedor negocio.