Joven vence estigmas y hoy ayuda a otros a través de emprendimiento social

Raquel Henríquez fue premiada, con otros cuatro jóvenes de Costa Rica, con el galardón Yo Creo, que reconoce el trabajo de emprendedores sociales.

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Raquel Henríquez Lanuza, de 25 años, creció y vive hoy día en el precario Triángulo de la Solidaridad, que se ubica en Goicoechea y está muy cerca de Tibás.

Muchas veces, cuando la gente escucha el nombre de este lugar lo asocia inmediatamente con delincuencia, vagancia y drogas, pero en esa comunidad hay una parte importante de personas que quieren desafiar esas etiquetas sociales.

Henríquez venció no solo esos estigmas, sino la idea de que ella no podría educarse y tener así un mejor futuro.

Debido a las dificultades económicas, muchos jóvenes de esta comunidad dejan la escuela o el colegio para trabajar y apoyar económicamente a sus familias. Precisamente, el nivel de educación promedio en el precario es de hasta sexto grado.

Henríquez tenía que encontrar otra senda, por lo que tuvo que trabajar y estudiar a la vez para lograrlo.

Mientras que a un estudiante –que lleva todo el bloque de cursos y es aplicado- le toma cuatro o cinco años para graduarse de la Universidad de Costa Rica (UCR), a ella le tomó siete años, debido a que tenía que laborar.

Y lo logró. Hoy es administradora de empresas luego de graduarse en agosto de este año de la UCR. En su casa se convirtió en la primera graduada universitaria y hoy es la inspiración para sus hermanas, quienes quieren seguir sus pasos.

Una de sus hermanas termina este año el colegio y quiere estudiar Medicina. Su otra hermana quiere estudiar Ingeniería en Sistemas.

“Ya la dinámica familiar va cambiando. ¿Por qué? Porque ya todos en mi familia quieren ir a la universidad. Eso significa un cambio social en cuanto a nosotros“, expresó.

Henríquez es una líder comunal quien trabaja como voluntaria en la organización El Niño y la Bola, que brinda apoyo educativo a jóvenes que viven en comunidades en riesgo social.

El viernes pasado fue parte de los cinco jóvenes galardonados con el premio Yo Creo, que otorga la Universidad Latina a aquellos emprendedores sociales que se destaquen en Costa Rica.

Los niños con quienes Henríquez trabaja también quieren seguir su ejemplo.

“Los chicos dicen: bueno, si Raquel lo pudo hacer, si pudo terminar la U y otro muchacho (que se graduó este año), nosotros vamos a poder”, contó la emprendedora.

Henríquez trabaja en un call center y desea pronto trabajar en administración -su carrera- con el fin de poner en práctica lo que aprenda en la organización.

Trabajo

El Niño y la Bola (en inglés Boy with a ball) es una organización de carácter internacional, que se estableció en Costa Rica hace siete años y que funciona por medio de la Fundación para el Desarrollo Integral de los Jóvenes (Fundadejo).

Su fundador, el estadounidense Jamie Johnson, visitó Costa Rica y concretamente su comunidad. Él se percató cómo ella fue una de las pocas muchachas de la zona que terminó el colegio y la invitó a formar parte de la organización.

Ella inició como asistente, con lo que se ayudó inicialmente para sufragar sus estudios de Dirección de Empresas.

Hoy es voluntaria (dedica alrededor de 15 horas por semana sin recibir remuneración) y está a cargo de varios proyectos en su comunidad: forma parte de un programa para prevenir embarazos entre jóvenes y es mentora en el programa de becas universitarias, en los cuales les ayuda a los jóvenes cuando tienen algún trabajo o tarea, así como a los niños.

También buscan que los jóvenes ingresen a estudiar a una universidad pública, por lo que les dan cursos especiales para ayudarlos a aprobar el examen de admisión.

La organización trabaja en Los Cuadros de Guadalupe y en el Triángulo de la Solidaridad, gracias al respaldo de voluntarios.

El enfoque de la organización es brindar tutorías a los niños y jóvenes que cursan primaria, secundaria y universidad, ofrecer clases de inglés y otorgar becas universitarias. También trabajan en la formación de valores como disciplina, constancia y esperanza por medio de talleres.

La organización evalúa el desempeño de los niños para ver qué tanto han mejorado académicamente.

Gracias a su centro de tutorías (donde actualmente trabajan con más de 60 niños a la semana) han contribuido a disminuir la deserción de los estudiantes.

Según datos del 2013, solo un 1% de los menores que asisten a las tutorías reprobaron.

Hoy 14 jóvenes de las comunidades se graduaron de bachillerato y están inscritos en la universidad.

Por otra parte, 11 jóvenes están estudiando inglés, de los cuales dos se encuentran en el nivel intermedio y trabajan en call center de Sykes.

También brindan apoyo a las jóvenes embarazadas, ya que es común que las muchachas en esta zona den a luz a edades muy tempranas (antes de los 18 años, e incluso a partir de los 13 años).

De manera complementaria se realizan actividades recreativas: tienen un equipo de fútbol y realizan talleres para hacer bisutería.

La organización subsiste con el apoyo económico de varias empresas, de la Embajada de Estados Unidos y de donaciones individuales.

Actualmente, la organización tiene dos microemprendimientos: una microbús en la que transporta empleados de empresas. También una panadería, que les permite brindar empleo a los pobladores del Triángulo de la Solidaridad.

La idea es que en un futuro, a través de estos emprendimientos y de otros que establezcan, se vuelvan sostenibles financieramente y dependan menos de las empresas.

El dinero que ganó Henríquez -gracias al premio- lo utilizará para financiar el programa de prevención de embarazos en adolescentes, lo cual la tiene muy contenta.