La empresaria que no se amedrenta ante la crisis y ahora rediseña su negocio

Yenory Cordero tiene 61 años, cuatro tumores detectados, se levantó de una quiebra vendiendo a turistas y exportando, y ahora se replantea ofrecer en el mercado local la marroquinería de lujo que produce desde hace 14 años.

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Carlos Cordero

Yenory Cordero hizo su empresa diseñando ella misma los bolsos de cuero fino que produce y vende. Ahora rediseña su propio negocio –ante la caída del turismo y lo que exporta a Estados Unidos y Europa, ambos mercados en crisis- con la habilidad, la disposición y, en especial, la confianza de haber vendido incluso a clientes que nunca habría imaginado.

“Vinieron un francés y luego una señora de Nigeria; se llevaron lo que tenía. Luego vino una asistente de Michelle Obama que me encargó un bolso para la Primera Dama”, dice mientras muestra una carta enviada desde la Casa Blanca, firmada en manuscrito, que colocó enmarcada en la pared a la par de una felicitación de la Embajadora de Estados Unidos en Costa Rica.

Hace 20 años Yenory Cordero iba a Nueva York y a Los Ángeles a traer fantasía fina y accesorios. Entonces empezó a importar bolsos sintéticos, pero como muchos de estos traían defectos y debía reponerlos, pensó en fabricarlos ella misma a mano.

-¿Ustedes me comprarían los bolsos si yo los hago en cuero?- preguntó en las tiendas que ya la conocían.

-Claro que sí- le respondían.

Aprendiendo el oficio

Marroquinerías Yenory (MY) nació hace 14 años desgastando el cuero a mano, cosiendo los bolsos en una maquina corriente, y vendiéndolos en tiendas como La Gloria, Llobet y Sweater Boutique, y en comercios de Pérez Zeledón, Guanacaste y Puntarenas.

El aprendizaje del negocio apenas empezaba. “Me pedían bolsos en cuero amarillo y cuando llegaba a las peleterías me decían que de ese color no había. Llamaba a las tiendas, les ofrecía uno de un color arena, lo más parecido, y luego les llevaba las muestras. Después me dejaron hacer mis propios estilos; empecé con 10 y ahora tengo 400 estilos, todos únicos e irrepetibles”.

A esta altura el negocio había tomado forma y ya ella necesitaba otras maquinas, al menos una devastadora, para adelgazar el cuero en las partes donde se hace la costura. Vio un anuncio del Instituto Nacional de la Mujer (Inamu) sobre financiamiento para emprendedoras, pero al ver la fila de 50 mujeres pensó que no había oportunidad para ella.

La enviaron al Banco Nacional, al departamento de banca de desarrollo. “Preparé una muestra de bolsos y le demostré que tenía clientes. Me dieron ¢500.000. Compré materia prima y la devastadora, una máquina para cortar fajas y otra para coser el cuero. Era suficiente. La troqueladora no, porque siempre he mantenido la idea de confeccionar los bolsos a mano”.

Los estilos originales le hicieron un espacio en el mercado e incluso los propietarios de tiendas Llobet la llevaron a una feria de esta industria en León, México. “Me presentaban no como una proveedora más, sino como la que había hecho crecer sus ventas de este tipo de artículos”, recuerda con orgullo.

Reinicio

A finales del 2007 –la segunda época de más ventas, junto al Día de la Madre- todo eso cambió.

“Los clientes empezaron a traer bolsos sintéticos -los mismos que antes yo traía de Estados Unidos- desde China. Quedé en la quiebra y con deudas en el Banco”.

Empezó a regalar los bolsos que quedaban. A un amigo le dijo que se llevara lo que había. También envió bolsos a unos familiares que vivían en Estados Unidos y a una amiga que vivía en Canadá, diciéndoles que los regalaran o los vendieran. Ellos los mostraron a sus conocidos y empezaron a pedir que les enviara productos para vender allá.

El amigo me dijo que vendiera a los turistas que vienen al país, que comprara un microbús para llevar grupos desde los hoteles. El Banco –al cual no le había dejado de pagar- le dio el financiamiento que necesitaba.

Los bolsos empezaron a venderse en una tienda de un Mall de San Juan, Puerto Rico; formó contactos en los hoteles; e instaló tres tiendas: en La Fortuna de San Carlos, en Grecia de Alajuela y en Tamarindo, Guanacaste, con el nombre de MY Colletion.

Un día la llamaron de un hotel para que fuera a recoger a una señora que quería ver los bolsos. “Era una mujer enorme, africana. Vino acá y se llevó los bolsos, sobre todo los que tenían estilos y colores llamativos, que en Costa Rica costaba vender, pues aquí se prefieren los más sobrios. Ella tenía una tienda en Nigeria y vino a un congreso sobre aves”.

"Me llevo todo "

En otra ocasión de un hotel de Alajuela le avisaron que llevarían a un comerciante francés que siempre pasaba a Costa Rica a descansar, luego de comprar bolsos y otros productos de cuero fino en Colombia y Argentina.

Cuando el comerciante francés vio los bolsos pidió una mesa y empezó a colocar bolsos unos encima de otros.

“Los revisaba por fuera y por dentro. Creí que era para escoger unos cuantos”, recuerda Cordero.

Cuando terminó de colocar los bolsos que le gustaron se volvió hacia ella y le dijo:

-¿Tiene cajas para empacar todo esto?- preguntó el comerciante en francés.

-¿Qué es lo que quiere?- preguntó Yenory Cordero al propietario del hotel.

-Quiere llevarse todos- tradujo éste.

Ella quedó sorprendida.

“Yo no lo creía”, cuenta Cordero. Preguntó el precio. Le dije que $189 cada bolso y que le daba un descuento de 30%”.

Él le regateó.

-Deme 40%- el dijo el francés y ella aceptó.- ¿Recibe tarjetas?

Salieron a buscar el dinero para pagarle en efectivo y ella también corrió a otro sitio por las cajas.

“Mientras fueron a un cajero automático, yo corrí a un supermercado donde siempre hay cajas. Después de esa vez, él siguió comprándome y llegó a pagar hasta $300 por bolso. Decía que mis estilos competían con los mejores diseñadores”.

La situación volvió a cambiar ahora con la continuación de la crisis que se ha producido en Estados Unidos y en Europa desde el año 2007.

“La señora de Nigeria me compró durante tres años seguidos, hasta el 2010, y el francés antes venía dos veces al año, pero la última vez solo realizó un viaje. Allá la gente compra menos. Aquí en Costa Rica los turistas apenas traen dinero para pasear, ven los bolsos y se van sin comprar”.

Las tres tiendas hubo que cerrarlas. La de Tamarindo fue la última, hace unos seis meses.

Preparada

A diferencia de cuando las importaciones de bolsos desde China la tomaron por sorpresa, ahora Yenory Cordero hace frente a la nueva realidad con más seguridad de sí misma.

Ya son 14 años de fabricar y crear sus propios bolsos; no han sido fáciles tampoco en lo personal, pues durante los últimos ocho años le han detectado cuatro tumores.

Tuvo que aprender sobre marroquinería, sobre exportaciones, sobre los vaivenes económicos y ahora sobre redes sociales -está en Facebook- con la ayuda de su hija.

Para seguir adelante ella cuenta con el apoyo que recibe de quienes la conocen, de los familiares, de la Cámara de Exportadores de Costa Rica (Cadexco), del Banco, y de los clientes.

Los nuevos pasos los está dando cuidadosamente, indagando primero qué puede vender -introdujo sandalias y los cuadros de retazos de cuero fino, de los cuales ya vendió tres- en boutiques y en tiendas, así como la posibilidad de tener un local o un kiosko en algún Mall.

Pronto Marroquinerías Yenory tendrá su sitio integrado en el portal del Banco Nacional para compras y ya incorporó una asistente para la administración y atención del sitio web de la empresa.

Continuaré encargada de las compras de materia prima, del diseño de los productos, supervisando el taller –donde tiene tres operarios-, y de las ventas y la atención de los clientes”.

Ficha de la empresa

Nombre: Marroquinerías Yenory

Negocios: Bolsos, fajas, sandalías y cuadros de cuero fino hechos a mano.

Ubicación: San José, La Uruca.

Año de fundación: 1997