Columna Conectados: Primeras señales, virtualización y la necesidad de conectar

¿Qué pensarían si les digo que ya han empezado una serie de señales débiles a cuestionar las ventajas de trabajar masivamente en forma remota?

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Nadie duda que la pandemia aceleró el trabajo remoto. Las ventajas de trabajar desde casa o desde cualquier sitio sin tener que ir a la oficina se esgrimen de uno y otro lado y son tantas que parece que este cambio forzado llegó para quedarse.

Nos hemos virtualizado y el precio de la acción de Zoom lo demuestra. Hoy por hoy su valor de capitalización bursátil es más alto que todas, óigase bien, que todas las aerolíneas estadounidenses juntas. Al fin de cuentas tanto las aerolíneas como Zoom están en el negocio de conectar gente. Y, sin embargo ¿qué pensarían si les digo que ya han empezado una serie de señales débiles a cuestionar las ventajas de trabajar masivamente en forma remota?

Como consultor de empresas suelo recomendar a mis clientes que estén atentos a las primeras y apenas perceptibles señales de cambio en el entorno o los mercados. Son esos signos, preferencias o movimientos que aparecen muy temprano en el juego. Pueden venir de los clientes, de los competidores o de los trabajadores en el piso o en la fábrica, o pueden ser lanzados por analistas, pensadores o visionarios.

Un ejemplo tal vez nos ayude a comprender mejor estas “señales débiles”. En las ventas a detalle se acostumbraba a hablar de las ventas por metro cuadrado como un indicador clave, cuando de pronto alguien empezó a hablar de ventas en línea o en canales digitales y el comentario pasó casi desapercibido ... pero esa señal débil se empezó a repetir y a multiplicar ... en varios frentes ... en diferentes geografías y de pronto nos damos cuenta de que ya era tendencia.

Con el trabajo virtual podría pasar lo mismo, y es posible que estemos empezando a ver indicios o señales de que no todo es mejor que cuando solíamos acudir puntualmente a nuestros centros de trabajo. La creatividad, el compromiso, el trabajo en equipo y por consiguiente la productividad parece que está descendiendo en aquellas compañías en las que los trabajadores dejaron de verse la cara, de compartir en los pasillos, de tomarse un café en las oficinas o alrededor de ellas.

¿Será cierto entonces que las personas necesitamos compartir físicamente entre nosotras y vernos directamente a la cara para poder desarrollar todo nuestro potencial? Si la respuesta es sí, entonces ¿qué pasará con la educación básica? ¿Necesitamos crear y mantener un vínculo entre seres humanos para liberar nuestro verdadero potencial de aprendizaje?

Es muy pronto para llegar a conclusiones, pero no lo es para tratar de escuchar y discernir si estas señales débiles son una advertencia de que tal vez llegamos muy pronto a una deducción, aunque deseable, equivocada. Tal vez después de todo sí necesitamos estar con los pies en la tierra y conectados.