Columna Scientia: El cerebro y la crisis ambiental

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Como lo comentábamos en la columna anterior, en un análisis realizado por Gerald Addy (MAHB, feb. 2015) sobre por qué los humanos no reaccionamos como deberíamos ante la seriedad del problema ambiental, a pesar de la abundante evidencia científica, el autor llega a la conclusión de que el problema radica en el cerebro.

Es un hecho conocido que los humanos tenemos el cerebro más desarrollado de todas las especies vivientes, siendo su parte cognitiva (el neocórtex) la responsable, entre otras cosas, del avance y logros de la ciencia y la tecnología. Pero cuando nos enfrentamos a situaciones de conflicto y estrés, el control del cerebro lo asumen las regiones límbicas y reptiles más primitivas, dominando los procesos cognitivos y racionales del pensamiento.

Addy cree que los instintos innatos de supervivencia, que fueron fundamentales en nuestro pasado como especie, todavía tienden a dominar nuestra capacidad única de pensamiento; factores emocionales como el miedo o el enojo nos bloquean el pensamiento racional.

Esto representa una enorme limitación ante el serio problema ambiental que enfrentamos. Significa que los cambios que se requiere implementar son rechazados casi automáticamente, al no ajustarse a pensamientos o ideologías preconcebidas, que una vez establecidos en nuestro cerebro son muy difíciles de remover.

Es por ello que el tratar de cambiar el estilo de vida que hemos adoptado se convierte en una amenaza a nuestro statu quo .

Addy agrega otro elemento interesante a su análisis: la capacidad humana aprendida de negar realidades, que es una forma de refutar o ignorar información dolorosa o inconveniente, lo que nos ayuda a evitar confrontar un determinado problema.

Este análisis de Addy podría entonces explicar esa tendencia humana moderna de mantener a ultranza un modelo de desarrollo insostenible, que por sus consecuencias pareciera suicida.