Columna Scientia: Hacia arriba y hacia abajo

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Hace unas semanas conversaba con una audiencia de niños de escuela y adultos mayores sobre la maravilla ingenieril que es un árbol. Tratamos el tema de cómo un árbol puede tomar agua del suelo y llevarla hasta su copa, a varios metros de altura, sin usar una bomba y gastar energía. Y comentábamos también el hecho asombroso de que simultáneamente el árbol mueve agua cargada con nutrientes en sentido inverso, desde las hojas hacia las raíces.

Todo este complejo sistema de transporte hacia arriba y abajo responde a la necesidad de distribuir agua y diferentes nutrientes por los tejidos del árbol, sea el follaje, el tronco o la raíz.

Existen dos grandes fuentes de distribución. La primera está en el suelo, donde hay agua y muchos elementos químicos que la planta necesita y que son absorbidos por la raíz y llevados hacia el tronco y el follaje. La segunda fuente está en las hojas, donde se realiza la fotosíntesis, la fabricación de muchos compuestos alimenticios o con funciones fisiológicas (hormonas) que deben ser conducidos hacia abajo, hacia ramas, tronco y raíces.

El mecanismo mediante el cual la planta mueve los nutrientes hacia abajo ha ocupado la atención de los científicos por mucho tiempo, pues es un tanto complejo y diferente al del ascenso del agua. Este último se da por un conducto de células muertas (el xilema), mientras que el del descenso se da a través de células vivas (el floema).

Se ha demostrado que existe una presión que mueve el líquido hacia abajo (presión osmótica) desde las hojas, donde se da una alta concentración de azúcares y otros nutrientes, hacia los tejidos del tallo y la raíz, en donde la concentración es más baja.

Así se explica en parte cómo las plantas cumplen con la función de redistribuir sus nutrientes, usando mecanismos fisicoquímicos elementales sin requerir energía, los cuales operan sin sufrir fallas por millones de años.