Columna Scientia: La tarea de cumplir los compromisos de París

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En la 21 Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático –realizada en París en diciembre de 2015–, 195 países, incluidos los más industrializados, acordaron reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero para limitar el aumento de la temperatura a niveles “muy por debajo de los 2 °C” y “proseguir con los esfuerzos” para que el incremento de las temperaturas no supere 1,5 °C en relación con la media histórica preindustrial.

Si esto se compara con los numerosos fracasos en llegar a algún acuerdo durante los años transcurridos desde la Cumbre de Río de Janeiro en 1992 (cuando el tema del cambio climático se puso formalmente en la agenda mundial), el acuerdo de París es un hecho positivo e histórico. Es una clara y poderosa señal de que es posible alcanzar un acuerdo mundial sobre este gravísimo problema que enfrenta la humanidad. Este es el aspecto positivo.

Pero el acuerdo es imperfecto; un problema medular es que ningún gobierno estuvo dispuesto a convenir con los otros cómo poner en práctica el convenio.

Ejemplo de ello es que voluntariamente una gran mayoría de países estuvo anuente a reducir sus emisiones o al menos limitarlas de aquí a 2025-2030, pero según los especialistas ya para entonces la temperatura habría subido cerca de 3 °C.

El mismo acuerdo sugiere a los países revisar sus emisiones hacia el 2020, pero estableciendo 2025 como una fecha obligatoria para hacerlo, demasiado tarde para muchos especialistas.

Hay muchos otros aspectos del acuerdo de París, sobre todo de carácter económico y social, que podrían comentarse; pero la humanidad deberá esperar a ver si este acuerdo, como esperamos, puede convertirse en un trampolín para consolidar cambios en políticas verdaderamente duraderos o, por el contrario, fue una reunión más, cuyas buenas intenciones nunca se plasmaron en acciones concretas cuando el cambio climático ya está aquí.