Educación sin aprendizaje

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Decía Nelson Mandela que “la educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. Sin embargo, una educación sin aprendizaje no es más que una gran oportunidad perdida.

Datos de un informe del Banco Mundial sobre el tema del aprendizaje a nivel global revelan, por ejemplo, que el 75% de niños de tercer grado en varios países de África y Asia no pueden leer una frase como “el perro se llama Fido” o resolver una resta como 46-17.

Además, los resultados de las evaluaciones son peores en la población de bajos ingresos respecto a la de ingresos altos, lo cual aumenta la desigualdad y limita a quienes precisamente necesitan más de una buena educación para prosperar en la vida.

Se vive una crisis de aprendizaje más que de educación, donde el principal problema no es la falta de escolaridad, sino que, una vez llegados allí, no aprenden.

Incluso en países que se dicen tener una buena educación, como Costa Rica, el puntaje de corte para los estudiantes del cuartil más alto en la prueba PISA de matemática es igual al del cuartil más bajo en Alemania.

Todavía hay gente que no sabe calcular un vuelto, entender las indicaciones del médico o interpretar las promesas en una campaña electoral.

A pesar del apoyo retórico de los políticos a la educación, en la práctica los sistemas educativos conspiran contra el aprendizaje. Algunas de las causas identificadas incluyen que muchos profesores son tan ignorantes como sus estudiantes, el alto ausentismo laboral, la malnutrición, así como la carencia de libros, cuadernos e infraestructura.

También en muchos países los sindicatos de educadores son un obstáculo para el cambio y que gran parte del presupuesto educativo no beneficia a los estudiantes sino a los burócratas que controlan el sistema.

¿Qué hacer? Lo primero sería medir mejor el aprendizaje. Este debe ser un objetivo formal y cuantificable. No hay otra forma de saber el estado del sistema educativo y de determinar si las estrategias funcionan o no.

Se debe priorizar al aprendizaje sobre la cobertura. De poco sirve gastar mucho y que un alto porcentaje de los estudiantes asista a clases si los jóvenes aprenden poco.

Por último, se debe ir más allá del aula. Todo el sistema tiene que favorecer el aprendizaje. Se deben incorporar los avances de la neurociencia y la innovación educativa. Además, las nuevas tecnologías no deben verse como una solución mágica sino como un complemento que debe usarse selectivamente.

Esperemos que el inicio de este curso lectivo brinde un espacio para la reflexión sobre este tema. Es urgente hacerlo mejor.