El principio de separaciones

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Las intenciones para dar Internet gratis por parte de gigantes como Google y Facebook deben ser vistas con sumo recelo.

En principio, todo suena muy loable y estas niegan intenciones ventajosas, pero no somos pocos los que vemos un propósito subrepticio detrás de ese “altruismo”.

Estas empresas acaparan un tráfico altísimo y en constante crecimiento. El sistema operativo Android, el buscador, mapas, las socnet, Hangouts, WhatsApp y Messenger son clara evidencia de que pasamos mucho tiempo atrapados en sus servidores.

Si a esto le sumamos las llamadas de Voz sobre IP, el envío de dinero y la Internet gratis, nos daremos cuenta de que aquella consigna de navegar libres por la red se ha convertido en un ancla muy gruesa y profunda.

No hay que ser genio para sospechar que estos leviatanes querrían dar conexión “gratuita” para que naveguemos dónde más sino en sus servidores. Tampoco hay que tener el IQ de Stephen Hawking para presentir que darían un tráfico preferencial a los usuarios que empleen sus servicios y lentificarían a quienes utilicen los de otros.

Ante esto, solo nos queda apelar al llamado principio de separaciones. Este es un derivado de la neutralidad de la red que pretende controlar estas intenciones monopolísticas y detener las alianzas entre proveedores de acceso a la Internet (ISP) y proveedores de contenido (ICP) para tener prioridad sobre los más pequeños.

Básicamente, hablo de un acuerdo y legislación (nacional e internacional) para evitar las “buenas intenciones” y las alianzas mencionadas, y obligar a los Estados a no favorecer a ninguna de estas.

Los defensores de la tesis contraria dirán que esto va contra las libertades comerciales, pero los principios de separaciones son tan saludables como el entender que la separación tripartita de poderes nació para evitar el absolutismo monárquico.

De lo contrario, pronto habrá una empresa que dirá “l’Internet c’est moi”.