País quiere ser laboratorio de volcanes

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“Costa Rica es uno de los mejores ‘laboratorios naturales’ del mundo para estudiar volcanes”.

No lo dice el físico costarricense Jorge Díaz, cuyas investigaciones están tratando de posicionar al país en ese tema.

Lo dice David Pieri, investigador principal del Aster Volcano Archive de la NASA.

Tener una cordillera volcánica activa (sin llegar a devastadora) es una de las cualidades que hacen idóneo al país para servir de laboratorio para el estudio de los cráteres.

Además, Piere considera que existe una buena accesibilidad a los centros volcánicos activos y que hay un adecuado nivel de infraestructuras técnicas para que los científicos puedan trabajar en campo y en laboratorio.

Pero también destaca la voluntad política que percibe. “La cooperación de las autoridades de la aviación civil es excelente y hay un buen entendimiento de los beneficios de este tipo de investigación, dentro de la comunidad de aviación costarricense. Estos son dos elementos claves para hacer este tipo de trabajo”, dijo a EF.

Por eso, considera que Costa Rica es un lugar apto para probar ideas de investigación novedosas e incluso, para implementar tecnologías inéditas para el estudio de esos temas.

La información que se recopile no solo sería de utilidad para conocer más sobre los volcanes del país y predecir futuras erupciones, sino que también serviría al resto del mundo.

De acuerdo con Díaz, investigador del Centro de Investigación en Ciencias Atómicas, Nucleares y Moleculares (Cicanum) de la Universidad de Costa Rica (UCR), ya existen conversaciones con la NASA para que Costa Rica llegue a ser un laboratorio mundial que sirva de referente para calibrar los satélites que monitorean los volcanes del mundo.

“Un satélite de teleobservación, lo que ve es una foto. Para saber si esa imagen es una nube de agua o de ceniza, se necesita validar la información con datos recopilados in si tu y en tiempo real”, explicó.

Esos datos se usan para calibrar los satélites y para entender mejor el comportamiento y las propiedades de los volcanes. Esto con el fin de crear modelos sobre la trayectoria de las cenizas que liberan sus erupciones y que pueden ocasionar accidentes aéreos.

Díaz y Pieri coinciden en que no es común tener ese tipo de información disponible. Como en Costa Rica la actividad volcánica es moderada, es menos peligroso tomar esos datos.

“Nos gustaría estudiar grandes erupciones volcánicas, pero las que se portan bien, como las de Costa Rica, hacen la investigación más accesible, más predecible y más segura. Por eso, los volcanes de aquí son un buen target para empezar a estudiar el tema”, dijo Pieri.

Trabajo de campo y de aire

Ambos profesionales participan en un proyecto que estudia las erupciones del volcán Turrialba a partir de datos recopilados por un avión robótico no tripulado.

Ingrese aquí para ver un video del proyecto.

Así, los científicos no necesitan estar en las faldas del cráter para estudiarlo, sino que al avión se le programa la ruta que debe seguir para poder obtener, con cámaras, infrarrojas y sensores, datos sobre la química y la física de los objetos de estudio.

Ese avión costó $40.000 y permite cargar suficiente equipo como para medir gases, presión, temperatura y posición de la pluma volcánica. A futuro, podrían crear propiedad intelectual con diseños de prototipos más baratos, de unos $2.000, dijo Díaz.

Ingrese aquí para conocer más detalles del avión robótico no tripulado.