Tecnología tranquila: los dispositivos comienzan a madurar

La madurez tecnológica trae una nueva generación de aparatos que ayudan a reducir el estrés, y dejan de lado la multitud de alarmas y avisos estridentes

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Amber Case, antropóloga estadounidense dedicada a estudiar al relación entre máquinas y humanos, imagina el futuro de la cocina con decenas de aparatos parlanchines. La refrigeradora avisa que hay bananos podridos y que, tal vez, hoy llueva; la cocina, que ya está listo el pollo; el teléfono, que ya casi se descarga; el horno, diciendo que las papas se van a quemar y que ya es hora de irse. Todo al mismo tiempo, pidiendo toda la atención del cocinero a cada instante.

"Créanme, un ser humano no necesita a una máquina para saber cuando un banano está malo: ¡se ponen negros!", dijo Case en su conferencia durante el Summit Experience Design de la Universidad Véritas. La experta estadounidense es una de las mayores exponentes de la tecnología tranquila en el mundo.

Su filosofía dicta que la madurez tecnológica se alcanza cuando el usuario puede ignorar a los dispositivos la mayoría del tiempo, cuando estos solo aparecen en el momento adecuado. La mejor analogía viene de la mano de la cafetera: solo cuando hierve el agua, necesita de un humano. El resto del tiempo, permanece en silencio.

Según Case (y un puñado de otros científicos del orbe), así deberían ser la ropa, los electrodomésticos, las aplicaciones y cualquier dispositivo inteligente: como una cafetera.

Así, un reloj inteligente no necesita emitir alertas visuales o sonoras todo el tiempo, sino pequeñas vibraciones con señales que no distraigan pero brinden información.

Los ejemplos no sobran, pero existen. Sleep Cycle, por ejemplo, permite calcular las ondas del sueño, despertando a su dueño justo en la fase del sueño más ligera. Todo lo contrario a las alarmas que despiertan hasta al gato. La aplicación está disponible para iOS y Android por $0.99.

En términos científicos, las innovaciones solo requerirán de la atención periférica de los seres humanos, permitiéndoles prestar atención a más asuntos con menos sobrecarga cognitiva, informándolos y dejándolos tener el control.

La tecnología no se hace más inteligente: los humanos se vuelven más listos (y más tranquilos) de su mano.

La tendencia se va convirtiendo en una filosofía de vida. Estudiantes del Instituto del Diseño de Standford llevan un curso llamado “diseñando la calma”. En el 2012, el New York Times lo describía como “un campo emergente que busca aliviar el estrés incorporando atención plena en los dispositivos que impregnan la vida contemporánea”.

Sus estudiantes respiran profundo antes de empezar la clase, imaginan un paraje inspirador y encuentran allí la motivación para crear dispositivos tranquilos, con la convicción de que las máquinas deben volver a los seres humanos, más humanos.