Jinete sin cabeza: rueda que rueda

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La firmeza no tambaleó el pulso al apuntar el arma a quemarropa y volarse en dos monasos la cabeza de Francisco Jiménez, pero ¿son honestas las razones expuestas por la Presidenta para justificar su salida del Ministerio? Eso estará por verse.

¿Media verdad al revés, tal vez? Habrá que seguir leyendo entre líneas.

Con el gastado pañuelo de la responsabilidad política se recogen los pringues que suelta la corrupción.

¿Quién asume la responsabilidad política de un gobierno en el que los ministros han rotado como trompos? Tantas vueltas ha dado la ruleta ministerial que el país está mareado y con nauseas a flor de piel. Este no gustó, aquel no dio la talla y por allá quien sabe… venga el que sigue y que continúe la fiesta.

Rodar, rotar y rodar sin dirección clara.

Hay varios ministros que le han salido rana a Chinchilla, desmembrando de salto en salto el equipo de trabajo que se suponía era de su entera confianza. ¿No fue ella quien los eligió para que la acompañaran en su cabalgata?

Algunos eran conocidos de la casa y otros fueron reclutamientos externos. Ni lo uno ni lo otro, por si solo, es garantía de nada.

¿Será que la estabilidad pasó a ser objeto de relicario? Es una idea que le pone los pelos de punta hasta a quien no tiene cabeza.

Empresas que mantienen una constante rotación en sus puestos directivos son en su mayoría altamente conflictivas y poco eficientes. Los gerentes de turno van dando palos de ciego encontrando imposible dar continuidad a la gestión de su antecesor.

Son cunas del desorden y del descontrol en las que a diario se sirve con el café el veneno de la ansiedad, minando el compromiso y la confianza de los trabajadores. Se caracterizan por ofrecer un liderazgo más insípido que un bollo de pan de ayer.

Se le debe prestar especial atención a los costos ocultos de la rotación de personal, principalmente a aquellos aspectos intangibles que resultan muy costosos y que con cada baja van drenando la competitividad del negocio. Y claro está, en un gobierno la factura es enorme en este sentido.

La inestabilidad a la cabeza de una organización rompe como bisturí y deja cicatrices queloides. No pocos hemos probado el sabor a vinagre de esta experiencia, dando vueltas entre el desconsuelo y el instinto de salir rodando.

¿Cómo pedirle cuentas a un jinete sin cabeza? Y más aún resulta imposible colgar medallas a falta de un cuello que las sostenga.

Hoy por hoy ¿habrá que ser un loco muy cuerdo para aceptar un ministerio que ha quedado sin cabeza en un gobierno como el actual?