Otro día de presa y asoleada

Uno se levanta con más fe que San Roque de que algún día las autoridades, los políticos y los tráficos haráan algo de verdad para mejorar nuestras asoleadas estadías en las calles

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Los ticos nos acomodamos, con esa capacidad natural para acomodarse a todo, al caos de las presas provocadas por la falta de infraestructura, ausencia de oficiales de tránsito ya crónica, arreglo de la platina y ampliación del puente Virilla por Pozuelo.

Y cada quien lo asume como puede, en especial cada día –este lunes o el martes y el lunes anteriores– donde las presas normales se convierten en algunos sitios en forma aleatoria en parqueos con asoleada tipo playa.

Eso sí, todos nos acomodamos al asiento y bajamos el nivel de impaciencia, pues nada parece que se resolverá ni con las ya recicladas promesas pre-electorales.

La semana pasada el chofer del bus hasta se puso las manos en la nuca varias veces para sostener su tedio en un embotellamiento en que no se movía ni el aire.

Unos leemos. Yo avanzo las novelas que ando una cantidad de páginas como nunca, o como casi siempre que estoy en una presa. Aquel devora en La Nación hasta los anuncios y el que lleva La Teja no pasa de la última página.

Hay momentos en que el calor, el sol, el cansancio te bloquean y ya ni se puede leer ni hacer nada, ni siquiera se puede revisar el celular. Hoy lo saqué y aproveché para escribir este post en el bloc de notas.

Lo otro que se puede hacer es dormir la siesta, pero uno se despierta, revisa el celular, cae de nuevo. Al rato se vuelve a despertar y hace lo mismo. O medio abre un ojo para confirmar que no se ha avanzado nada.

Ahí va un pasajero que parece contorsionista y se duerme quebrado en dos, la cabeza sobre el asiento delantero y vuelta hacia la ventana en un movimiento al estilo de El Exorcista.

Un joven mira videos en forma compulsiva, por dicha en silencio educado y civilizado usando sus audífonos, tragando tantos datos que los gerentes de los operadores deben estar en shock por la saturación de la red a raíz de la multitud de casos así.

Y las llamadas de llegada tardía se clonan por acción y gracias a que llevamos más de media hora entre el parque y el MacDonald de Santo Domingo.

La joven que va a mi lado le dice a alguien que está en la presa, que lleva la tarea en Word y que se siente adelante para que grabe la clase.

En algún momento ella me pregunta que por dónde vamos, con la esperanza de que le diga que ya salimos de Santo Domingo, pero no hemos llegado ni al cruce de Santa Rosa.

Varios reciben llamadas y delatan sus gustos en ringtones: aquel el tradicional del iPhone, uno reggaeton (comentario al margen... :P), otro cumbia o algo que se parece.

Todos responden igual. "Todavía estoy en la presa". Léase, vamos y llegaremos tarde.

En los autos algunos aprovechan para descansar sobre el volante, cambiar de emisoras para hacer algo, adelantar mil asuntos por teléfono o simplemente ligar, hacer exclamaciones pues nadie avanza y todo el mundo da campo a los vehículos que salen de las laterales, revisar redes sociales, fijarse si el Güeis tiene buenas noticias o sigue con rutas en rojo intenso, y caer en cuenta que están tan atrapados como los que vamos en el bus.

A esta altura uno se pregunta porqué uno se ve atrapado en estos casi parqueos.

Primero, porque las presas están en todo lado (Lindora, hacia y desde Cartago, Escazú, entrando a San José por la 32, en Guadalupe, en San Pedro de Montes de Oca,...) y ya son a cualquier hora. Te las topas a las 5:30 am e incluso a las 9 p.m.

Y porque, aunque bien sabemos que todos los días hay presas, que estas semanas es peor y que la próxima los malos augurios por la entrada a clases son realmente malos, uno apenas se puede levantar con las fuerzas que le quedaron del día anterior de andar en presas.

Además, tiene la esperanza de que sea un día anormal de tránsito rápido y fluido.

Y porque uno anda con más fe que San Roque de que algún día las autoridades, los políticos y los tráficos hagan algo para mejorar nuestras asoleadas estadías cada mañana –y también en las noches– en estas calles de carretas, y reitero con perdón de las carretas.