Debemos cambiar de estrategia ante la pandemia del COVID-19

La medicina no debe ser peor que la enfermedad. Existen alternativas para reducir la velocidad del contagio

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El 28 de abril del año 2009 se confirma el primer caso de la pandemia de gripe A (H1N1) en Costa Rica. Al 15 de octubre de ese año, 38 personas habían fallecido a causa de esa enfermedad. Un año después de registrarse el primer caso, se habían registrado unas 56 muertes.

En aquel entonces, no hubo cuarentena. Las medidas más severas fueron: extender por una semana el periodo de vacaciones de medio año de los estudiantes de primaria y secundaria, suspender la romería que se celebra el 2 de agosto y solo se suspendió un concierto.

Se argumenta que el caso del COVID-19 es distinto por ser muy contagioso. Sin embargo, la gripe común también es muy contagiosa, causa miles de muertes cada año y no por eso ningún país la declara emergencia nacional.

Por ejemplo, del 1 de octubre del 2019 al 14 de marzo del 2020, según el Center for Disease Control and Prevention (CDC) de los EE. UU., se estima que, en relación a la gripe común, en los EE. UU. hubo entre 38 millones y 54 millones de infectados; entre 17 millones y 25 millones de visitas médicas; entre 390.000 y 710.000 hospitalizaciones y entre 23.000 y 59.000 muertes.

Por su parte, a la fecha (25 de marzo del 2020), se han reportado en los EE. UU. poco más de 55.000 casos por COVID-19 y 869 muertes. Desde el punto de vista de números, la gripe común es mucho más letal y contagiosa, pero no por eso se requieren medidas de emergencia.

Muchos (la mayoría), erróneamente, usan una función exponencial para pronosticar la cantidad de contagios y muertes por coronavirus en las próximas semanas. Según ellos, al ritmo que va creciendo la cantidad de infectados por día, pronto serán millones los infectados.

Sin embargo, usar una función exponencial no es del todo correcto puesto que debe asumirse no reincidencia de las personas que ya se contagiaron. Por tanto, al aumentar el número de contagios, disminuye su probabilidad y cae su aceleración. Invito al lector a ver este video con una explicación matemática sobre la función exponencial y las epidemias.

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Dado que no existe cura para el COVID-19, probablemente las políticas de cuarentena no van a evitar los contagios, solo van a distribuirlos a lo largo del tiempo pero a un costo económico muy alto.

¿Se justifican las medidas de “quedarse en casa” tomadas por el Gobierno?

En un artículo publicado en La Nación, la ministra y la viceministra de Salud de aquel entonces que enfrentaron la pandemia del A (H1N1) dan 10 razones para justificar la diferencia en las medidas tomadas en ambas pandemias. Sin embargo, las razones no son convincentes. Algunos de los motivos son los siguientes: 1) la pugna política en la actualidad entre Trump y el gobierno comunista chino. 2) El A (H1N1) se originó en México y el COVID-19 en China. 3) Las fake news. No veo cómo estas razones pueden justificar una cuarentena, prohibir la circulación de vehículos después de las 10 p. m., la cancelación de las misas y cultos religiosos, ni cancelación de vuelos.

Por tanto, ¿estamos exagerando las medidas de “quédate en casa”? Países como Japón y Corea del Sur no solo están adoptando medidas menos restrictivas al comercio y a la libertad de movimiento, sino que han sido mucho más exitosos que Costa Rica en el control del COVID-19.

Quiero que el lector reflexione si las medidas que se están tomando en Costa Rica tendrían un alto componente de histeria colectiva y, por tanto, contraproducentes. La reflexión es importante porque la política “quédate en casa”, está empeorando la desaceleración del crecimiento económico que venimos experimentando desde hace meses.

El sector privado está despidiendo personal, se están cerrando negocios (en particular aquellos vinculados con la industria turística), los salarios se están recortando como medida alternativa al despido, etc. Sin salario no se podrá comprar jabón, ni alcohol, ni se podrá pagar las cuotas de la CCSS para ser atendido. A quien no esté asegurado o con sus cuotas al día, la CCSS está cobrando ₡100.000 por la prueba del COVID-19. En otras palabras, las medidas impulsadas por el Gobierno tienen consecuencias económicas muy serias y es una irresponsabilidad ignorarlas.

¿Cuál es la razón de la política “quédate en casa”?

Se nos dice que el objetivo de la cuarentena no es acabar con la enfermedad sino disminuir la velocidad del contagio; es decir, el objetivo es “aplanar la curva de contagio”. La razón de esto es porque, según los gobiernos, nuestros sistemas de salud no poseen la capacidad de respuesta necesaria. Es decir, tenemos sistemas de salud altamente ineficientes.

Se sabe que los virus mutan. Se sabía que eventualmente surgiría un nuevo virus para el cual no tendríamos cura. Se sabe que el coronavirus SARS-CoV-2 no será el último y que vendrán nuevas pandemias. Es decir, ningún sistema de salud puede alegar que no estaba preparado para esta pandemia como justificación por la falta de camas, equipo médico, etc., para atender emergencias respiratorias propias de coronavirus y gripes agudas.

Es obvio que nuestro sistema de salud no está preparado para atender ninguna pandemia por cuanto desde hace años los pacientes de la CCSS deben esperar, literalmente, hasta años para una cita con especialista o para una cirugía.

Las medidas de “quédate en casa”, cierre de negocios, limitación del tránsito, etc., están en proporción directa con el nivel de ineficiencia e ineficacia de los sistemas de salud. Entre peor sea el sistema de salud, mayores son las medidas necesarias para aplanar la curva de contagio. Por tanto, no debe aplaudirse cada vez que los gobiernos imponen mayores medidas para restringir el comercio y la libre movilidad, porque solo reflejan el mayor fracaso de los sistemas públicos de salud.

Se estima que la vacuna contra el COVID-19 puede demorarse al menos un año. Por tanto, me surge la pregunta, ¿por cuánto tiempo piensa el Gobierno mantener sus políticas que han deteriorado el ya débil aparato productivo? ¿Hasta que aparezca la vacuna? ¿Ha estimado el Gobierno cuando habrá suficiente inmunidad de grupo para ir flexibilizando sus medidas? En países como Japón, con una densidad poblacional altísima, que recibieron casi dos millones de chinos entre enero y febrero, solo suspendieron las lecciones por 15 días y han controlado al COVID-19 mucho mejor que Costa Rica con medidas alternativas.

Debemos cambiar de estrategia

En Costa Rica, la medicina está resultando peor que la enfermedad. Debemos cambiar de estrategia siguiendo el ejemplo de países que han tenido éxito en el control de la pandemia con el fin de ir reabriendo el comercio y rehabilitando el aparato productivo.

Que quede claro, la cuarentena, la suspensión de lecciones no evitará el contagio; solo lo distribuirá en el tiempo. Por ejemplo, sin medidas se podrían contagiar 1.000 personas en un mes. Con medidas, esas 1.000 personas se contagiarán a lo largo de cinco meses. La cuarentena no tiene nada que ver con la protección de la vida.

El caso de Japón:

Japón cuenta con una población de más de 126 millones de habitantes. A pesar de su cercanía con China, al 25 de marzo, solo se han reportado 1.307 casos y 45 muertes. Tengamos presente que Japón es un país densamente poblado y tiene la mayor proporción de adultos mayores en todo el mundo. En enero llegaron 925.000 chinos y en febrero 89.000.

Sin embargo, los colegios solo se cerraron por dos semanas. Las tiendas y los restaurantes permanecieron abiertos. La estrategia es que, en vez de campaña a nivel nacional, se concentran en la focalización.

Otra de las razones del éxito del Japón, es su cultura de limpieza y del uso de mascarillas. Según las cifras, cada japonés, incluso antes del coronavirus, consume en promedio 43 mascarillas al año. Lo curioso es que en Costa Rica se recomienda no usar mascarillas ante el COVID-19.

El caso de Corea del Sur:

Al 25 de marzo, Corea del Sur ocupa el décimo lugar en países con el mayor número de caso reportados en el mundo con un total de 9.137; cifra que uno esperaría mucho mayor porque es un país muy cercano geográficamente con China. Sin embargo, en Corea del Sur la tasa de mortalidad por COVID-19 es de apenas 0.6%; la más baja del mundo.

Se argumenta que una de las claves del éxito surcoreano se debe a su gran capacidad para realizar las pruebas del COVID-19 de manera rápida y oportuna. Una vez que se detectó el primer caso, fueron capaces de realizar pruebas a más de 200.000 personas quienes habían tenido contacto con la persona vinculada con el contagio original. Es decir, aplicaron una política focalizada. Para poder realizar más de 20.000 pruebas diarias, el gobierno contrató a cuatro empresas privadas para que se hagan cargo de aportar los kit de prueba que el país necesite.

Las pruebas se realizan en laboratorios, tanto públicos como privados que están diseminados por todo el país de manera que se reduzca la necesidad de traslado de quienes posean síntomas del COVID-19. Con ello se reduce la probabilidad de contagio. Las pruebas no tienen ningún costo directo para el paciente porque se financia con el presupuesto público en salud. Solo quienes resultan positivos en las pruebas se les obliga a permanecer en cuarentena.

Hace poco un amigo manifestó que a su padre no le quisieron hacer la prueba del COVID-19 en la CCSS, a pesar de presentar síntomas, debido a que, al parecer, no había tenido contacto alguno con las personas infectadas hasta el momento. ¿Es esa la capacidad de respuesta de nuestro sistema estatal de salud? Si la misma CCSS descarta de contagio ad portas a quienes no han tenido contacto directo con las personas diagnosticadas con el SARS-CoV-2, entonces, ¿para qué la cuarentena generalizada para todos?

Por otra parte, ¿qué solidaridad tiene nuestro sistema de salud público si la CCSS está cobrando ₡100.000 por la prueba del COVID-19 a quienes no coticen ni estén al día con las cuotas?

Corea del Sur no requirió de la cuarentena para controlar la pandemia. Si ellos pudieron, no veo porque nosotros no podamos también.

Creo que el Gobierno debe abandonar la política del aislamiento generalizado y sustituirlo por uno focalizado para que el costarricense pueda retornar, poco a poco, a sus labores regulares. En vez de “quedarnos todos en casa”, el Gobierno debe y concentrar los esfuerzos en proteger a los grupos de altos riesgo.

A diferencia del A (H1N1) que atacaba con la misma gravedad de manera indistinta a cualquier persona, se tiene bien determinado los grupos de personas a los que el SARS-CoV-2 es de muy alto riesgo. Por tanto, ¿por qué no sustituir una política generalizada (cuarentena) por una focalizada?

El gobierno de Costa Rica debería seguir el ejemplo de Corea del Sur y realizar alianzas estratégicas con el sector privado de salud para adquirir y administrar el kit de prueba del COVID-19. Además, se requieren alianzas para montar más laboratorios, adquirir equipos médicos y aumentar la oferta de camas. Si la CCSS no tiene la capacidad para hacerlo, el gobierno debió hacer estas alianzas desde hace semanas.

Lamentablemente el gobierno de Costa Rica no ha aprovechado estos meses de “quédate en casa” para mejorar la capacidad de reacción ante el incremento de contagios del COVID-19. Esto es lamentable y es otra muestra más del fracaso de este gobierno.

El futuro de nuestro sistema de salud

Esta pandemia no será la última y debemos prepararnos para las que vendrán. Nuestro sistema de salud es caro y deficiente. Casi el 50% de los trabajadores, los más pobres, están excluidos del sistema de seguridad social debido a su alto costo.

Lamentablemente, la espera para citas con especialistas o para ser sometido a una cirugía en la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) se ha vuelto, no solo agobiante sino también humillantes para los pacientes quienes merecen una atención inmediata. Con frecuencia vemos noticias de adultos mayores que deben esperar hasta nueve años para ser valorados por un especialista. Quien ha pagado sus cuotas, merece una atención de calidad y sin demoras. Caso contrario, ¿para qué entonces la CCSS?

Con un problema tan serio con las listas de espera, no es sorprendente que la CCSS ni el Ministerio de Salud tengan la capacidad para atender la pandemia del COVID-19 sin que se paralice la producción nacional con el fin de aplanar la curva de contagio.

Para poder enfrentar las futuras pandemias, es necesario introducir competencia en el mercado de servicios y atención médica. Tengamos presente que una de las conclusiones de la Economía es que solo con competencia se logra precios (cuotas) más bajos, mejor atención, mejor calidad en el servicio, y mejor distribución del mismo. La historia, como la caída del muro de Berlín, nos demuestra que ni las empresas públicas funcionan, ni tampoco funciona la planificación centralizada. Para introducir competencia (no privatización) en el sistema de salud se requieren varios pasos:

1) Que cualquiera que cotice para la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) pueda usar su carné en cualquier hospital, clínica, consultorio o laboratorio, sea público o privado.

2) Simultáneamente: a) Romper la obligatoriedad de cotizar a la CCSS. A lo sumo, el gobierno podría obligar a que las personas compren un seguro médico de cobertura básica en un mercado de libre competencia de seguros médicos donde la CCSS sería un oferente más. b) Liberalizar totalmente el mercado de seguros, incluyendo seguros médicos, con el fin de maximizar la oferta de seguros médicos, al más bajo precio, para que el trabajador pueda escoger; sea el seguro de la CCSS o uno privado.

3) Eliminar el aporte tripartito (empleado, patrono, gobierno). Así como cada persona compra pan con el salario y no con un aporte tripartita, de la misma manera el pago de los seguros médicos debe ser cubierto 100% con el salario del empleado. Esto resolvería de una vez por todas el problema de la cotización de los trabajadores independientes porque ellos son patronos y empleados a la vez.

4) Eventualmente, no solo los Equipos Básicos de Atención Integral en Salud (Ebais) deben ser sometidos a licitación, lo mismo debe hacerse con los hospitales y clínicas gubernamentales.

Quiero explicar mi propuesta analizando el caso del Instituto Nacional de Seguros (INS). El INS no es ni propietario ni administrador de talleres de vehículos. El INS se limita a pagar la reparación a los talleres respectivos. De igual manera la CCSS debería limitarse al pago de la atención médica.

Cuando se creó la CCSS en noviembre de 1942, esta no administraba un solo hospital. Al igual que el INS, no es necesario ni siquiera que la CCSS administre hospitales, ni clínicas. Lo importante es que la CCSS, como empresa de seguros médicos, pague dichos servicios a cualquier hospital, clínica, consultorio, laboratorio, o farmacia, sea público o privada. Al final de cuentas, ¿cuál es la diferencia que la CCSS le transfiera el costo de gastos médicos a un centro médico gubernamental o a uno privado?

En fin, la experiencia internacional nos demuestra que es posible enfrentar la pandemia del COVID-19 de manera mucho más eficaz y sin necesidad de tanta restricción al comercio y libre tránsito. La medicina no puede ser peor que la enfermedad. Debemos evitar políticas públicas que paralicen la producción nacional y que aumenten masivamente el desempleo, habiendo alternativas menos severas.

Debemos mejorar nuestras medidas de higiene de manera permanente y así no solo reduciremos el contagio del SARS-CoV-2, sino de muchas otras enfermedades. Las personas de alto riesgo deben tomar medidas más extremas y permanecer más aisladas que el resto de la población. Pero, paralizar y destrozar el sistema productivo no es solución, sino reflejo de nuestro débil sistema de salud.

En el largo plazo, debemos reformar nuestro sistema de salud de manera que pueda responder a las futuras pandemias con eficacia y mayor rapidez. Solo con la introducción de competencia se puede lograr un sistema de salud que pueda enfrentar pandemias sin que sea necesario paralizar la producción nacional.