Me cansé de ser feliz

Blog de La ruta hacia el liderazgo | “La época más infeliz de muchas personas llega en torno a las cuatro décadas”.

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Lo tenía todo: familia, una buena esposa, clientes importantes, propiedades, posgrado en una prestigiosa universidad del mundo; sin embargo, a la mitad de su vida, sentía que le faltaba algo. Entonces optó por hacer cambios radicales en su vida, que no fueron los mejores: malas inversiones y decisiones profesionales, dejar a su pareja por una más joven, y durante casi una década, lo que era una vida perfecta, se convirtió en un caos. Entonces le preguntó un joven: “¿Y por qué lo hizo?”

Su respuesta fue: “Me cansé de ser feliz”.

Esta historia real, resumen y reflejo de lo que sucede a muchos profesionales cuando llegan a la edad madura, es un fenómeno que ha sido ampliamente estudiado. Algunos le llaman la crisis de la mitad de la vida, de la edad madura o simplemente la crisis de los cuarenta, aunque no siempre llega puntualmente.

Luego de analizar los resultados de numerosos estudios, el profesor del MIT, Kieran Setiya, encontró que la época más infeliz de muchas personas llega en torno a las cuatro décadas. Al acabar la adolescencia, el sentimiento de plenitud empieza a decaer, y en torno a los cincuenta años, toca fondo para volver a crecer.

¿Y ahora qué? Muchas veces, esa crisis suele llegar cuando se han alcanzado metas que alguna vez parecían imposibles, y grandes sueños que finalmente se lograron conquistar. Se asemeja a la historia de los deportistas que logran terminar una competencia para la cual se ha preparado durante mucho tiempo, y al acabarla dicen: “¿Y ahora qué?”.

Parece que todo se desploma, y que la única manera de encontrar plenitud en la vida es hacer cambios radicales, buscar experiencias nuevas, renunciar a lo más valioso que se tenía, para perseguir una utopía inexistente.

Sin embargo, si se sabe enfrentar ese punto de inflexión en la vida, se puede terminar mejor de lo que se estaba antes. El protagonista de nuestra historia continúa: “Entonces encontré que había un vacío en mi vida, que faltaba algo, y ese algo era Dios. Fue quien me hizo ver que mi esposa, la mujer que había llegado a mi vida, era la persona indicada. Logramos rehacer nuestra relación y yo, además de rehacer mi vida personal, logré rehacer mi vida profesional”.

Cada persona, cada individuo, tiene un llamado diferente. La moraleja de historias como esta puede ayudarnos a entender cuál es la forma en que se despliega la felicidad y, sobre todo, cuáles son los posibles derroteros qué perseguir.