Neurodiversidad: el nuevo desafío en la inclusión laboral

Desafortunadamente, muchos gerentes obvian esta pluralidad de trastornos, que podríamos definir como “neurodiversidad”, y someten a sus colaboradores a labores mentalmente agotadores.

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Según la Organización Panamericana de la Salud, hasta antes del inicio de la pandemia, los trastornos mentales, neurológicos y por el consumo de sustancias representaban el 10% de la tasa de mortalidad mundial, y el 30% de las enfermedades no mortales. Cerca de 1 de cada 5 niños y adolescentes era diagnosticado con un trastorno mental. La depresión era uno de los principales trastornos que afectaba a la población mundial, y una de las causas más importantes de discapacidad. Hasta inicios de 2020, aproximadamente cada 40 segundos se suicidaba una persona en el mundo.

En Costa Rica, los trastornos de ánimo más comunes (“mood desorders”, en inglés) son los del humor y la ansiedad, incluidos en los primeros la depresión y el trastorno bipolar. Sin embargo no siempre son fáciles de identificar: mientras que alguien con un trastorno depresivo mayor puede estar visiblemente triste o apático en el trabajo, una persona con una depresión más leve no siempre es fácil de advertir. Más aún, la auto percepción de este tipo de trastornos no siempre coincide con la realidad. Por ejemplo, según una encuesta de MetLife de 2020, solo el 17% de los trabajadores encuestados respondió que sí estaban deprimidos; pero cuando se les preguntó acerca de los síntomas, el 41 % indicó que experimentaba al menos cinco signos de depresión.

“Neurodiversidad”

En la era actual, donde priman la creatividad para resolver problemas, la gestión de información compleja y las relaciones interpersonales, este tipo de trastornos tienen efectos inmediatos e indeseables en el trabajo. Según la CDC (“Centers for Disease Control and Prevention”), afectan el desempeño profesional y la productividad, el compromiso con el trabajo, la comunicación con los colegas, así como la capacidad física y el funcionamiento diario. Desafortunadamente, muchos gerentes obvian esta pluralidad de trastornos, que podríamos definir como “neurodiversidad”, y someten a sus colaboradores a labores mentalmente agotadores. Esto pone en tela de duda si una depresión, por ejemplo, es causada por ese exceso de trabajo, o el agotamiento mental es la causa de una depresión.

Como es sabido, el ámbito laboral no es ajeno a estas amenazas. De hecho, cualquier persona en una organización experimenta numerosos altibajos personales y profesionales. Desafortunadamente, las personas que padecen esas alteraciones de ánimo sufren con mayor intensidad los altibajos laborales. Sin embargo, la pandemia nos ha llevado a tener una mayor sensibilidad hacia la salud mental, y a este nuevo tipo de diversidad. Gracias a esa madurez social, en numerosos países e instituciones se habilitó la posibilidad del tele trabajo, horarios flexibles, descansos más frecuentes, “software” para ayudar a dormir, e incluso facilitar mobiliario y equipo para facilitar la ergonomía.

Según Garen Staglin, colaborador de la revista Forbes en temas de diversidad, equidad e inclusión, queda un largo trayecto para adoptar la “neurodiversidad” en el lugar de trabajo. Dos años después del inicio de la pandemia, y a punto de la reapertura para volver a la “antigua normalidad”, muchas empresas y profesionales pueden olvidar lo aprendido en estos años. Con facilidad puede olvidarse que los trastornos del ánimo no son simplemente problemas de carácter, sino que la salud mental es una realidad, cada vez más demostrada mediante estudios e investigaciones; además de las incontables experiencias personales. Para Staglin, la “neurodiversidad” puede aumentar la productividad, reducir el ausentismo, reducir el estigma de la atención psiquiátrica, beneficiando así tanto a los colaboradores como a los accionistas.