Un ejemplo de alto vuelo

Tenemos, en el sector espacial costarricense, un magnífico ejemplo sobre cómo alzar vuelo como país

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En medio de tantos no se puede (proyectos fiscales), no se quiere (control del gasto), no modernizamos (transporte público), no privilegiamos al consumidor (arroz), no nos gusta la competencia (Uber), no creamos suficientes oportunidades (desempleo), no lo haremos por las buenas (fecundación in vitro), no le damos más poder a los ciudadanos (reforma electoral), no discutimos (empleo público), no complicamos las cosas (reforma del Estado) y no somos eficientes (la platina), resulta estimulante y esperanzadora la noticia sobre el primer satélite costarricense que llegará al espacio.

Sin duda, el Proyecto Irazú, que será puesto en órbita en el segundo semestre del 2017 para medir el impacto del cambio climático en los bosques de nuestro país, es un nuevo recordatorio de que vivimos en una nación donde —pese a la cultura del entrabamiento— aún es posible pensar en grande, soñar, ponerse de acuerdo, construir juntos, aunar esfuerzos, vencer obstáculos, aprovechar talentos y conocimientos, pasar de los planes a los hechos y de las metas a los resultados.

En este caso, la ambiciosa iniciativa —con un costo total de $500.000— será posible gracias a la participación y cooperación de la Asociación Centroamericana de Aeronáutica y el Espacio (ACAE) y el Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC), las cuales lideran el proyecto, así como pequeñas y medianas empresas costarricenses, entre ellas Atemisa Precisión S.A., la cual se encargó de desarrollar la carcasa de aluminio del satélite.

Tal es la respuesta a una pregunta que apareció en las páginas de El Financiero en abril del 2013: "¿Le parece increíble la idea de desarrollar satélites en Costa Rica?" La interrogante surgió luego de la firma de un convenio de cooperación, con ese objetivo, entre ACAE y el TEC, acuerdo que activó mecanismos de colaboración para el desarrollo de proyectos como la fabricación de nanosatélites y picosatélites, y la construcción de una agencia espacial para el 2021.

A ese eslabón hay que sumar otro muy importante en la historia de nuestro país: la constitución de Ad Astra Rocket Company el 14 de enero del 2005, cuyo presidente y CEO es el astronauta costarricense Franklin Chang Díaz. Como todos sabemos, esta empresa se dedica al desarrollo de un motor de plasma para naves espaciales, conocido como VASIMR.

Ello no solo abriría la posibilidad de recargas en el espacio, sino que las naves cuenten com velocidades ultra altas apropiadas para misiones a destinos lejanos.

Precisamente, Ad Astra Rocket forma parte del cluster espacial costarricense que fue anunciado por la Promotora de Comercio Exterior (Procomer) el 8 de marzo pasado, el cual ya realiza en el país proyectos de investigación, diseño, desarrollo de software, electromecánica y mecanismos de última generación. En este conglomerado participa también Cinde.

Usted podrá leer más sobre este cluster en la edición de EF correspondiente a la semana del 21-27 de marzo.

Sí, estimulante y esperanzador recordar que en Costa Rica hay personas, empresas, organizaciones, instituciones y sectores que poseen visión de largo plazo, encaran los desafíos actuales y futuros, aprovechan las oportunidades, hacen posibles los sueños, superan obstáculos y tienen más vocación de construir que de bloquear y boicotear.

Tenemos, en nuestro sector espacial, una magnífico ejemplo para aprender a alzar vuelo —en lugar de reptar— como país.