La democracia es más que el simple sufragio

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Luis Guillermo Solís, precandidato presidencial del PAC, contesta mi post sobre el entusiasmo que él mostrara en Facebook por la manera en que se llevó a cabo la elección presidencial en Venezuela que resultó en el triunfo de Hugo Chávez. En esa ocasión, don Luis Guillermo señaló que la elección no reportó " irregularidades flagrantes, ni violencia, ni mala fe" y que eso despejaba cualquier duda sobre la "firmeza de la legítimidad" de Chávez.

En mi post me dediqué a señalar las serias irregularidades, amenazas de violencia, intimidación, y actos de mala fe que caracterizaron a la elección venezolana. Y por elección entiendo no solo al ejercicio de sufragar en el llamado "Día E", sino a todo el proceso de más de un año que desembocó en el voto del 7 de Octubre. Convenientemente, don Luis Guillermo no habla de ninguna de esas situaciones y solo decide referirse a lo ocurrido el día de la votación--donde ciertamente no se reportaron mayores incidentes o irregularidades. Pero, ¿podemos juzgar la integridad, limpieza y justicia de un proceso electoral tan solo por lo que ocurre el "Día E"? Yo hubiera esperado un análisis más integral de Luis Guillermo Solís.

Solís afirma que la integridad de la elección venezolana queda patentada por el hecho de que los observadores internacionales, "incluyendo representantes del Centro Carter", no reportaron incidentes el día de la votación. Olvida Solís el pequeño detalle que Venezuela impidió la participación de observadores internacionales de la Unión Europea, OEA, o cualquier otro ente independiente. Solo se permitió la entrada de observadores de la UNASUR, organismo conformado por gobiernos que en su mayoría son aliados de Chávez. Tampoco es cierto que el Centro Carter participara de observador en la elección. Jennifer McCoy, directora de dicho centro, me ha señalado en un correo electrónico que el Centro Carter "no observó la elección de Venezuela y por lo tanto no podrá evaluar el proceso". Esto coincide con un comunicado de prensa que dicha organización públicó el 5 de octubre donde destaca que no contaría con una misión de observación electoral en Venezuela. En su correo McCoy me indica que el único pronunciamiento que se hizo fue del expresidente Carter, quien comentó exclusivamente sobre la confiabilidad detrás del voto electrónico en Venezuela, pero no sobre el proceso electoral como un todo. Cabe añadir que aún cuando el expresidente Carter consideró al sistema de votación electrónico venezolano como "el mejor del mundo", las encuestas indicaban que un tercio del electorado creía que dicha tecnología eliminaba el voto secreto. Y como reportó The Economist, el régimen chavista aprovechó dichas percepciones para intimidar a votantes como los empleados públicos, haciéndoles creer que sus votos serían vigilados.

Don Luis Guillermo quiere caricaturizar mi crítica al proceso electoral venezolano, y al régimen de Hugo Chávez en general, como propia de un ideólogo estereotipado que aún ve fantasmas de la Guerra Fría. Según él, repudio a Chávez y a su "legítimo" triunfo electoral simplemente porque trabajo "en uno de los centros de pensamiento más conservadores de Washington D.C.". Y, como él nos recuerda, "las cosas se ven distintas desde Washington D.C.". Ciertamente nunca he negado mi ideología liberal (muy distinta a la conservadora que Solís me achaca), pero, ¿seremos solo los liberales los que repudiamos el régimen de Hugo Chávez y la manera en que se condujo esta elección? ¿Será que solo en Washington vemos el cierre de medios de comunicación independientes, los presos políticos, la intimidación de la oposición y la concentración absoluta de poder en un solo hombre?

Human Rights Watch, un grupo que difícilmente puede ser catalogado de conservador, ha publicado una serie de reportes contundentes que documentan "la acumulación de poder en el Ejecutivo y el deterioro de las garantías de derechos humanos que le han permitido al gobierno de Chávez intimidar, censurar e iniciar acciones penales contra críticos de su gestión y contra aquellos que considera opositores en una variedad de casos vinculados con el poder judicial, los medios de comunicación y la sociedad civil". ¿Dirá Luis Guillermo Solís que José Miguel Vivanco, director de HRW, es otro conservador estereotipado que vive en los tiempos de la Guerra Fría? También seguro caerán en esa categoría Freedom House, organización que ha advertido sobre el deterioro de las libertades civiles y políticas en Venezuela, o Transparencia Internacional que pone a ese país como el segundo más corrupto del continente después de Haití. Todos vemos fantasmas y demonios donde Luis Guillermo Solís nos asegura que no los hay.

Y es que a diferencia de Luis Guillermo Solís, yo no veo a la democracia como el simple acto de sufragar. Una verdadera democracia es más que un mero acto plebiscitario. También debe incluir la protección de los derechos civiles y políticos de las personas. Debe garantizar la existencia de una prensa independiente. Debe establecer la separación de poderes. Debe brindar espacios para que los grupos de la sociedad civil participen en la vida polítca sin intimidaciones ni amenazas de violencia. Nada de eso ocurre en Venezuela hoy en día. La democracia vista como el simple acto de votar y manifestar la voluntad de las mayorías puede llevar (y ha llevado) a grandes abusos. Es precisamente por el hecho de que no todo se puede someter al voto de las mayorías que en su momento me opuse a que hubiera un referéndum sobre el tema de las uniones civiles de las parejas del mismo sexo en Costa Rica.

Solís se cura de salud por las serias irregularidades de la elección venezolana diciendo que de por sí "en muchos otros países los procesos electorales por lo general no son tan prístinos como uno quisiera". ¡Vaya análisis! Entonces como todos los países tienen elecciones imperfectas, no se puede criticar ni señalar a aquellos que cometen las anomalías más groseras como es el caso de Venezuela.

Que Evo Morales, Dilma Rouseff, Daniel Ortega y Laura Chinchilla, entre otros presidentes de la región, salieran a reconocer y a aplaudir la elección en Venezuela no elimina el hecho de que ese país cada vez se asemeja menos a una verdadera democracia. Como señalara Moisés Naím en una excelente columna este fin de semana en El País con respecto a los reconocimientos que recibiera Chávez de sus homólogos latinoamericanos, "Ya es hora de dejar de felicitarlo y comenzar a exigirle públicamente que respete los principios básicos de la democracia". A don Luis Guillermo también debería caerle ese guante.