Nuevo régimen cambiario, mismos males

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El BCCR confirmó este sábado lo que en la práctica ya se venía dando desde hace casi un año: el país migró de un sistema cambiario de bandas a uno de flotación administrada. La pregunta que deberíamos hacernos es si esta nueva política implica el fin del subsidio que por más de 30 años el BCCR ha implementado a favor de exportadores y bancos privados a costa de los pobres. La respuesta parece ser no.

La política cambiaria costarricense ha padecido en alguno u otro momento de tres grandes problemas: favoritismo, discrecionalidad y volatilidad. El favoritismo ha sido muy explícito: contar con un tipo de cambio “competitivo” que favorezca al sector externo costarricense, es decir, aquellos cuyos ingresos y patrimonio son principalmente en dólares. La discrecionalidad radica en la capacidad que tienen la Junta Directiva del BCCR para ajustar las reglas del juego sin dar mayores explicaciones (algunos le llaman a esto “soberanía monetaria”). Obviamente, la discrecionalidad ha dado paso al favoritismo, ya que los grupos de interés presionan al gobierno para que ajuste la política cambiara a su gusto. La conformación de algunas Juntas Directivas del BCCR evidencia más claramente esto. Finalmente, la volatilidad ha sido un factor reciente cuando el tipo de cambio se despegó de la banda inferior de ¢500 y empezó a flotar dentro de los márgenes establecidos por el BCCR. Los movimientos del tipo de cambio fueron tan bruscos que obligaron al BCCR a intervenir para estabilizarlo, eliminando la volatilidad pero reestableciendo nuevamente la discrecionalidad.

El problema con el “nuevo” sistema es que el BCCR no anuncia cuáles serán los criterios que guiarán sus intervenciones. Nuevamente, la discrecionalidad será la norma, lo cual se presta para el favoritismo y una eventual fuga selectiva de información. La discrecionalidad del nuevo régimen sale a flote con el anuncio del BCCR que en los próximos dos años adquirirá $800 millones de dólares en reservas internacionales, que se sumarán a los $7.322 millones que ya tiene la entidad. La acumulación de esta cantidad de divisas cuando ya se cuenta con un colchón bastante holgado en reservas internacionales es una señal inequívoca de querer subvaluar el tipo de cambio, en beneficio del sector externo (léase, subsidio a exportadores y banca privada).

El BCCR puede eliminar la discrecionalidad con el sistema de flotación administrada si hiciera públicas las reglas que lo guían a la hora de intervenir el tipo de cambio. Sin embargo, el problema radica en que si el BCCR hace eso, daría paso a que diversos actores manipulen el tipo de cambio de manera especulativa, sabiendo exactamente cómo intervendría el BCCR.

La política cambiaria que nos libra del favoritismo y la discrecionalidad es la libre flotación del tipo de cambio. Sin embargo, esta nos trae volatilidad. El mercado cambiario de Costa Rica es una pecera con varios tiburones adentro. Los movimientos bruscos en el valor del dólar han sido señalados como una de las principales preocupaciones del sector empresarial. Esta incertidumbre tiene un costo económico elevado.

Así que ahí lo tenemos: si queremos una política monetaria neutra donde el BCCR tenga las manos atadas para manipular discrecionalmente el valor del colón favoreciendo a ciertos intereses, el resultado es volatilidad e incertidumbre. Pero si queremos estabilidad y certeza en el tipo de cambio, entonces tendremos que aceptar la discrecionalidad del BCCR para intervenir, sabiendo que –según confesión propia del expresidente del Central, Rodrigo Bolaños— esas intervenciones han resultado en las últimas tres décadas en un enorme subsidio de pobres a ricos.

¿Se puede tener una política monetaria neutra, libre de favoritismos, y estable? Sí, se llama dolarización.