Por qué sí me importa la desigualdad social

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Este gráfico fue elaborado por mi amigo Alejandro Fernández, periodista de El Financiero, usando datos del INEC. Muestra muy claramente cómo el ingreso del 10% más rico de los costarricenses se ha disparado desde 1990, mientras que el del 10% más pobre se ha mantenido básicamente estancado durante la mayor parte de dicho período, con un leve aumento en los últimos años. Esto coincide con lo reportado a inicios del año por El Financiero de que Costa Rica es uno de los dos únicos países latinoamericanos donde la desigualdad aumentó en la última década. ¿Nos debería importar?

Tradicionalmente un liberal como yo reaccionaría señalando que lo que importa es acabar con la pobreza, no la distribución del ingreso. Siempre y cuando los pobres dejen se serlo y prosperen, ¿qué debería importarnos que otra gente se haga más rica de lo que ya es? De hecho el concepto de “distribución de la riqueza” da a entender que la riqueza es una constante que ya existe y que simplemente hay que distribuir. En realidad, la riqueza hay que crearla y es un factor en constante cambio. Gente que era pobre en 1990 bien podría estar entre el decil más rico de la población hoy gracias a su empredurismo y creatividad. Igualmente, gente que era rica en 1990 podría estar en serios aprietos económicos ahora debido a sus malas decisiones o a falta de suerte. Creo que todos conocemos casos así.

Friedrich Hayek, uno de los grandes pensadores liberales del siglo XX, al referirse al tema de la distribución de la riqueza, dijo una vez que siempre y cuando las reglas del juego sean justas, el resultado es justo. Este gráfico mostraría un escenario justo si en Costa Rica tuviéramos reglas sensatas que aplicaran a todos por igual. El problema es que en Costa Rica las reglas del juego no son justas, como lo he señalado en múltiples ocasiones en este espacio. Tenemos un Estado que a lo largo de las décadas se ha dedicado a escoger ganadores y perdedores. Claramente, como muestra el gráfico, los pobres, a pesar de toda la retórica redistribucionista de gobiernos socialcristianos y socialdemócratas, han sido los perdedores.

El gráfico coincide con el modelo de apertura que empezó a ser implementado en nuestro país desde 1985. Desde entonces, Costa Rica ha experimentado una tasa de crecimiento promedio del 4.7% anual, la cual es bastante saludable. Sin embargo la pobreza se encuentra estancada en aproximadamente un 20% desde 1994 y la desigualdad va en aumento. Resulta obvio que los beneficios del crecimiento no le están llegando a todos. ¿Es culpa del modelo de desarrollo? Por supuesto.

Sin embargo lo que tenemos en Costa Rica desde 1985 no es un modelo de libre mercado, sino uno mercantilista donde los ganadores y perderores dependen no de su empredurismo o capacidad de trabajo, sino de sus conexiones e influencias políticas. Este modelo mercantilista se ve reflejado en políticas económicas claves para el bienestar de los más pobres. Esto lo expliqué en un artículo en La Nación hace seis años y cuyos puntos siguen igual de válidos hoy en día. Veamos:

1.- La apertura comercial de nuestro país ha consistido básicamente en abrir mercados extranjeros a los exportadores mientras que se busca a toda costa mantener cerrados los nuestros a la importación de productos básicos que benefician a los pobres. Diversos estudios muestran que las familias más pobres del país gastan hasta un 40% de sus exiguos ingresos en pagar el sobreprecio de aquellos productos que se encuentran protegidos con altos aranceles: arroz, pollo, leche, carne, legumbres. Dicho proteccionismo beneficia a grandes oligopolios y productores (Pipasa, Dos Pinos, Conarroz, etc.) a expensas de los que menos tienen. Como hemos visto en la seguidilla de TLC’s que ha firmado el país, los representantes de estos gremios siempre envían representantes a las negociaciones comerciales para garantizarse que sus productos sean excluidos de los acuerdos, o que enfrenten períodos de desgravación de hasta 20 años. Que los pobres de Costa Rica tengan que pagar el doble por el arroz para beneficio de los tagarotes de Conarroz es una de las política más regresivas que tenemos (curiosamente defendida por la izquierda) y en nada constituye libre mercado.

2.- Desde finales de los ochenta hasta el 2006, el Banco Central de Costa Rica adoptó la famosa política de minidevaluaciones que consistía en disminuir el valor del colón por unos céntimos todos los días. Esto se hacía con el fin de hacer “competitivos” a sectores como el exportador y el turístico. Sin embargo, venía a un precio: los asalariados y pensionados veían disminuir sus ingresos en colones todos los días. El BCCR devaluó el colón más allá de lo que la oferta y demanda de dólares indicaba, lo cual fue responsable porque la inflación durante casi dos décadas promediara un 13% anual. Y la inflación es el impuesto más regresivo de todos, ya que castiga más a los pobres que dependen de un ingreso en colones y no se pueden proteger de la inflación comprando propiedades o títulos denominados en dólares. Desde el 2007 el BCCR abandonó las minidevaluaciones y pasó a un sistema de bandas, lo que ha causado que la inflación cayera significativamente. Sin embargo el BCCR continúa interviniendo el tipo de cambio para defender el piso de ¢500 que ha establecido, para lo cual debe imprimir colones y causar inflación. Que durante más de dos décadas el Estado haya subsidiado a exportadores y a hoteleros a costa de una inflación que castiga desproporcionadamente a los pobres es una política regresiva que no tiene nada que ver con el libre mercado.

3.- Otra política responsable por la creciente desigualdad en Costa Rica es la regulacionitis. En Costa Rica el acto de montarse un negocio resulta todo un viacrucis. Costa Rica se encuentra entre los países más regulados del planeta, lo cual hace que miles de costarricenses se la vean a palitos para ponerse una empresita para salir adelante debido a las múltiples trabas y gravámenes que les mete en su camino el Estado. Y como bien sabemos, un número substancial de ellos simplemente no puede contra tanta regulación y tramitología, y optan por la informalidad. El 40% de la fuerza laboral activa de Costa Rica se encuentra en el sector informal. Como tal, no tienen acceso a créditos, seguros, no pueden publicitarse ni expandirse. Tampoco pueden firmar contratos o acceder al sistema judicial en caso de alguna disputa comercial. Se encuentran en un limbo legal; un apartheid económico. Que casi 1 de cada 2 costarricenses se encuentre en el sector informal de la economía resulta un factor fundamental en el aumento de la desigualdad, pero las causas de este fenómeno (tanta traba y regulación) no es libre mercado.

¿Qué hacer ante este aumento en la desigualdad? ¿Más asistencialismo? Costa Rica ya cuenta con un elevado “gasto social” que en el 2010 alcanzó ¢493.000 millones dispensados a través de 44 programas anti-pobreza llevados a cabo por 24 instituciones públicas. Y la pobreza no baja mientras que la desigualdad aumenta. El problema es el sistema mercantilista que ha implantado la clase política que beneficia a los poderosos e influyentes a costa de los más pobres. En Costa Rica las reglas del juego no son justas, por lo que el resultado es injusto. Pero la solución no parte por más Estado. Todo lo contrario, éste es el principal responsable de exacerbar desigualdad en nuestro país.