Podemos hacerlo todo y tenerlo todo: ¿verdad o mito?

La idea de que podemos tenerlo todo y hacerlo todo no es nueva. Por lo que veo a mi alrededor, todo mundo se ha infectado.

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

La sabiduría de la vida consiste en la eliminación de lo que no es esencial.Lin Yutang.

Hace años me inscribí en clases de tenis, pretendía iniciar el día bien temprano con ejercicios y para no evitar ese compromiso, iniciaba las clases a las 5 de la mañana. De esa forma tenía que ir porque había alguien esperándome.

En esa época, tenía un par de niños pequeños en casa, uno de los dos era un bebé de meses y estaba en la etapa de lactancia,por lo cual me despertaba, al menos, un par de veces en la noche.

En el plano profesional, estaba liderando proyectos de consultoría y, adicionalmente, estaba armando equipo e iniciando una empresa.

Me cuestionaba también sobre qué estaba haciendo más allá de mi metro cuadrado, quería dedicar tiempo a una causa voluntaria y empecé a indagar sobre este tema. Visité el Hospital de Niños y aprendí lo que había que hacer para volverse voluntaria.

Quería tener tiempo de calidad de pareja, sentir que la casa y todo lo relacionado con ella estuviera organizado. Además tenía que atender compromisos sociales, familiares, y en ocasiones, también organizar algunos.

Quería leer el periódico, leer artículos sobre estrategia, estar enterada de lo que pasaba en el área en la que me desempeñaba, y poder comentar a mi equipo, cuál era el último libro, la última investigación en nuestros temas.

Me dormía pensando en una mezcolanza de temas, no dormía bien, y el insomnio se volvió común. Me despertaba preocupada pensando en el día siguiente y lo pendiente que había quedado del día anterior.

Efectivamente, quería hacer todo bien y no quería perderme nada.

De esa etapa aprendí mucho y es tal vez, una de las etapas que me vienen a la mente cuando leí el libro Essentialism -The Disciplined Pursuit of Less-.

Esta semana leí el libro y recordé ese tiempo y el camino recorrido a donde he llegado.

Leí sobre la importancia de escapar de todo y todos para enfocarse. Con frecuencia, escucho a mis clientes quejarse que están tan ocupados que no tienen tiempo para pensar en los temas importantes de sus vidas, o de sus empresas.

Leía respecto al tema de cómo hoy, hemos perdido la experiencia de sentirnos aburridos y de cómo la gente no sabe dejar la mente vagar.Vivimos muy ocupados y en constante acción y reacción, nos cuesta mucho tener tiempo para pensar, procesar e integrar esa introspección en nuestra vida.

Cuando tiene que esperar en un banco, cita médica o aeropuerto. ¿Qué hace? Trate por una vez de no ver su teléfono, tableta o computadora. Mire a su alrededor, ¿qué nota? ¿qué siente? Respire: viva el momento, piense, sienta sus latidos de todos modos no puede irse, debe esperar. Tenga la disciplina de solo “estar” y no hacer nada. Integrar lo que se vive y, pese a las preocupaciones y problemas (quién no las tiene), tratar de estar en paz, es una práctica muy útil.

Luego la etapa, de privación de sueño y un gran cansancio, con frustración y sensación de no estar bien conmigo, dediqué tiempo a pensar, - me detuve un par de días en revisar todo -cambié, simplifiqué mi vida, me enfoqué, aprendí a decir que no.

Todavía me cuesta decir que no. Pero una vez aclarados mis valores, lo no negociable, y mis metas a mediano y largo plazo, tengo más claridad respecto a mis compromisos. Es claro cuando debo decir que no, aunque me cueste proferir las palabras: “No puedo, gracias”.

Luego de pensar, casi colapsar, caerme y sacudirme, aprendí que tenía que responder a mi misma antes que a otros, incluso a mis más cercanos. Y empecé a tomar decisiones en la forma de conducir mi vida.

Aprendí que tenía que cuidarme para poder cuidar de mi familia. Que el tiempo de sueño, el ejercicio y la calidad de mis relaciones debían ser una prioridad – que no podía darme a mis seres queridos si no estaba bien conmigo-. Y que, si tenía que dejar algo (o mucho de lo que tenía en las manos), así tendría que ser porque no podía ni debía hacerlo todo. Me dí cuenta que tan importante era mi proyecto de vida, además de ser madre y esposa, y aprendí que no era algo negociable.

Prioricé. Me deshice de compromisos adquiridos o heredados. Simplifiqué mi vida. Me quité de algunas culpas, medí, pensé y volví a priorizar.

El mejor momento de su vida es hoy. No use excusas, no se disculpe ni culpe a nadie. La responsabilidad de la calidad de su vida es suya y de nadie más.

Tome acción ya.