¿Qué tan bien vive usted?

Las personas ancianas y moribundas tienen una sabiduría que les da la inminencia del fin de su existencia. Aprendamos de ellas.

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He notado que cuando la gente profesional deja de verse (compañeros en la U, la maestría o en algún trabajo), en el reencuentro la conversación ronda casi siempre alrededor de ciertos temas:

  1. Qué hace, en dónde trabaja, cuál es el puesto, si donde trabaja es una buena compañía y temas relacionados con la evolución jerárquica y monetaria de la persona en el tiempo.
  2. Cómo está la familia y los hijos.
  3. Si ha visto a la gente con la que con frecuencia se socializaba para ponerse al día respecto a los puntos 1 y 2 de personas que no están presentes.

Supongo que además del interés genuino en la otra persona, es una necesidad humana el compararse con otros que estaban en circunstancias parecidas a nosotros en el pasado. Pero me parece que aunque frecuente, es un ejercicio inútil y pudiera ser perjudicial si las comparaciones determinan decisiones de vida.

Compararse nos da una sensación de bienestar muy efímera si y solo sí, salimos bien evaluados. Esa sensación desaparece hasta que la comparación nos hace sentir mal porque comparativamente estamos peor que otros. Podemos sentirnos bien o mal dependiendo de con quien nos comparamos. ¿Cuál es entonces el punto de repetidamente evaluarnos en términos comparativos?

Cuando uno revisa su vida y quiere saber si está caminando en la dirección correcta, no para exportación sino para evaluar y revisar la vida en la intimidad, la preguntas que debieran hacerse son definitivamente otras:

  1. ¿Soy feliz con la vida que llevo?
  2. ¿Me gusta mi trabajo?
  3. ¿Tengo una vida satisfactoria de pareja?
  4. ¿Cuáles son mis amigos más queridos? ¿Les dedico tiempo suficiente en calidad y cantidad?
  5. ¿Disfruto del tiempo en familia cotidianamente?
  6. ¿Sigo evolucionando, creciendo y aprendiendo como ser humano a través de viajes, experiencias y vivencias?

Dice la investigación que, al final de la vida, cuando la gente se pone sabia, ante la inminencia de la muerte, de lo que se trata la vida es de haber tenido una vida buena en términos de vínculos con otros seres humanos y de experiencias o memorias inolvidables.

En esos momentos, las posesiones materiales en realidad tienen relativa poca importancia si usted ha tenido materialmente lo suficiente, es decir una casa, educación, alimentación y recursos para cuidar su salud y para vestirse dignamente.

Enfocar nuestra vida maximizando nuestro recursos más escaso que es el tiempo, en vez de maximizando la acumulación de dinero y bienes materiales, hace una diferencia grande en términos de cuáles son la prioridades que orientan nuestras decisiones.

Howard Stevenson –profesor en Harvard Business School- en su Libro Just Enough, cuando describe y sistematiza las respuestas de personas con éxito económico sobresaliente, demuestra que la ansiada meta de acumular posesiones materiales en abundancia, no representa en términos de felicidad, calidad de vida y serenidad, lo que ellos pensaban.

Para cerrar les comparto el testimonio publicado en el NYTimes de un empresario exitoso quien tiene la valentía y sabiduría de compartir sus aprendizajes luego de haber acumulado una gran riqueza.

Una y otra vez, parece que el mensaje de que no hay que olvidar es que somos finitos y cuando somos jóvenes y saludables, tendemos a olvidarlo.

Si tenemos un tiempo limitado en la tierra, ¿cómo invertirlo?

La respuesta a esa pregunta es que pese a que la presión social pudiera empujarnos en la dirección vivir para tener más, uno debiera resistirse y trabajar diariamente en vivir, para vivir mejor…

Buena semana, y recuerde enfocarse en vivir mejor.