Reinvención: ejecutiva costarricense que emigra a la playa en pandemia

Hace mucho que no compra zapatos, porque no necesita más que un par de chancletas.

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Con frecuencia soñamos despiertos en irnos a vivir a la playa. Esta es una historia real de alguien que, sí lo hizo.

Se llama Tatiana, le dicen Tati, sus ojos verdes y gran sonrisa sobresalen en esa piel morena.

Hablamos por espacio de una hora y se proyecta feliz, con energía y satisfecha.

Fue mi alumna, quería desarrollar su liderazgo en ese momento que la conocí y tener más herramientas para desempeñar su trabajo. Trabaja en una empresa multinacional hace casi una década, es mamá, esposa, hija…

Yo tenía interés en conversar con ella porque durante la pandemia decidió irse a vivir de San José a un lugar cerca de la playa. Quería entender el proceso que tomó para decidirlo y también su vivencia.

Hoy, reconoce que se puede vivir con menos. Hace mucho que no compra zapatos, porque no necesita más que un par de chancletas. “Tengo mala señal en mi casa y entonces vivo un poco aislada al final del día, no consumimos tanta televisión, ni nada en las redes, vivimos más simple, el presente. No necesito comprar ropa, en fin, es una vida más simple”.

No todo es como un sueño, hay elementos en esa vivencia que la entristecen: “Uno ve en los alrededores que la comunidad vive al día. Hay periodos de trabajo y otros periodos donde si uno no es organizado, se queda sin nada”. – menciona reflexiva.

“Hay como dos economías, los nómadas digitales que vienen y viven en su burbuja y encarecen los alquileres y suben los precios de los servicios y productos que consumen, pero no se mezclan con la población del país, de la comunidad” - afirma.

Comparte su experiencia con la educación pública: “Quisimos meter a nuestra hija a la escuela pública y que siguiera en ese sistema, la inscribimos y todo. Fue muy desalentador. Casi no tenía clases, la maestra no llegaba, o tenía una conferencia, o había siempre algún tema por el cual la escuela del lugar no da clases regulares”.

Tuvo entonces, que tomar la decisión con su esposo de buscar un centro privado para la educación de su hija, la escuela pública realmente no funcionaba. Nos miramos con tristeza mientras me dice: “el futuro de nuestro país que son nuestros niños que asisten a la escuela pública, por lo menos en ese lugar, no tienen mucha opción. No se están formando, aprendiendo, creciendo para volverse seres humanos útiles. Ahí estamos en ese centro educativo, como familia un poco en contacto con esa burbuja del nómada digital, y uno no puede sino cuestionarse qué tan bueno es esto a nivel de la comunidad, de la provincia, del país.

El efecto neto positivo, todavía no me queda tan claro de abrir nuestra comunidad, y nuestro país a los nómadas digitales”. – afirma con preocupación.

“En mi caso, yo he visto tantas necesidades, que me he vuelto activa comunalmente, de hecho, estoy considerando dejar mi empleo en la multinacional y dedicarme a esto, apoyar de lleno a la comunidad a través de trabajo con una o varias ONGs”.

Mientras hablamos, ve hacia un lado, me dice: “estoy trabajando en un espacio que alquilo, porque el Internet en mi casa que era de fibra óptica fue robado hace meses, y no lo han reparado. Tuve que alquilar este lugar para trabajar de día, ya al llegar la tarde, me enfilo hacia mi casa”.

Me dice, “ahí por la ventana hay un mono. Hay muchos, a veces me pregunto si no se me van a meter”, sonríe y vuelve a la conversación: “Hoy fui a medio día a almorzar al lado de la playa, me hace mucho bien el mar, nadé almorcé y ahora estoy de vuelta aquí para trabajar”.

Después de conversar con ella, sentí gran admiración y respeto por la valentía de la decisión de irse de vivir a una comunidad rural, también por el amor al prójimo a través de todo lo que ha hecho y planea hacer en la misma.

Sentí en ella una gran sensibilidad y también la apertura a mirar el mundo, la realidad y la vida de una forma totalmente fuera de las convenciones sociales, una vida honesta auténtica y aunque no siempre cómoda, con un propósito.

Me sentí feliz de haber sido su profe, de conocerla y agradecida por la generosidad de dejarme atisbar a su mundo.

Hoy le pregunté si me dejaría publicar su historia a lo que me responde: “Si, me encantaría visibilizar mi historia”. Su nombre Tati Pochet.