Un trabajo, una carrera o una vocación: ¿qué tiene? ¿qué quiere?

Hay una distinción entre cada uno y cada uno tiene un impacto distinto en la satisfacción con la vida y el éxito

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Hace días entrevisté a Junior Díaz y a Gabriela Patterson.  Él, jugador de fútbol costarricense, padre de familia, esposo y hoy en transición de vida. Ella, velocista, mamá, esposa, entrenadora personal. Y hace días, observé el testimonio fotográfico de una de las mejores profesoras de primaria de mis hijos. 

Y pensaba en esa distinción entre trabajo, carrera o vocación y en el impacto que tiene en la satisfacción con la vida, en el éxito, en lo complejo que puede ser hoy la relación con nuestro trabajo y en cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo.

Un trabajo se vive como el intercambio de nuestro tiempo y esfuerzo por dinero.  Una carrera, conlleva además de lo anterior, la progresión, evolución, mejora, ascenso, o como queramos evaluarlo.  Pero una vocación o un llamado, se vive diferente.  Se vive como el impacto o la huella que dejamos en nuestro quehacer diario.

Para mi el ser mamá puede ser vivido de las tres formas.   En la hora tucutú (todos los que somos padres sabemos que es antes de acostarlos); un trabajo, acostar a los niños, bañarlos, que cenen, y salir del tema.  Una carrera, hacerlo pensando que es por su bien, para que lleguen a ser personas sanas y buenas. 

Una vocación se vive, como tengo el privilegio de pasar dos horas con estos seres humanos que algún día no estarán conmigo, alimentarlos, cuidarlos, leerles, construyo mi propósito así.  Yo veo a Gaby así, una mamá, que tiene una vocación en como vive la maternidad.  Me asombra escucharla pues al ser tan joven, me parece sabia, tiene 3 pequeñas, y vive con vocación su maternidad. 

Es lindo escucharla porque se siente el disfrute en cada una de las etapas de las pequeñas.  No pierde de vista que quiere dejar en ellas la enseñanza de ser independientes, pero tampoco se olvida del presente y del disfrute de los pequeños detalles cotidianos.  Cuando la más pequeña no la deja dormir, no pierde la paciencia, ni la perspectiva es como si supiera e integrara que es un estadío temporal.

En el caso de Junior, conversando con él encontré una frase bellísima que dice que para él jugar es diversión, jugar es fluir, dejarse llevar, que también debe ser consciente de él mismo si quiere jugar en equipo porque si uno no aprende a jugar con otros, pues no juega, y de eso se trata, de jugar. 

Hoy Junior, está en transición de vida, pero está pensando en como trascender, enseñar lo aprendido a lo largo de los años a las nuevas generaciones: “el juego no es solo fuerza bruta física, también es mental.  Eso es lo que hace hoy la diferencia.  Y quiero enseñar a niños, jóvenes y tal vez entrenar esa parte que es tan importante, pero a la vez tan compleja”.

Finalmente, Anne, mi profesora querida, hoy retirada.  Siempre la vi feliz, realizada, entregada a su clase.

Creo que lo que estas tres personas tienen en común es que, si bien podrían haber vivido su ocupación como un trabajo, o una carrera, lo viven con vocación y con sentido de propósito y eso les hace disfrutarlo, impactar a otros, pero también les hace ser cada vez mejores en lo que hacen.

Creo que uno cuando inicia la vida profesional, busca un trabajo, pero conforme va madurando y avanzando, puede ir perfilando una carrera.  Sin embargo, siempre se puede dar un significado a lo que hacemos diariamente, a veces, no es cambiar de oficio sino de perspectiva.  No vivir en automático sino meditar cómo impactamos, cómo construimos un mejor mundo en nuestro pequeño metro cuadrado.

En mi vida, cuando trabajaba en el Banco Central de México, eso fue un trabajo, además decidí que no quería hacer una carrera ahí.  Luego, sentí en mis 20´s que lo importante era ser exitosa en una carrera ascendente. 

Pero me di cuenta de que eso no era lo que me hacía feliz.  Que había expectativas sociales o culturales que otros tenían sobre mí, que a mí no me hacían sentido.  Al no conocerme, ni escucharme, me confundí e invertí tiempo en trabajos que hoy sé que no debí haber aceptado.

Mi vocación, mi llamado estaba ahí, solo que no lo escuchaba o me sentía insegura de escucharlo. 

Ser emprendedor es complejo, enseñar es complejo, pero eso era y es mucho de lo que hago hoy… me daba miedo reconocerlo, aceptarlo y vivirlo, pero era la única posibilidad que tenía de tener una alineación entre lo que podía hacer y lo que realmente quería hacer. 

Esta reflexión puede sonar un poco utópica para la gente que no tiene trabajo.  Pero, a veces en esos momentos es cuando descubrimos sobre nosotros lo que no sabíamos que teníamos adentro, de la adversidad pueden emerger si nos ponemos atención caminos mejores.

Hoy viendo hacia atrás sé que en varios momentos de mi vida no vi todas las posibilidades.  Tal vez porque era muy joven, inmadura, porque no tenía los acompañamientos adecuados.

Donde esté hoy deténgase y trate de meditar, ¿qué posibilidades no estoy viendo?  Al final la vida es una y nuestro trabajo consume mucho de nuestro tiempo, se puede vivir jugando y disfrutando como un Junior, a la vez que se tiene un trabajo y una carrera, pero también se puede, nada más vivir trabajando para esperar las vacaciones.