Xhaka y Shaqiri, persiguiendo los demonios del pasado

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Serbios a regatear y fantasmas para espantar: para llevar a Suiza a los octavos de final del Mundial, Granit Xhaka y Xherdan Shaqiri quieren dejar atrás sus raíces albanesas y sus provocaciones políticas en el vestuario, el viernes contra Serbia (19h00 GMT) en el Mundial-2022.

Cuando hace cuatro años voltearon el marcador contra Serbia (2-1) en la misma fase del Mundial de Rusia, el capitán y el habilidoso extremo de la Nati celebraron sus goles imitando el símbolo del águila bicéfala de la Gran Albania, un festejo que les costó caro.

"En 2018 perdimos mucha, mucha, mucha energía", recordó Granit Xhaka en la zona mixta el lunes tras el Brasil-Suiza (1-0). "Ahora esperamos ser lo suficientemente profesionales como para concentrarnos plenamente en el fútbol".

Cubiertos de insultos en Serbia, en el centro de una polémica suiza sobre su grado de adhesión a la selección nacional, el alto centrocampista y el pequeño delantero con aspecto de halterófilo se libraron de las sanciones deportivas, pero fueron multados por la FIFA.

En particular, parecieron bloqueados en el tercer partido de la fase de grupos, contra Costa Rica (2-2), y en el partido de octavos de final, contra Suecia (1-0), una pérdida de energía incompatible con las nuevas ambiciones de la Nati.

Porque los suizos, que ganaron el año pasado su primer partido eliminatorio de un gran torneo desde 1938 para acceder a los cuartos de final de la Eurocopa-2020 tras ganar a Francia, no se fijan ningún límite.

"Hemos demostrado que somos capaces de obtener resultados contra las grandes selecciones, así que...", sonreía Shaqiri el domingo, antes del choque contra Brasil y su alineación repleta de estrellas. Se espera que vuelva a la acción contra Serbia, después de haber sido descartado por una distensión en el muslo.

Xhaka, reubicado en el centro de la cancha por delante de la defensa, desempeñó ante Brasil un papel fundamental en la consolidación del bloque suizo y en la salida limpia del balón, dirigiendo una trampa formidable hasta el último gol de Casemiro (83).

Con la mirada ya puesta en Serbia, y tras el partido, analizaba el peligro de las 'Águilas' en el juego aéreo, "con Aleksandar Mitrovic (goleador contra la Nati en el Mundial 2018) y quizás Dusan Vlahovic", deseando "que gane el mejor equipo".

Ni una palabra, por tanto, sobre la provocación que les valió a los serbios un procedimiento disciplinario al comienzo del Mundial, con esta bandera que sitúa a Kosovo en Serbia -y que lleva la inscripción "No habrá rendición"- exhibida en su vestuario antes de su partido contra Brasil (2-0).

Ni Xhaka ni Shaqiri quieren seguir hablando del tema: la Federación Suiza ya ha indicado que no cruzarán la zona mixta después del Suiza-Serbia, y prefiere mandar al portero Yann Sommer a la tradicional rueda de prensa previa al partido prevista para el jueves.

"Tengo 30 años, más experiencia y me he tranquilizado", dijo Xhaka el lunes sobre su carrera finalmente asentada en el Arsenal, antes de añadir: "Pero obviamente sigo conservando mi otra faceta".

Y esta otra faceta, la rabia que infunde en todos sus equipos, ¿cómo puede separarse de su historia personal? Si el capitán de la Nati nació en Basilea, su padre "era un orgulloso kosovar", obligado a huir de la antigua Yugoslavia en 1990 tras pasar tres años y medio entre rejas por manifestarse contra el régimen comunista, según declaró Xhaka a The Guardian en 2017.

"Sus primeros meses en prisión estuvieron bien. Pero entonces empezaron las palizas", continuó, diciendo que había "crecido con la fuerza mental" de su padre como modelo, al igual que su hermano mayor Taulant, centrocampista del FC Basilea y de Albania.

Shaqiri nació en lo que ahora es Kosovo, un año antes de que sus padres se trasladaran a Basilea, donde trabajaron como fontanero, albañil y ama de llaves para enviar dinero al país que pronto sería devastado por la guerra.

Y fue en la "vieja" casa de la meseta suiza, sin más calefacción que una chimenea, donde el pequeño Xherdan empezó a "correr como un loco" para no pasar demasiado frío, antes de recibir una réplica de la camiseta brasileña de Ronaldo por su séptimo cumpleaños, según confesó a The Players' Tribune en 2018.

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