Olli-Pekka Heinonen, director mundial de Bachillerato Internacional: “Esperamos que pueda haber más centros públicos” con IB en Costa Rica

El dirigente de la Organización de Bacillerato Internacional visitó Costa Rica y habló con ‘El Financiero’ sobre las características de la implementación de este sistema en el mundo y en el país

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En su primer viaje a Costa Rica, el finlandés Olli-Pekka Heinonen, quien funge desde 2021 como director general de la Organización del Bachillerato Internacional (IBO, por sus siglas en inglés), resalta el verde del entorno costarricense, aún estando en un hotel capitalino.

Heinonen, quien fue ministro de Transportes y de Educación en su país, vino a Costa Rica para participar en el IB Day, un evento realizado por el equipo iberoamericano del Bachillerato Internacional (IB) con el objetivo de conectar actores educativos locales.

El IB tiene diplomas para escuelas, años intermedios y colegios. El sistema está en plena expansión en Costa Rica y el mundo. Entre 2018 y 2022, el número de entidades educativas que ofrece este esquema internacional creció un 35%. Al año se unen, en promedio, 300 nuevas instituciones y se suman 700 programas.

En medio de su visita, Pekka atendió a EF para conversar sobre el funcionamiento del IB y la situación de este programa en Costa Rica.

¿Cuál fue la necesidad que llevó a la creación del IB y qué rol cumple el programa en la educación a nivel internacional?

—El IB se creó hace 55 años. Se puede decir que se construyó a partir de una crisis porque los fundadores fueron personas que habían experimentado, de diferentes formas, los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Ellos pensaron qué tipo de sistema educativo sería necesario crear para asegurarnos de que esas cosas no volvieran a pasar. Hubo otra razón en ese momento y fue que en ese periodo se crearon organizaciones internacionales como Naciones Unidas y el cuerpo diplomático estaba creciendo, así que había una necesidad de tener una cualificación que fuera aprobada y reconocida en todo el mundo. Esos son aún los propósitos que estamos cumpliendo todo el tiempo. Por supuesto, cuando las cosas cambian, moldeamos nuestro enfoque. Tenemos muchos programas y la organización ha crecido. Empezó con 12 centros educatvos en Europa y ahora somos 5.700 en 160 países.

Con esta cantidad de centros de formación, ¿cómo aseguran que la calidad del IB sea la misma en todo el mundo?

—Hay dos componentes. El primero es que sin importar donde esté la escuela o colegio, el proceso de autorización es el mismo. Esa es la forma en que garantizamos que exista un camino de desarrollo con esa comunidad académica que la lleve a implementar los programas del IB. No les decimos a los centros educativos qué deben hacer, sino que ayudamos a la comunidad a establecer sus metas. El otro factor es que nuestras evaluaciones son las mismas sin importar donde esté el estudiante. Esa es otra forma de garantizar que se apliquen los mismos criterios de calidad en todas partes.

¿Estas 5.700 instituciones son en su mayoría públicas o privadas?

—Son casi mitad y mitad a nivel global. Hay algunas diferencias regionales, como en Estados Unidos donde tenemos muchas instituciones públicas y países donde hay más privadas.

Cuando se trata de instituciones públicas, ¿cómo manejan la coordinación con gobiernos y ministerios de Educación?

—La legislación difiere en cómo ven sistemas educativos como el IB. En algunos países tienen en su legislación convenciones sobre IB, otros no. Estamos encontrando la forma en que los programas puedan ser implementados en el sistema público. Eso es algo en lo que siempre nos involucramos con los gobiernos para que haya un entendimiento común de cuáles son las necesidades en cada contexto nacional. En algunos casos hacemos acuerdos con el gobierno, donde el gobierno se acerca y tiene su propia meta de, por ejemplo, cuántas entidades educativas con IB quieren tener en el futuro. Queremos involucrarnos de manera que haya una especie de coherencia y continuidad en lo que estamos haciendo porque no le sirve a nadie si es de corto plazo, al final los estudiantes sufren si se empieza algo y luego termina. Por eso nos aseguramos de que estamos estimulando el ecosistema alrededor de las escuelas para apoyar su trabajo. Por ejemplo, Costa Rica tiene una asociación IB fuerte, llamada IB Compass, que apoya en el desarrollo de profesores, dando talleres. Y luego por supuesto la relación con las universidades para colaborar con ellas, que reconozcan el certificado, y discutimos con frecuencia sobre tener en los cursos de carreras de educación algún elemento IB.

¿Entonces el programa se adapta a cada país, dependiendo de sus características y de ese ecosistema?

—Se puede adaptar en el sentido de que los programas de primaria y años intermedios especialmente no son currículums en el sentido tradicional. No dice que tiene que enseñar esto y aquello, los nombres de los ríos… Es un marco, un enfoque pedagógico, para enseñar y aprender, así que está incorporado en la cultura nacional, el idioma nacional y los requisitos nacionales.

Cuando una institución quiere ser parte del IB, ¿qué requisitos necesitan cumplir?

—Primero que todo debe haber sostenibilidad económica, que sean capaces de tomar esa responsabilidad. Se necesita tener cierta infraestructura. Luego, lo que estamos alentando fuertemente es que involucremos no solo a los maestros y directores, sino también a los padres y los estudiantes en el camino. Y luego el desarrollo profesional. Muchas veces sucede que se trata de un diálogo con el centro educativo, y el resultado es que acordamos cierto tipo de objetivos de desarrollo que deberían alcanzar en un período de tiempo determinado para poder ser autorizada.

¿Tienen datos de cuántos de los estudiantes que se gradúan del IB van a estudiar a universidades extranjeras?

—Sí. Y seguiremos de cerca a dónde van, a cuáles países. Podemos compartir esos datos.

¿Pero es esa la situación más común o se quedan en sus países?

—Varía país por país. Pero diría que los estudiantes IB son probablemente más propensos a estudiar afuera que otros.

[Interviene Amy Parker, directora de Marketing y Comunicación del IB]: Cuando los estudiantes se gradúan del IB siempre hay grandes destinos a los que la mayoría de estudiantes van: el Reino Unido, Estados Unidos… Pero lo que estamos viendo es que debido a que el IB está volviéndose más reconocido en los países locales, más estudiantes ven ahora como opción quedarse en su país. Estamos haciendo mucho trabajo de reconocimiento en los mercados para asegurarnos de que ese ecosistema está bien establecido en su país de origen de modo que ahora tienen la opción de elegir.

¿Hay algún otro programa como IB en el mundo en este momento?

—Diría que no. Hay programas que abordan parte de las cosas que hacemos. Pero en esa variedad de cosas que estamos haciendo no creo que exista exactamente un programa similar.

¿Cómo describe el crecimiento y la implementación del IB en Costa Rica?

—La ruta en Costa Rica ha sido, de hecho, bastante similar que en muchos países. Los primeras instituciones fueron privadas y luego el número creció gradualmente. Luego hubo voluntad también de iniciar el proceso con las centros públicos. Ahora son 52 en el país, 20 de ellos públicos. Y luego el lado de las instituciones públicas es el que ha estado creciendo en años recientes. Ese es realmente el proceso.

En Costa Rica y en el mundo, ¿hay casos de escuelas que entraron al programa y luego salieron?

—Sí, tenemos algunas. No muchas. No en Costa Rica. Alrededor del mundo hay tal vez dos razones comunes. Una es que, en escuelas internacionales, por alguna razón las familias se mudan, por ejemplo durante la pandemia, y ya no hay estudiantes.

A veces también hay un desafío económico en la escuela. Durante el covid, por ejemplo, utilizamos $5 millones para ayudar a los estudiantes de esas escuelas a superarlo porque fue un acontecimiento inesperado.

Al ser un programa de escuelas internacionales. ¿Cómo mantuvieron la conexión durante la pandemia?

—La cuestión más retadora fueron las evaluaciones porque era imposible organizar exámenes en un número bastante grande de escuelas en el mundo, así que tuvimos que crear una especie de modelo dual en el que también hubiera una ruta sin exámenes para aquellos estudiantes que no eran capaces de hacerlos. Eso funcionó muy bien al final. Ahora, por supuesto, volvemos a la situación en la que el examen normal es la ruta principal.

¿Cómo ve a futuro el desarrollo del programa en el mundo y en Costa Rica?

—Hemos establecido algunas metas para incrementar el acceso al programa. Reconocemos que el costo del programa es un reto en algunas partes del mundo y queremos encontrar las formas para remover esas barreras tanto como sea posible, para que estudiantes de más diversos orígenes puedan unirse. Otro desarrollo que vemos es que hay un pedido de un número de gobiernos que quieren usar IB como una herramienta para mejorar la calidad de sus sistemas educativos. Estamos colaborando en un tipo de asistencia de nivel.

En Costa Rica estamos en una fase, como dije, donde el crecimiento de escuelas públicas es bastante reciente. Ahora el objetivo es que podamos aumentar el grupo de estudiantes en esas escuelas para asegurarnos de que están en una especie de camino sólido hacia la calidad de la enseñanza y el aprendizaje. Una vez que lo hayamos conseguido, esperamos que pueda haber más escuelas públicas. Pero algo que siempre se necesita aquí es paciencia.