Tras éxito diplomático, China afronta desafío de gestionar nuevo banco de inversión

Con un capital inicial de $50.000 millones y un buen puñado de países occidentales entre sus miembros, la nueva estructura será un contrapeso al control ejercido por Estados Unidos y Japón sobre el Banco Asiático de Desarrollo

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Pekín.- Pekín se ha anotado una victoria diplomática atrayendo a casi 50 países a su Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras (BAII), aunque ahora deberá convencer de su capacidad de animar satisfactoriamente una institución financiera multilateral.

Con un capital inicial de $50.000 millones y un buen puñado de países occidentales entre sus miembros, la nueva estructura será un contrapeso al control ejercido por Estados Unidos y Japón sobre el Banco Asiático de Desarrollo (BAD).

Cuando la segunda economía mundial anunció la iniciativa en octubre, pocos esperaban tantas candidaturas occidentales.

Pero tras decidirse el Reino Unido, muchos otros (Alemania, Francia, Italia, España o Australia) se han sumado, para influir desde dentro en las negociaciones preparatorias. Y todo esto a pesar de Washington, sorprendido e impotente.

Al cerrarse el plazo de presentación de candidaturas el martes, 49 Estados además de Taiwán eran candidatos a convertirse en miembros fundadores de la nueva institución, cuyos estatutos están por definir. Entre ellos hay 18 de los 34 Estados de la OCDE.

Estados Unidos y Japón brillan por su ausencia, después de haber manifestado por adelantado sus preocupaciones en cuanto al modo de gobernanza de la nueva institución.

Según Rajiv Biswas, economista del gabinete de análisis IHS, los chinos "estarán contentos de aprovechar la experiencia de los países desarrollados".

Pekín "quiere como sea ganar credibilidad a nivel internacional, y obtenir con el BAII resultados concluyentes", añade.

Por otra parte, la presencia de países europeos "reducirá el riesgo de opacidad", y el BAII podría así "contribuir a extender las buenas prácticas de los países desarrollados", sostiene Rajiv Biswas.

Inversión urgente

El trasfondo de este nuevo banco multilateral son las grandes necesidades de inversión en infraestructuras en Asia en los sectores de los transportes, la energía y las telecomunicaciones.

Según el BAD, entre 2010 y 2020 se necesitaría invertir un total de unos $8 billones.

El nuevo banco podrá contribuir a colmar el déficit de inversiones, pero también ayudará a los intereses chinos.

China ya está ocupada en la creación de un banco de desarrollo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), y un fondo destinado a financiar proyectos en las nuevas "rutas de la seda", en Asia central y el sur del continente.

Para los expertos del banco australiano ANZ, "el BAII apoyará claramente las iniciativas de las 'rutas de la seda' (...) con la idea de garantizar nuevos mercados" a los grupos chinos, y dar salida de paso a las reservas de divisas de Pekín, las mayores del mundo.

Más directo, Damien Ma, investigador del Instituto Paulson de Washington, afirma que "estas nuevas entidades son instrumentos que apoyarán de una forma u otra las ambiciones chinas" en la región.

En cuanto al funcionamiento, Pekín sabe que deberá estar a la altura, sobre todo teniendo en cuenta que el balance de los créditos chinos en África y Latinoamérica "es contrastado, con proyectos en quiebra o con resultados modestos", sin hablar de los daños medioambientales, apunta Christopher Balding, profesor en la Universidad de Pekín.

Muchos europeos han advertido que estarán muy atentos a las cuestiones de transparencia, eficacia y medioambiente en el seno del BAII. En ese sentido, París y Berlín condicionaron su participación a "una buena gobernanza".

Además, el flujo de pretendientes podría complicarle la tarea a China, que deberá conciliar intereses de lo más variado.

"Cuantos más países haya a bordo, más difícil será de controlar, porque cada miembro esperará, razonablemente, tener su palabra que decir", indica Balding.

Según la prensa, China habría abandonado su derecho de veto a las decisiones del banco, algo que Pekín negó haber ambicionado en ningún momento, para tranquilizar a los occidentales.