¿Y si nadie gana el premio?

Hay que prever para evitar que una promoción tenga efecto contraproducente

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Las promociones comerciales y la Lotería Nacional se rigen por reglas distintas.

Sin embargo, quienes realicen promociones para sus consumidores pueden aprender valiosas lecciones del último sorteo “navideño” de la Lotería, cuyo premio no se entregó porque el número favorecido no salió a la venta.

Esta situación nos plantea una interrogante. ¿Qué sucedería (o más bien, qué debería suceder) si en una promoción comercial ningún participante elegible se gana el premio?

Dadas las eventuales consecuencias de una situación de este tipo, los organizadores de una promoción deben prepararse adecuadamente.

Para un comerciante, ofrecer un beneficio y no entregarlo genera un considerable riesgo reputacional.

Independientemente de si hay motivos válidos o no para conservar el premio, esta situación probablemente generará un descontento entre los consumidores.

Dependiendo del perfil y difusión que tenga la promoción, incluso se podrían afectar la credibilidad de la empresa y disminuir su capacidad para hacer negocios futuros.

El sorteo navideño de la lotería es un ejemplo de esta situación, en la cual algunos jugadores expresaron su desconfianza hacia la JPS , y algunos vendedores han mostrado temor sobre las ventas de los próximos sorteos.

¿Qué dice la ley?

A nivel regulatorio, el Reglamento a la Ley de Promoción de la Competencia y Defensa Efectiva del Consumidor exige que en aquellas promociones que impliquen un sorteo, este debe realizarse en presencia de un notario público, y sus resultados deben divulgarse en un medio de circulación nacional (o al menos de la misma forma en que se comunicó la promoción originalmente).

Esta previsión claramente pretende aumentar el nivel de confianza y transparencia, pero es insuficiente.

En primer término, porque afecta únicamente las promociones que conlleven sorteos, mas no las demás modalidades, como podrían ser por ejemplo, los premios instantáneos.

Asimismo, quedan algunas situaciones adicionales sin respuesta.

Por ejemplo, es posible que el consumidor seleccionado no cumpla con los requisitos de elegibilidad, que no acepte alguna de las condiciones de la promoción, o bien que no reclame su premio en el plazo establecido (asumiendo que las condiciones de la promoción son válidas y que el plazo concedido para reclamar el premio es razonable, pero todo esto es un tema distinto del que ahora nos ocupa).

Ante estas situaciones, algunas leyes extranjeras exigen que el premio sea donado a una institución de beneficencia designada previamente, o que se realice un nuevo sorteo hasta encontrar un ganador elegible.

En nuestro país, la ley no obliga a acudir a ninguna de estas alternativas, ni indica tampoco qué se debe hacer con el premio en estos casos.

Prevenir antes que curar

Ante esta situación, y considerando que lo ofrecido públicamente obliga al comerciante frente a todos los consumidores participantes, es importante que los organizadores establezcan de previo cómo planean actuar si ningún ganador elegible reclama el premio en tiempo.

Una alternativa a la que acuden algunos es a elegir ganadores suplentes en el mismo sorteo principal, para tener a quien entregar el premio sin necesidad de incurrir en el esfuerzo logístico adicional que conlleva un sorteo suplementario.

La mayoría, sin embargo, simplemente son omisos sobre el tema, con el consecuente riesgo en caso de presentarse una de estas situaciones.

Sea cual sea la alternativa, es importante que la solución esté prevista desde el inicio de la promoción, y que se comunique adecuadamente entre las reglas de esta.

De tal forma, se podrá enviar un mensaje claro a los consumidores de que el premio ofrecido será realmente entregado, o que al menos se harán esfuerzos para hacerlo más allá del mínimo exigido por ley.

Una promoción conlleva usualmente un esfuerzo importante, que pretende generar valor a una marca.

Para ello, entre otras cosas, no debe dejarse tela de duda sobre las verdaderas intenciones del comerciante, y de su propósito de cumplir lo ofrecido.

La falta de planificación adecuada sobre este aspecto puede convertir este esfuerzo más bien en publicidad negativa sobre el propio producto que se quiere promocionar. Así que lo mejor es prevenir, antes que tener que curar.