Innata mostró y vendió sus prendas sostenibles en Nueva York. En Costa Rica una colección inspirada en una ruptura amorosa la dio a conocer

Innata Moda Sostenible crea prendas personalizadas, reversibles y versátiles para toda ocasión y únicamente se venden en Internet; ahora dará el paso a la asesoría en imagen.

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Natalia Morales, fundadora de Innata Moda Sostenible, se levanta a las cuatro y media de la madrugada para ir a nadar. Regresa a la casa a cambiarse. Entra a la empresa en la que trabaja a las ocho. Ahí permanece hasta las cinco de la tarde.

Al regresar a la casa descansa un poco. Se conecta a las clases de un curso que empezó en certificación para consultoría de imagen, un servicio que quiere incorporar el próximo año en su emprendimiento. Los viernes, sábados y domingos los dedica al negocio.

“Me encanta lo que hago acá en la oficina, la parte de proyectos. Pero me encanta la moda”, dice Natalia. “Siempre he sido súper entusiasta de la moda. Y ver el éxito de la marca y a las clientas sentirse tan felices cuando se ponen algo. Es la cereza del pastel. Entonces pienso que estos sacrificios ahora valen la pena”.

Ella participó en el Impact NYFW, que se realiza en Nueva York, con una colección inspirada en las mariposas de Costa Rica. Y fue otra colección, inspirada en una ruptura amorosa, la que la impulsó en el mercado local. Actualmente solo vende en Internet.

Innata crea prendas sostenibles femeninas (tales como blusas, pantalones, camisetas, trajes y vestidos, entre otras), casuales y formales, reversibles, transformables y multiforma. También crea colecciones y prendas personalizadas (vestidos de fiesta o graduación).

Natalia explica que la sostenibilidad implica el impacto positivo en lo ambiental, la economía, la sociedad y la cultura. Abarca el trabajo ético, la gestión de los residuos, la economía circular y se relaciona con los objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas y el Global Fashion Agenda, una iniciativa originada en Copenhague, Dinamarca.

El reto no es menor, pues la moda es precisamente una de las industrias más contaminantes.

Las prendas sostenibles son aquellas de mayor duración, con telas de calidad y orgánicas certificadas, versátiles (reversibles, transformables y que pueden utilizarse hasta para ocho propósitos con diferentes estilos de outfits) y de alta costura (con técnicas de confección para que la prenda dure).

Los materiales deben ser cien por ciento de algodón, lino e inclusive poliéster, todos los cuales se pueden reciclar. Se recurre, además, a programas de recolección o devolución de prendas para darles un tratamiento apropiado, que no vayan a los basureros.

También se donan a hogares de personas mayores o para la confección de otras piezas por otros emprendedores. Como Chazak que utiliza el papel usado en las prendas para bisutería.

Los beneficios obtenidos en el reciclaje se entregan a organizaciones con programas sociales.

Una línea de acción es la asesoría para que las personas se hagan un Closet Sustentable, con compras conscientes e inteligentes.

Las ventas son por Internet, a través de su sitio web o redes sociales, con precios que van desde los quince mil hasta noventa mil colones. En el caso de los vestidos de gala el costo dependerá del diseño.

Natalia es una joven de treinta y dos años. Nació en Cartago y vivió en El Molino, por lo que ella siempre se acostumbró a que todo le quedara cerca. El mercado, la escuela, el colegio. Y a destacar que no nació con todo a su favor.

Su madre, Rebeca Monge, trabajó limpiando casas ajenas. También daba clases particulares a escolares. “Es muy inteligente”, dice Natalia de Rebeca.

Con esos trabajos sostuvo a sus tres hijas: Andrea, la mayor; Natalia, que es la de en medio; y Karol, la menor. La familia se agrandó más recientemente con tres sobrinos: Matías, Gabriel y Sofía.

Natalia estudió en la Escuela Unidad Pedagógica Rafael Hernández Madriz y luego en el Colegio Elías Leiva, en el Tejar del Guarco. Siempre fue muy activa.

Participaba en concursos y actividades de oratoria,en las Olimpiadas de Matemáticas, en los bailes típicos y en arte. Con su padre, Roberto Morales, aprendió a dibujar y a pintar.

Como en su casa no había recursos, tenía que trabajar. Estuvo en el Elías Leiva hasta noveno año y al siguiente se pasó al Colegio Vocacional de Artes y Oficios (Covao).

Sacó un técnico en contabilidad y finanzas en 2009. Cuando salió, de inmediato, empezó a trabajar. Pero su idea siempre era ir más allá e ingresó al Instituto Tecnológico de Costa Rica (TEC) administración de empresas. Fueron años intensos.

El TEC le dio una beca, lo que le exigía trabajos de estudiante (las horas beca) para corresponder al beneficio. Además, ella trabajaba. Y llevaba bloques completos. La única ventaja era que las clases eran en la noche. Se graduó en 2015 y dio un paso más.

Durante ese tiempo había creado un ahorro. Aplicó y fue aceptada en un programa de verano de Disney World. Allá estuvo siete meses. Mejoró el inglés. El esfuerzo le permitió obtener otros resultados.

Hizo varias conexiones, sacó un curso de comunicación corporativa con Central Michigan University y regresó para sacar la licenciatura en el TEC en 2017. A partir de ahí trabajó en una empresa de tecnología, siempre en el área de contabilidad aunque más de análisis de datos y en proyectos.

Desde 2022 trabaja en Terumo BST, una firma dedicada a dispositivos médicos, como gerente del departamento de proyectos. Acaba de concluir el montaje de una planta de producción.

El proyecto es monumental. Implica el traslado de los 32 procesos operativos de la planta de la firma en Lakewood, Colorado. “Vienen otros proyectos”, dice Natalia.

Su misión es dirigir un equipo de trabajo, “es un montón de gente”, darles mentoría e implementar las nuevas iniciativas de la firma. Es un trabajo retador. El balance de vida lo logra aplicando su creatividad en Innata.

Al terminar de estudiar finanzas, hace seis años, Natalia retomó su pasión y estudió modas.

En realidad, era lo que quería desde niña. Solo que no pudo porque es una carrera más cara.

Había una opción en el Instituto Nacional de Aprendizaje (INA). Los horarios diurnos hacían incompatible el trabajo y el programa ahí.

Como sabía de administración, Natalia decidió llevar una gerencia de empresas de moda y lujo en línea con la Universidad Bocconi, ubicada en Milán, Italia.

Se especializó luego en moda sostenible en la Universidad de las Artes de Londres, Inglaterra.

No se quedó solo con eso.

Natalia siguió otros cursos en Parsons School of Design de confección, diseño y fotografía, entre otros.

Como siempre fue muy aplicada, en 2019 la eligieron para un programa en Nueva York, que incluía participar en el New York Fashion Week.

Durante esa semana trabajó en el backstage, que es donde se prepara a las modelos para los desfiles de moda.

A Natalia le tocó estar en el backstage de la reconocida firma Chromat, cuyos diseños se volvieron populares cuando Beyoncé y otras artistas vistieron sus prendas en los conciertos.

Parte del programa fue visitar a varios diseñadores en sus propios talleres. Se dio cuenta que ellos trabajan con las mismas herramientas y en un espacio como el que ella tenía ya en su casa en Costa Rica. “Ahí fue como donde abrí los ojos”, dice Natalia. “Esto es lo mío. Voy a sacar una marca”.

De regreso empezó a darle vueltas a la idea, a pensar en hacer algo distinto y a elaborar diseños propios. El 20 de marzo de 2020 sacó la marca. La incertidumbre por la pandemia no era un buen augurio. No vendía nada. Pero no se dio por vencida.

En abril de ese año vendió una blusa. Empezó a hacer unos videos, aprovechando sus habilidades de oratoria, y los publicó en redes sociales.

Los seguidores empezaron a surgir y a buscarla.

Todo el mundo estaba en teletrabajo. Necesitaban prendas cómodas y para verse bien en las videollamadas. Natalia aprovechó el momento.

Sacó una colección de ropa para estar en la casa. Vendió un montón y hasta colocó la ropa en una tienda durante cuatro meses.

Luego fue una colección para el Día de la Madre. Lo mismo. Y pasó algo que ella califica como un fracaso.

En la tienda tenía que pagar el espacio, los ganchos, los rótulos y los empaques.

La ropa se vendía. Pero en realidad, las clientes revisaban, elegían y compraban la ropa en línea. Luego la recogían en la tienda. Le dejó una experiencia y reorganizó las ideas.

Ese mismo año participó en el programa Yo Emprendedor, una iniciativa que opera desde 2008.

En 2020 fue la primera edición totalmente virtual. Participaron más de 800 emprendimientos.

Natalia quedó entre las diez finalistas. En esa última etapa, ganó al mejor elevator pitch. El logro la reafirmó en la idea de que iba bien.

El año 2021 lo inicia con clientes fijas y, cuando estaba dándole vueltas a cuál colección sacar ahora, le ocurre una ruptura amorosa. Le afectó.

Como necesitaba distraerse y no le dio chance a la depresión.

Lanzó una colección que llamó Bad Romance., con prendas en blanco y negro. Hizo una campaña, aprovechando los conocimientos que había obtenido en un MBA con especialidad en mercadeo.

La enfocó en los “dolorcitos de corazón” y en las rupturas amorosas, a sabiendas que su público meta son las mujeres.

Se sintieron identificadas. Le daban like a los contenidos. Reposteaban. Otra vez se dispararon los seguidores. Les encantó el concepto.

Hasta la fecha es la colección más vendida y tuvo la oportunidad de presentarla en televisión.

Se le acabaron las telas y otros insumos. Se estabilizó económicamente y a salió del bache. Entonces decidió viajar nuevamente.

Conversó con una amiga que vive en Nueva York, Isabel Camareno, pidió permiso en la empresa y se fue un mes. Antes del viaje, Natalia empezó a averiguar qué eventos de moda estaban programados.

En ese mes se iba a realizar el New York Fashion Week (NYFW) y el Impact NYFW, este último el evento anual de la semana de la moda que muestra a diseñadores sostenibles.

Se postuló para ingresar como diseñadora. Presentó las fotografías de las colecciones que ya tenía. Y la aceptaron. Se quedó en shock. ¿Qué iba a presentar ahora?

Llevó una colección de trajes reversibles llamada Borboleta, el término portugués de mariposa, inspirada en las alas de las mariposas de Costa Rica. En la pasarela las modelos realizaban los movimientos.

La participación le confirmó su potencial. Además, vendió todas las prendas.

Y vendió carísimo, dice, pues la gente allá paga. Y paga mucho.

Se acercaban y le decían que cómo era posible que las prendas fueran sostenibles.

Aprovechó el viaje para ver qué debía hacer para ingresar a una tienda. Pedían demasiado.

Natalia no se sentía preparada en ese momento. Quedaría para más adelante. Regresó a Costa Rica.

Estando aquí le salió la oportunidad de presentarse en la pasarela del Bicentenario, organizada por el Ministerio de Cultura. Se inscribió con la misma colección, Borboleta.

Presentó unos diseños diferentes. La acogida no la defraudó.

Aunque el trabajo en Terumo BST, que le exige más presencialidad en la planta y la obliga a bajar la intensidad del emprendimiento, Natalia no deja de realizar iniciativas.

Vende a pedido (son prendas a la medida y que entrega con un plazo de dos semanas) y concursó en un programa de las Naciones Unidas de mujeres en el arte, donde quedó como embajadora.

En la pasarela del Bicentenario conoció a Ricardo Aguirre, propietario de una agencia de modelaje y que apoya a emprendedores en la industria de moda.

Aguirre organizó un evento en marzo de este 2023 y Natalia participó con una colección.

La llamó Blossom, de florecimiento, con prendas transformables. En la pasarela, las modelos se presentan con una blusa de manga larga. De repente, pum pum.

Se quitan las mangas. Ahora tenían un vestido. Era una prenda transformable.

“A la gente le gustó mucho y también ha sido una de las colecciones que más se me ha vendido este año”, dice Natalia.

Su plan es dedicarse al emprendimiento. Ahora quiere darle un poco más de forma y que se mantenga. La competencia principal viene de las cadenas de ropa que venden a bajos precios.

Ella es parte de una nueva legión de mujeres emprendedoras con alto liderazgo.

Según Hipatia, del Programa Estado de la Nación, la mayoría de los emprendimientos de base tecnológica o startups son liderados por hombres.

Yo Emprendedor destaca que en el universo emprendedor, más allá de las startups, desde 2018 y especialmente a partir de 2020 se generaron iniciativas que demuestran la resiliencia emprendedora de las mujeres.

En etapas previas, las mujeres iniciaban un negocio más por necesidad (hasta 2013).

Luego empezaron a integrarse, aunque en áreas más tradicionales (2014-2018).

En años más recientes, indica Yo Emprendedor, las mujeres están liderando más negocios y en áreas de innovación y tecnología.

Es el caso de Natalia Morales y de su empresa Innata.

En enero próximo, ella irá a Colombia a ver proveedores y traer nuevas telas. Su idea es también suplir a otros diseñadores para importar más volumen y lograr economías de escala.

“Tengo bastante tiempo para poder sacar el negocio y hacerlo más estable. Y también ofrecer oportunidades a diseñadores que son muy buenos, que también les ha costado mucho”, dice Natalia.

Cada día, luego del curso en línea dos veces a la semana y de dedicarle un rato al negocio, Natalia lo acaba preparando su comida para la jornada siguiente, pues es celíaca y no puede comer en cualquier lado.

Se acuesta como a las diez o diez y media de la noche. Pensando en la clase de natación al otro día. En el trabajo en Terumo BST. Y pensando en los proyectos de Innata Moda Sostenible.