¿Es la recesión un mal necesario? Frenar la economía sería menos doloroso que mantener una inflación prolongada

Una recesión suena desagradable, y lo es, pero podría ser una mejor alternativa a perpetuar una inflación alta en el corazón de la economía

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Ante un problema de inflación mundial, la mayoría de occidente, incluido Costa Rica, ha subido sus tasas de interés durante el 2022 para combatir el encarecimiento. Esta práctica, aunque es la receta por excelencia, tiene un punto débil: puede encaminar la economía hacia una recesión.

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Este defecto, sin embargo, suele considerarse como un “mal menor”. En esta edición de El Explicador abordaremos las siguientes preguntas: ¿por qué es que se le llama mal menor a la desaceleración por medio de ajuste de tasas?, ¿cómo es que es más dañina una inflación alta y prolongada?, y, ¿es una recesión, por más dolorosa que sea, parte necesaria del ciclo económico cuando hay fenómenos inflacionarios?

Le explicamos a continuación.

¿Cómo es que las tasas combaten la inflación?

El ajuste de tasas es la principal herramienta que tienen los bancos centrales para combatir la inflación. Al subir las tasas de política monetaria, lo que las entidades hacen es reducir la demanda agregada (lo que el país, como un todo, está dispuesto a consumir), principalmente a través de una reducción del apetito por crédito de los agentes económicos: menos préstamos significa menos dinero en la calle.

Básicamente, lo que se hace es encarecer el dinero para que haya más incentivo para ahorrar que para gastar. Con menos liquidez en la economía, se reduce la demanda y esto afloja los precios.

Costa Rica, por ejemplo, ha subido en 825 puntos porcentuales su Tasa de Política Monetaria (TPM) desde diciembre de 2021 para aminorar la inflación, la cual llegó a tener un techo de 12,13% interanual en agosto del presente año.

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Además de este efecto de oferta y demanda, el ajuste de tasas tiene otra tarea importante que tiene que ver con el manejo de expectativas. Subir tasas manda un mensaje al sistema, es una muestra del compromiso del Banco Central por controlar la inflación. Esto hace que los agentes (todos nosotros) no incorporen un mayor encarecimiento en sus planes futuros.

“Aquí hay un juego psicológico, más que técnico o financiero, y es qué tan rápidamente se ajustan las expectativas de inflación a 12 meses ante los cambios de tasas, o puesto en otras palabras: qué tan creíble es la respuesta que el Banco Central está dando. Una respuesta firme puede reducir los costos del aumento de tasas”, explica Rodrigo Cubero, expresidente del Banco Central de Costa Rica.

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Porque justo ahí está la trampa: para rescatar a una economía antes de que caiga en una espiral inflacionaria, hay que pagar un precio. ¿Es ese precio menor al perjuicio que causa la inflación? Un pequeño spoiler: en la gran mayoría de ocasiones lo es.

El daño colateral de las tasas

Si bien el ajuste de tasas de interés es la principal medicina para un caso de inflación, esta puede tener efectos secundarios desagradables.

Al encarecer las tasas, se toman menos préstamos, lo que deriva en una menor inversión por parte de las empresas, lleva a planes de expansión más reservados y una menor generación de empleo. Además, quienes ya tienen préstamos en tasa variable, ven cómo su capacidad de pago se reduce conforme engordan las cuotas.

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En fin: se restringe el consumo y la economía se empieza a desacelerar.

Pero ojo: esto no es de extrañarse, es precisamente lo que los bancos centrales buscan para apaciguar las presiones alcistas en los precios. El problema está en que una sobredosis de esta medicina podría desacelerar de más el crecimiento hasta el punto en que empieza a contraerse y el país entra en lo que se conoce como una recesión.

Una recesión es una disminución significativa en la actividad económica que se extiende por todo el sistema (empleo, producción, importación, exportación, etc.). Este es un estado doloroso del ciclo económico y no tenemos que irnos muy lejos para recordarlo: tenemos el antecedente inmediato del 2020 y la gran recesión de 2008-09, cuyos ecos todavía retumban de vez en cuando en la economía mundial.

Aún así, pese a lo desalentadora que es una recesión, es un precio a pagar que se prefiere prácticamente de manera unánime antes de dejar que la inflación se mantenga alta y prolongada, lo cual, ya por sí solo, dice mucho sobre lo peligroso que es dejar que las presiones en los precios se perpetúen.

¿Cómo es que la inflación prolongada es más peligrosa?

Jose Luis Arce, director de la firma FCS Capital, no tiene dudas de que una inflación descontrolada posee un efecto más destructivo para una economía que una desaceleración o eventual recesión por medio del aumento de tasas.

“Yo le diría que si quiere saber cuáles son los problemas de una inflación alta, busque la Costa Rica de los ochenta y lo que va a ver son inflaciones fluctuantes de 10% hasta 80% anuales y tasas de interés de 30% o 40%. La reacción de los bancos centrales no es gratuita, es que la inflación, cuando es un fenómeno sostenido y se sale de control, distorsiona la asignación de recursos y por lo tanto afecta el crecimiento. Lo que pasa es que nos hemos acostumbrado a inflaciones más bajas y nos hemos olvidado de cuáles son los riesgos inflacionarios”, menciona Arce.

Además, una inflación alta tiende a tener un efecto tremendamente regresivo, en cuanto afecta en mayor medida a los sectores de menores recursos. Y si la excusa para no subir tasas es no dañar el crecimiento económico, la misma inflación se encargará de hacerlo en el mediano plazo, ya que al crear distorsiones en los precios relativos, genera incertidumbre e inestabilidad y eso desincentiva la inversión.

Algunos economistas suelen decir que una inflación desbocada es como la pasta de dientes: es muy fácil sacarla del tubo, pero casi imposible meterla de vuelta. Una vez se entra en la espiral de aumento de precios y aumento de salarios nominales, el tifón se agudiza y las posibilidades de salir de él se vuelven más estrechas. Una desaceleración o una recesión, en cambio, por más que sean dolorosas —eso no se niega—, suelen ser más “fáciles” de superar, sobre todo cuando son controladas por una política monetaria firme.

“El efecto destructivo de la inflación puede ser mucho peor y puede ser mucho más duradero que el efecto temporal de desaceleración que aportan los aumentos de tasas de interés”, considera Cubero.

¿Es una recesión un mal necesario?

“Es un mal menor comparado con no hacer nada y dejar que la inflación se entronice”, dice Cubero. Tanto el expresidente del Banco Central como Arce consideran que la desaceleración y eventual recesión son etapas “naturales” del ciclo económico.

De hecho, incluso potencias como Estados Unidos han tenido problemas históricos para evitarlas cuando sufren de inflación: han pasado más de 70 años desde que el gigante norteamericano logró bajar una inflación mayor al 5% interanual sin causar una recesión como consecuencia.

Eso sí, hay recesiones más dolorosas que otras, todo depende de qué la causa y cuáles ingredientes del proceso restrictivo se le añadan (por ejemplo, una sobredosis de ajuste de tasas). Esto va a incidir en qué tan larga y profunda sea la recesión.

Arce pone la crisis del 2008-09 como ejemplo de una muy dolorosa, debido a que se originó en el corazón del sistema bancario y hubo una serie de rescates e inyecciones de liquidez que terminaron por tener un efecto colateral sobre el resto de la economía. Sin embargo, no cree que en la actual coyuntura la recesión sea igual de fuerte.

“Uno podría pensar que va a ser una recesión más normal, de unos dos o tres trimestres de bajo crecimiento o contracción moderada y después, conforme se pueda quitar el pie del freno monetario, ya uno vería de nuevo retornar el crecimiento”, predice Arce.

El problema que tiene esta desaceleración y posible recesión a la que nos enfrentamos es que, debido a la naturaleza de las presiones inflacionarias, los ajustes de tasas de interés tienden a tener un efecto menos contundente sobre el control de los precios.

Al tener un origen más pronunciado en la oferta (incremento en los precios de las materias primas por golpes externos) que en la demanda, a la política monetaria le costará más suavizar la inflación y la desaceleración.

“Desafortunadamente, en esta coyuntura particular del 2022, lo que estamos teniendo es una conjunción de alta inflación con desaceleración económica, y lo que pasa es que es una desaceleración no causada directamente por las tasas, aunque las tasas sí la van a agravar. El choque inicial, el de los precios de las materias primas, genera un efecto estanflacionario: un aumento en la inflación y una caída en el crecimiento económico”, explica Cubero.

Este efecto causa que, al subir las tasas, la economía se ralentice todavía más y suba el riesgo de una sobredosis. “Es un instrumento menos efectivo porque el choque es de oferta, pero es el instrumento que hay para evitar que las consecuencias de esa presión inflacionaria no sean todavía peores a mediano plazo”, agrega Cubero.

Róger Madrigal, presidente del BCCR, ha reconocido las limitaciones de este instrumento, pero también su vital importancia en la lucha contra el encarecimiento. “De los dos males, es el menor (...), economistas de alto nivel reconocen que es un mecanismo imperfecto pero es el mejor que conocemos. ¿Cómo controlamos la inflación? Vean que no es una posición de este Banco Central, es una posición en el mundo, en países con distintas ideologías y distintos sistemas económicos”, argumentó el jerarca el pasado 31 de octubre, durante la presentación del Informe de Política Monetaria.

¿A qué nos enfrentaremos en este proceso de desaceleración y posible recesión?

La desaceleración es un hecho que incluso ya está sucediendo, el punto de discusión gira más hacia si habrá o no una recesión mundial, aunque esta parece verse cada vez más inminente. De no poderse evitar, lo que se busca es un aterrizaje suave, a una recesión controlada que cause el menor daño posible para luego darle el puntapié inicial a una nueva etapa de crecimiento y reiniciar el ciclo económico.

Sin embargo, calibrar los ajustes para aminorar daños es una tarea complicada para los bancos centrales del mundo. Si las suben demás, profundizan la caída, si no lo hacen suficiente, no bajan la inflación.

“Una respuesta que se vea como tibia, mal planteada o que no se comunique bien al público puede ser más ineficaz y podría terminar dañando el crecimiento económico y no conteniendo la inflación lo suficiente en el corto y mediano plazo, de manera que se termina con lo peor de los dos mundos”, dice Cubero. Sin embargo, el economista considera que el BCCR sí ha sido contundente en su mensaje.

Arce, en el plano local, es optimista y considera que, al haber ajustado más temprano la Tasa de Política Monetaria y no ir rezagado con respecto a la Reserva Federal de los Estados Unidos (FED), el Banco Central se dejó un colchón que le permitirá realizar ajustes menos altos —o del todo no hacer— por lo que queda del 2022, a la espera de cómo se comportan tanto las expectativas como la inflación en los próximos meses.

“Si uno ve los modelos de estimación, tanto los del Banco Central como los FCS, todos nos dan que la inflación interanual se va a mover en torno al 5% a mediados del año entrante”, dice Arce. Sin embargo, en el plano internacional es menos optimista y ve a la FED todavía ajustando más sus tasas, aunque a una menor intensidad.

Qué tan fuerte o no sean los ajustes en tasas y sus consecuencias sobre el crecimiento dependerá de la pericia de los bancos centrales para controlar la demanda y las expectativas. No obstante, aún con el daño colateral de la recesión siempre latente, todo parece apuntar a que es un riesgo que renta más que dejar que la inflación se ancle en el corazón de la economía.