Mundial femenino aumenta premios a selecciones participantes, pero aún existen grandes desigualdades

La Copa del Mundo se disputará del 20 de julio al 20 de agosto

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A pesar de las dotaciones económicas más elevadas que nunca para la competición en Oceanía, el Mundial femenino se halla en una encrucijada de reivindicaciones que sacuden a la disciplina, entre revueltas de las jugadores y desigualdades en el trato, sembrando el temor a que aumentar la brecha que separa a las grandes naciones del resto.

En una de las dos caras de la moneda, la de los mastodontes europeos y norteamericanos, sus nutridos ‘staffs’, sus tecnologías de último grito y sus ricas federaciones. Pero en Australia y Nueva Zelanda (20 de julio-20 de agosto) aterrizan también estos últimos días selecciones que van a remolque en cuanto a recursos, a las que no se he regalado nada, que pelean por hacerse un nombre y que llegan incluso a pedir donativos para sufragar sus competiciones.

Es una de las paradojas de este Mundial, que podría marcar un antes y un después en el fútbol femenino y llevarlo a otra dimensión.

Aún resuena el anuncio de la FIFA, que triplicó las dotaciones del Mundial en comparación con la edición 2019 en Francia, elevando los premios a un total histórico de $152 millones (€135 millones), seis veces más que para el Mundial de 2015 en Canadá.

Cada futbolista seleccionada para el Mundial recibirá un mínimo de $30.000, cifra que podría elevarse a $270.000 para cada una de las 23 campeonas del mundo.

Hucha jamaicana

“Estoy tan orgullosa de formar parte de este cambio. He visto al fútbol femenino pasar de cero a cien”, se emocionaba el jueves la defensora australiana Ellie Carpenter, preguntada sobre esta evolución inédita. “Pero creo que es sólo el primer paso, el camino es aún largo comparado con los hombres. Espero que lo podamos construir a partir de esto”.

A pesar de ese mensaje de esperanza, el viento de revuelta en el seno de las selecciones femeninas para reivindicar más derechos, consideración y equidad, no se ha dejado sentir nunca tanto como en vísperas de este Mundial-2023.

El simple ejemplo de Jamaica es revelador. Las ‘Reggae Girlz’ disputan su segundo Mundial consecutivo, pero a unos días del inicio, las jugadoras emitieron un comunicado en el que denunciaban “la extrema desorganización” de su selección, pidiendo “un cambio inmediato” después de haber tenido que renunciar a varios partidos en los últimos meses por motivos logísticos.

La madre de Havana Solaun, centrocampista jamaicana, incluso lanzó una colecta en internet para cubrir los gastos de alojamiento del equipo, logrando reunir cerca de $50.000 a mediados de julio.

La selección nigeriana parece por su parte también al borde de la crisis: el seleccionador Randy Waldrum criticó ampliamente las condiciones de preparación del torneo en el podcast Sounding Off on Soccer, lamentando sobre todo la anulación por la Federación de una concentración de entrenamiento. Recordó que sus jugadoras tuvieron que boicotear entrenamientos en plena Copa de África en 2022 para lograr el pago de sus primas.

- “Exasperante” -

En cuanto a Sudáfrica, simplemente decidió boicotear su partido de preparación contra Botsuana el 2 de julio, después de haber recibido contratos que según las jugadoras no incluían la dotación individual de $30.000 prometida por la FIFA.

Ellas se alarmaban también por el estado del terreno de juego designado para el partido. Inflexible, la Federación montó a última hora una selección con jugadoras de categorías inferiores, que finalmente perdió 5-0, un resultado impropio de un equipo campeón de África.

“La Federación puede pensar que hace bastante, pero yo tengo otra opinión”, se indignó la delantera Jermaine Seoposenwe.

“Es exasperante”, se alarmaba recientemente la jugadora símbolo de esta lucha por la igualdad, la estadounidense Megan Rapinoe, interrogado sobre estos casos. “No debería ser así. Pero creo que va cada vez mejor. Creo que hay cada vez más medios en los que esos equipos pueden apoyarse”.

La estrella de la disciplina podrá ver en Oceanía, que las reivindicaciones no se ciñen sólo a las naciones más modestos. En espacio de unos meses, las canadienses amenazaron con la huelga para lograr más medios, y varias francesas se retiraron de la selección hasta lograr el cese de su seleccionadora Corinne Diace.

Y España se presenta en el Mundial sin una docena de ‘rebeldes’ que critican desde tiempo atrás los métodos del entrenador Jorge Vilda. Aunque en su caso no fueron atendidas.