“Instagrameable”, tecnológico y relajado: así es un emprendimiento millennial

Su gusto por el ‘brunch’ llevó a una pareja de profesionales jóvenes a fundar el restaurante The Breakfast Club

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¿En qué piensa usted cuando sueña con abrir su negocio propio? Una pareja de millennials como la de Hernando Ramos, ingeniero, y Natalia González, administradora de hoteles, reflejó en su proyecto las particularidades de su generación. Por ejemplo, para ellos era clave que su local fuera “instagrameable”.

Hernando y Natalia son los propietarios de The Breakfast Club, un restaurante dedicado en exclusiva a servir desayunos todo el día. El local está en Guachipelín de Escazú, y su éxito ha obligado a los dueños a acelerar la toma de decisiones y a valorar incluso la inversión en más espacio de alquiler.

“El desayuno es algo que siempre nos ha gustado como comida de cualquier hora del día. Entonces siempre tuvimos la idea de que si nos abríamos un café o un restaurante pequeño ese iba a ser el enfoque, porque creíamos que si a nosotros nos gustaba tanto, fijo habría gente aparte de nosotros que pensaban igual”, explicó González.

Su idea de romper el límite en el horario de desayuno se vio influida por las tendencias globales en grandes ciudades, como Nueva York, y por el contraste con su realidad local: los fines de semana les resultaba incompatible quedarse un rato más en la cama y salir a desayunar.

“Empezamos a experimentar ese hueco en el mercado, y como vimos ese espacio dijimos: hagámoslo nosotros. Nosotros le hemos dicho a la gente que el menú nuestro está basado en antojos”, enfatizó Ramos.

Esta toma de decisiones es casi una definición de libro del carácter millennial. Cristina Cubero, directora de Consultoría de Deloitte Costa Rica, aseguró que los estudios más recientes de esta firma refuerzan los hallazgos previos sobre lo importante que es para la generación Z alinear su trabajo con sus gustos personales.

“Este es quizás uno de los mayores impulsores de los millennials emprendedores: la gran necesidad de crear lo que no se encuentra en el mercado formal”, subrayó.

Individualizado y flexible

La motivación de Hernando y Natalia para emprender es su gusto compartido por el brunch y esto los lleva a perseguir un público meta parecido a ellos. Sin embargo, también tomaron previsiones para ser flexibles.

Sus clientes actuales son personas de los 20 a los 35 años. El 80% son mujeres que trabajan. Pero no se trata de un grupo homogéneo y así lo asumen: los platos se preparan en el momento –incluso el gallo pinto– con el fin de ofrecer flexibilidad y adaptarse a los gustos de cada comensal.

“Una de las partes súper importantes para nosotros es que la gente venga no solo a comer sino a tener una experiencia, y por eso hemos tratado que nuestro ambiente sea relajado y que el local sea bonito, que la gente venga y se sienta cómoda. Por eso pusimos tomas en la pared, para que la gente se quede a trabajar”, dijo Hernando.

El paquete completo del local es que tiene a la comida como ingrediente principal, pero ellos también destacan el espacio para trabajar, Internet de alta velocidad, café de alta calidad que no se acaba y relaciones justas con productores locales, materia prima fresca y procesos productivos y de disposición de residuos que sean amigables con el ambiente.

“Nuestro enfoque también fue mucho que el lugar fuera “instagrameable”, porque es una tendencia que está de moda ahora, que los locales ofrezcan ese extra como para que la gente se tome fotos. La salita que creamos, la pared con mensajes positivos, vacilones, es algo que pensamos desde el principio para que la gente no solo se sentara a tomar cafecito, sino que se tomara una foto. Que la gente se vaya con vibras positivas de aquí y contentos”, afirmó Natalia.

Estrategia y crecimiento

Debido a su formación y experiencia profesional, Hernando y Natalia estaban en una posición adecuada para emprender y eventualmente tener éxito. Las investigaciones sobre emprendimientos en millennials aseguran que el empuje de esta generación debe acompañarse con la formación adecuada, que les permita pasar de una idea brillante e innovadora a un proyecto sostenible en el tiempo y rentable.

Con esto en mente, una de las principales decisiones de negocio para ellos fue la ubicación: se decidieron por Escazú debido a la mezcla de poder adquisitivo con demografía. Programaron resultados para un año, que se cumplieron en dos meses.

Para ese éxito ha sido clave la respuesta de las empresas ubicadas cerca del local, pues desarrollaron una estrategia de tocar puertas y ofrecer precios especiales para empleados.

“Con lo de las oficinas ha sido cuestión de tocar puertas, llamar, mandar correos, decirles que vengan y prueben hacer negociación con el descuento. Sí ha sido cuestión de ir uno por uno porque si no, no se mueve. También de gente que viene y nos cuenta donde trabaja, les decimos que si tienen contactos para la negociación”, relató González.

Hernando dejó su trabajo y está siempre en el local. Natalia se suma los fines de semana. Ellos aseguran que la presencia de los propietarios les da ventaja competitiva.

“Nos damos cuenta de todas las cosas pequeñas que pasan en el día a día, de dónde viene la gente, cómo podemos hacer para jalar esa gente un poquito más. Si si solo estuvieran los colaboradores, no pensarían como el propietario”, aseguró Hernando.

En el mediano plazo ampliarán con una terraza, agregarán platos al menú con algo de oferta de almuerzo. Están por sumar el servicio express y eventos como la mezcla de yoga y brunch. También abrirán espacios para hacer “mercaditos” o ferias con marcas nacionales para que puedan mostrar sus productos.

¿Y para cuando un nuevo local? Eso no está en el radar aún. Como buenos millennials, Hernando y Natalia cuestionan la capacidad de mantener una línea auténtica y fiel al concepto original si se abren nuevos locales demasiado rápido.

“Si alguna vez abrimos otro o hacemos franquicias sería a muy muy largo plazo. No queremos que por tener más ingresos nuestro local original pierda su esencia”, aseguró Natalia.

Con $30.000

La inversión inicial para emprender este negocio de desayunos fue de $30.000, la mayoría en equipos de cocina.

Los propietarios consiguieron mantener el presupuesto reducido encargándose ellos mismos de la decoración del local.

Algunas piezas, como los almohadones de flamingos, los compraron incluso antes de arrendar el local, pues ya tenían claro el concepto que iban a manejar.

La mayoría de los materiales decorativos, los adquirieron en tiendas por departamentos y los muebles, hechos a la medida, los obtuvieron con precios de descuento tras negociaciones con amigos y familiares.