Los nuevos ricos chinos, la salvación para los carros de lujo

Los 64.000 chinos más adinerados, con una fortuna superior a los $16 millones, tienen una media de cuatro vehículos

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China es la nueva Meca para los fabricantes de carros de lujo gracias a sus nuevos millonarios dispuestos a gastarse lo que sea en estos símbolos de la superación personal y el triunfo social.

Niu Yeqing tiene cuatro, entre ellos, un Mercedes S600 negro, que lo suele utilizar para recorrer Hefei, capital de la provincia relativamente pobre de Anhui, en el este del país.

La esposa de este magnate del sector inmobiliario prefiere sentarse al volante de un Porsche rojo.

"Casi siempre utilizo los coches para ir a las obras. Un coche es para darse un gusto, ¿no es cierto?", dice Niu a la AFP.

En el Salón del Automóvil de Shanghai, que abre sus puertas el domingo, quiere comprarse un Bentley, que cuesta 605.000 euros.

En otro salón se compró un Audi A8, que poco después regaló.

El año pasado, se vendieron en China 1,25 millones de coches de alta gama con un precio superior a los 145.000 euros, lo que convierte al mercado chino el segundo en importancia del mundo por detrás del de Estados Unidos, según un estudio de la consultora McKinsey.

El país se ha convertido en la Meca del lujo. Entre las cinco ciudades del mundo donde más limusinas vende Rolls-Royce están Pekín y Shanghai.

"Estamos convencidos de que vamos a quedarnos aquí mucho tiempo y nos aguarda un futuro brillante", dice el director de ventas y marketing del fabricante británico, Jolyon Nash.

"A los consumidores chinos les encantan los productos de lujo y super lujo. En la cultura china hay una fuerte tendencia a celebrar el éxito" social, según él.

En víspera de la apertura del salón, Rolls-Royce, propriedad del alemán BMW, va a lanzar en Shanghai para toda Asia el Wraith, un nuevo modelo que se vende a 608.000 euros, con el que pretende conquistar a los ricos empresarios chinos.

"El mercado del lujo está en plena ebullición. Hace dos años, tomó por sorpresa a todo el mundo", recuerda Rupert Hoogewerf, fundador de las revistas chinas sobre lujo y responsable del Hurun Report, que cada año elabora la lista de los chinos más ricos.

Según el Hurun Report, los 2,8 millones de chinos millonarios en dólares tienen de media tres coches por familia: uno lo suelen usar para el trabajo, el otro para uso personal y tercero es para la esposa.

Los 64.000 chinos más ricos, con una fortuna superior a los $16 millones, tienen una media de cuatro vehículos, al menos uno de ellos conducido por un chófer.

Algunas grandes marcas de la gama más alta tratan de hacerse un hueco importante en el mercado chino con modelos más baratos para atraer una clientela mayor, aunque sin ceder un ápice al prestigio que emanan sus marcas.

Apuestan por la clientela de chinos de clase media alta que cambian de coche y están dispuestos a comprar coches de lujo a unos precios razonables.

Según McKinsey, esta tendencia favorece en particular a las marcas alemanas que ocupan el 80% del mercado de alta gama.

Pero la desaceleración del crecimiento económico en la segunda economía mundial y la reciente campaña contra la corrupción lanzada por los nuevos dirigentes chinos inciden actualmente en el mercado.

Así, a partir de mayo, los oficiales del ejército tendrán que dejar de usar como vehículos de función al menos diez marcas de lujo, entre ellos Jaguar y el Phaeton, una marca del grupo Volkswagen.

Algunos fabricantes de alta gama han sido objeto de críticas de la prensa china por problemas técnicos.

El mes pasado, la televisión pública acusó a tres fabricantes alemanes, Mercedes-Benz, BMW y Audi, de usar materiales tóxicos en los productos que se usan para absorber las vibraciones.

Asimismo, la noticia de la muerte, el año pasado, del hijo de un responsable comunista en un accidente cuando conducía su Ferrari -que llevaba una joven desnuda y otra casi- se propagó como la pólvora en internet antes de ser censurada. Este asunto reforzó el vínculo en el imaginario chino entre vehículos de lujo y corrupción.

Antes, Ferrari ya había sido objeto de un escándalo al dejar marcadas sus ruedas en un monumento histórico clasificado -el muro de la antigua ciudad de Nankin (este) - en un evento publicitario.