¿Arrogancia o ignorancia?

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¿Por qué será que los empleados públicos no entienden que es de su interés mantener un clima de negocios atractivo, conducente a la inversión, la generación de empleo, al crecimiento de la riqueza y la rentabilidad de las empresas privadas?

¿Por qué los líderes de las instituciones, empresas y universidades públicas no comprenden que si siguen aumentando sus costos de operación sin aumentar su productividad estrangularán a las empresas que los mantienen?

¿No ven que los presupuestos del Estado, Gobierno, municipalidades y la demanda por los servicios de las empresas del Estado, así como los recursos con que se pagan sus salarios, beneficios y transferencias a sus convenciones colectivas, dependen de un sector productivo que genere inversiones, salarios, impuestos y consumo institucional y familiar?

¿No entienden que, sin inversión productiva, la economía se estanca y hasta puede colapsar y hundir el sistema fiscal que los mantiene?

¿Albino, Fabio, Ronaldo, Hening y compañía no entienden que sus ingresos y beneficios dependen de que los empresarios se sientan cómodos y seguros de que obtendrán un retorno financiero proporcional a los riesgos que asumen al invertir y que, si ellos siguen sobreexplotando el sistema, los empresarios buscarán ambientes más propicios para arriesgar su capital?

Los sindicalistas y los empleados públicos en general debieran apreciar mucho a los empresarios, garantizarles condiciones de productividad creciente y la seguridad de que han comprendido que solo mediante un clima de negocios altamente competitivo es posible mantener un aparato estatal tan irracional como el que tenemos en Costa Rica.

Pero no es así. Y si estos elementos siguen presionando el sistema, cuidado Costa Rica.

Hoy tenemos espejos como Grecia y Venezuela en los que podemos ver a alguna distancia el costo de la arrogancia —¿o ignorancia?— de un liderazgo estatal egoísta e irresponsable.