Catástrofes

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Nuestra región del mundo, puente entre el norte y el sur; división entre océanos; geológicamente activa; climáticamente volátil, sita en la ruta de huracanes y tormentas, va a ser afectada cada año en algunas de sus naciones por terremotos, erupciones volcánicas, grandes inundaciones y otras catástrofes naturales que a corto plazo representan importantes impactos sobre la población, la infraestructura, la producción y los recursos naturales.

En otro sentido esta ubicación, volatilidad y exposición a fenómenos de la naturaleza es lo que nos hace inmensamente ricos en diversidad de ambientes y especies, en buena parte determinando nuestro carácter productivo y nuestra identidad ante el mundo.

La naturaleza se debe proteger, pero en la medida de lo posible hay que evitar los impactos negativos de su gran volatilidad. Para esto es indispensable hacer cuatro cosas:

-Tener una estrategia de nación que aproveche las fortalezas que la naturaleza nos brinda.

-Desarrollar infraestructura, desde casas y drenajes hasta grandes obras, capaz de sostenerse y operar con normalidad ante los embates del medio.

-Preparar a la población y sus sistemas de apoyo para manejarse durante las emergencias.

-Tener protocolos nacionales e institucionales para lidiar con las diversas situaciones con claridad y certeza.

Año tras año en Centroamérica acumulamos experiencias valiosas que, sin embargo, no deben ser patrimonio de unos cuantos, sino parte integral de nuestros procesos educativos, comunitarios y de gobiernos nacionales, locales e institucionales.

Estas emergencias nos cuestan cada año a todos los centroamericanos varios puntos del PIB que tanto nos cuesta hacer crecer. Ya es hora de establecer los procesos de gestión del conocimiento necesarios para que todos estemos bien preparados.

Hemos mejorado, pero aún no es suficiente.