Más allá de centrarse en Venezuela y migraciones, el actual presidente de Estados Unidos, Donald Trump ignoró Latinoamérica. La victoria demócrata en las urnas augura más interés y diplomacia.
Los migrantes centroamericanos no desaparecerán de la política interna norteamericana, ni de nuestras relaciones mutuas. La política migratoria continuará siendo parte del debate en Washington.
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Los dos huracanes recientes engrosarán el flujo de migrantes y obligarán a adoptar nuevas acciones de control fronterizo.
El presidente electo, el demócrata y ex vicepresidente Joe Biden, ha anunciado un plan para países de la región, por $4.000 millones, e ir a la raíz del problema: el atraso que empuja a las personas hacia el sueño norteamericano. Apostar por el desarrollo fijaría a las poblaciones y aliviaría presiones fronterizas.
La situación nicaragüense provocará nuevas sanciones, pero también actividad en defensa de los derechos humanos y la democracia.
La fallida guerra contra las drogas continuará como consecuencia de la insaciable demanda de los consumidores del norte.
La pandemia abrirá espacios para cooperar, aunque por sus dimensiones en los Estados Unidos, los obligará a centrarse en lo interno.
Costa Rica podrá aprovechar del énfasis del nuevo gobierno en el cambio climático, aportando su experiencia ecológica y en descarbonización .
En lo estratégico, no desaparecerá la preocupación por la actividad rusa y china, aunque sin las estridencias republicanas.
Comercialmente, el internacionalismo de Biden coincidirá con la entusiasmo globalista de nuestra política comercial , empiezan a surgir ilusiones con la llegada de empresas norteamericanas que abandonen China (nearshoring).
En la relación con Centroamérica se mezclarán políticas internas e internacionales de manera intensa (migraciones, drogas), observaremos con detenimiento los nuevos nombramientos y decisiones.