Columna Enfoques: Desorden mundial

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En una reciente comparecencia ante el Comité de Servicios Armados del Senado de los Estados Unidos, Henry Kissinger manifestó: “… primera vez en la historia, cada región del mundo interactúa en tiempo real con las otras regiones, afectándose todas de manera simultánea”.

Esta interdependencia se une a otros factores como la circunstancia de que la concepción del orden mundial está siendo desafiada o revisada en el interior de todas las regiones. A la vez, las relaciones entre las diferentes regiones están siendo redefinidas.

En Europa, la conmoción de la eurozona va acompañada por la redefinición de identidades y por la necesidad de precisar su papel en el mundo.

Rusia, en una profunda crisis por la caída en los precios del petróleo, las sanciones por la anexión de Crimea y su apoyo a los rebeldes en Ucrania, se debate de nuevo entre Europa y sus deseos de restauración euroasiática.

El ascenso de China desata inseguridades en Occidente ante la aparición de un nuevo poder, así como ansiedades nacionalistas en Pekín ante la posibilidad de un cerco que limite su ascenso.

El Medio Oriente es un polvorín desgarrado por conflictos interestatales o intraestatales, enfrentamientos entre sectas y etnias, así como por una ruptura con conceptos tradicionales del orden internacional.

El viejo orden internacional se ha vuelto fluido y la forma de su reemplazo es incierta; el futuro está por definirse.

La geografía (estrechos, recursos, espacio exterior) interactúa intensamente con las experiencias, memorias y cambios en la naturaleza de la guerra de una manera desconocida.

En este contexto nuestra política exterior se encuentra limitada a Centroamérica, donde ya se manifiestan las nuevas fuerzas globales (canal chino, rusos en Nicaragua, embajada iraní en Managua).

Es necesario un debate sobre política exterior. La experiencia del presidente Solís en la materia lo sitúa como el líder natural de este diálogo.