Columna enfoques: El presidente que necesitamos

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Costa Rica tiene una economía robusta, diversificada en la producción y el comercio, bien conectada al mundo y es un país avanzado –en relación con su ingreso per cápita– en términos de progreso social.

También tiene rezagos en temas clave como la educación y la infraestructura; riesgos en la energía y la estabilidad económica; y la distribución de riqueza y de oportunidades se han deteriorado en las últimas décadas.

El país es fuerte en algunas áreas, pero la verdad es que la pérdida de gobernabilidad nos ha llevado a una situación en que ni lo económico, ni lo social, ni la sostenibilidad avanzan al ritmo que es posible, dadas las formidables condiciones de base que el país ofrece.

No necesitamos un nuevo modelo de desarrollo.

Necesitamos implementar bien el que tenemos y que se ha probado que funciona cuando ha habido unión entre los diversos sectores de la sociedad.

El candidato ideal entiende esto.

El país no requiere de soluciones radicales, sino de volver a tomar el camino y hacerlo de una manera más solidaria, más responsable en términos sociales y ambientales, apoyando el modelo productivo y económico que ha demostrado ser exitoso y modernizando una institucionalidad y política social que en el pasado fueran ejemplo para el mundo.

No necesitamos un presidente que venga a magnificar las diferencias entre sectores y estratos de la sociedad –que divida– sino uno capaz de reunirnos a todos alrededor de los valores que siempre han guiado a Costa Rica: paz, democracia representativa, sostenibilidad, solidaridad, equidad, productividad, educación y apertura.

Un presidente de la República comprometido con los más pobres, que se gane el apoyo y confianza de los empresarios de todos los tamaños, que crea en nuestra clase media y que entienda la dinámica global sin perder de vista la agenda nacional.

Eso es lo que necesita el país.