Columna Enfoques: Enojos

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.


Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Descontento, malestar, indignación, disgusto, cólera, cabreo, recorren el mundo, provocando movimientos que sacuden las sociedades.

Algunos ven en la expresión de cólera y mosqueo un fenómeno único. Error, la primavera árabe fue diversa como lo muestran los acontecimientos en Egipto. La reacción antidictatorial no trajo democracia sino intentos de hegemonía islamista; y la reacción antislamista, golpe de Estado.

Los indignados de Madrid se fueron para la casa e igual cosa ha ocurrido con el Occupy Wall Street y con los protestantes de Turquía.

Pareciera que el disgusto con las diferentes realidades políticas es víctima de su fluidez y no logra articularse en poder. Los cabreados son como la espuma, suben rápidamente, para bajar luego.

En nuestro país el fenómeno tiene características similares, los descontentos del Foro de Occidente lograron parar la concesión, pero no han ido más allá, el movimiento del 25 de junio se dispersó en su centrífuga diversidad.

Hay razones para el malestar, ignorar estas expresiones es imposible; sin embargo, las causas y los actores son diversos. No podemos confundir rebelión y su mediatización con las raíces del enojo.

En Costa Rica, los cambios estructurales han generado dos tipos de descontento, según como le haya ido a la gente en la procesión.

Por un lado, están los nostálgicos que sienten haber perdido el paraíso. Todo era mejor y más puro antes, mientras olvidan analfabetismo, bajas tasas en salud y otras lacras del pasado.

Por otra parte, aparecen los profetas del futuro, para quienes los cambios no son suficientes y quieren más. Tras los éxitos de la diversificación productiva se niegan a ver la creciente desigualdad y el atraso de algunos sectores.

Este contexto tarde o temprano golpeará la puerta de lo político, si los enojos se unen en una propuesta más amplia.

Mal harían los políticos en ignorar los disgustos mientras duermen tranquilos la goma de la fiesta electoral.