Columna Enfoques: Es la política

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Reconocer el conflicto y las divergencias es la vía para superar ambos.

El sistema está empatado, la diferenciación social de los últimos años ha producido múltiples actores con capacidad para vetar las iniciativas de los otros, pero sin poder para implantar sus visiones de país.

No es cierto que hay consenso sobre la naturaleza de nuestros problemas y que el problema se reduce a falta de capacidad para ejecutar o a la ausencia de liderazgos personalistas.

El déficit fiscal es un ejemplo. Para unos, el problema se reduce al gasto público, mientras otros consideran que rste reside en los insuficientes ingresos. No hay acuerdo sobre las causas, y menos aún sobre las soluciones.

Los tecnócratas piensan que con diseñar políticas sustantivas basta, los políticos evitan adentrarse en estas, pensando en las próximas elecciones.

El tema fiscal es, en primera instancia, un problema político y su solución gira en torno al qué, pero también alrededor del cómo.

El desafío es lograr acuerdos entre los sectores, se trata de lograr concesiones recíprocas, de limar diferencias, en el marco de un país crecientemente complejo.

Dialogar, conversar, negociar, son los únicos caminos. Las negociaciones cupulares de la era bipartidista ya no son posibles, hay más invitados a la mesa, como consecuencia de los procesos de cambio político. Estamos obligados al entendimiento y no al enfrentamiento, si no queremos condenarnos a la parálisis.

El papel del Presidente como jefe de Estado, no como jefe de Gobierno, es crucial; tiene que jugar un papel concertador, de promotor incansable de acuerdos, ver más allá de las fuerzas que le llevaron al Gobierno y pensar en el interés general. En esta coyuntura debe tomar la iniciativa con ánimo sereno y ritmo pausado.

El problema no es técnico, ni partidista, se trata darle a la política la interacción institucional entre los actores, el lugar que le corresponde.