Las elecciones argentinas han despertado reacciones. Algunos anuncian el fin del peronismo, otros señalan el declive del fenómeno populista en América Latina y los más atrevidos postulan que estamos ante un giro a la derecha.
El panorama es más complejo. El peronismo tiene capacidad de restauración y sabe flotar entre la izquierda y la derecha. Aunque la derrota del “kirchnerismo”es un retroceso, no es absoluto, porque aún controla el Parlamento.
El populismo tiene diversas variantes y estas obedecen a factores internos de cada uno de los países. Argentina no es Venezuela o Bolivia. Las naciones tienen dinámicas propias y los cambios nacionales pueden tener repercusiones en las otras, aunque estos son más de naturaleza simbólica; pero sería ingenuo verlos como determinantes.
El chavismo apeló a la “Patria Grande”, pero el deterioro de la economía venezolana hizo retroceder el proyecto bolivariano.
Actualmente, la desaceleración de la economía china y la caída de los precios de las materias primas han puesto en difícil situación a Maduro y sus socios. Sin embargo, el terreno propicio para el llamado a las masas no ha desaparecido en un subcontinente donde la desigualdad alimenta el resentimiento.
Macri no es ultraderechista, sus manifestaciones recientes hacen prever que mantendrá políticas sociales anteriores, lo que anuncia más bien un giro centrista.
Sí se darán cambios en política exterior. Mauricio Macri ha manifestado que pedirá la separación de Venezuela del Mercosur por violación de la cláusula democrática.
Más que un giro a la derecha, la elección argentina augura un realineamiento en las relaciones interamericanas, confirmado por la intención de acercarse a la Alianza del Pacífico.
El resultado de las elecciones parlamentarias en Venezuela es otro factor que contribuirá a la redefinición; los procesos internos seguirán siendo los determinantes del rumbo.